Corazones rotos. Amy ChanЧитать онлайн книгу.
Azul, Tracy retomó un papel que sabía interpretar: la futura superesposa. Se ajustó a la agenda de su prometido y dónde quería vivir (incluso cuando eso significaba desarraigarse de la ciudad en la que había estado durante una década) y atendió sus necesidades como una ajetreada emprendedora. Cuando no estaba al pendiente de su hombre, dedicaba cada minuto a darle a su hija una vida perfecta. Incluso en momentos de angustia, cuando su tanque estaba casi vacío, ella otorgaba su última pizca de energía a las personas que amaba.
“Es lo único que sé hacer”, refirió durante una sesión de grupo.
Tracy, igual que muchas mujeres, fue condicionada para cuidar y atender las necesidades de los demás desde su niñez. Crecemos pensando que dar sin parar nos convierte en una gran novia, esposa o madre. Incluso cuando estamos padeciendo nuestro último aliento, primero les ponemos la máscara de oxígeno a los demás. Pero mientras intentamos ganar la insignia honorífica de mártir, no nos damos cuenta de que simplemente estamos evitando lidiar con nuestras propias cosas.
Verás, cuando estás ocupándote de las emociones de los demás de manera constante, no tienes que enfrentarte a las tuyas. ¡Qué conveniente!
Éste no es un tipo saludable de dar o cuidar. Viene de la intención malsana (así seas consciente de ello o no) de evitar la incomodidad de tus sentimientos. Cuidar a los demás como una forma de evasión puede ser tan adictivo como beber alcohol o alguna otra sustancia.
Tienes que sentir las emociones para procesarlas. En este proceso de sentir, aceptar y reflexionar aprendes lecciones críticas necesarias para tu crecimiento y para dejar ir.
EJERCICIO: Identifica tu reacción emocional
En el momento en que sientes una emoción incómoda (tristeza, ira, anhelo o algo similar), ¿qué haces?, ¿cómo reaccionas al impulso?, ¿te automedicas buscando alcohol, drogas, comida o la validación de los otros?, ¿reprimes tus sentimientos y te distraes con el trabajo?, ¿exageras la emoción con un pensamiento catastrófico, enalteciendo los elementos negativos y minimizando los positivos? Anota a continuación cómo evades o te distraes de sentir y procesar tus emociones:
NO ALIMENTES A TU MONSTRUO EMOCIONAL
Hay una diferencia entre sentir las emociones y alimentarlas. Lo primero significa estar presente con lo que estás sintiendo, aceptarlo y dejarlo pasar. Lo último requiere entregar más de aquello que quiere la emoción para que crezca. La emoción quiere crecer en intensidad, tamaño y frecuencia, y su alimento preferido son tus pensamientos, lenguaje corporal y acciones. No es tu yo sensato el que repite una canción melancólica de Coldplay mientras lloriqueas en posición fetal. No, ¡ése es tu hambriento monstruo emocional!
La vida fisiológica de una emoción en el cuerpo y el cerebro es de noventa segundos, según una investigación de la neurocientífica Jill Bolte Taylor.10 Así es, el incremento de adrenalina, el calor en el rostro, la opresión en el pecho, los latidos rápidos del corazón, todas esas sensaciones naturalmente se elevarán, alcanzarán su punto máximo y se disiparán en sólo un minuto y medio. Entonces, ¿qué hace que las emociones permanezcan?
La historia que unen.
En lugar de tener conciencia de que las sensaciones de emoción desaparecerán naturalmente en cuestión de minutos, nos identificamos con el sentimiento y nos quedamos atascados en cómo la persona o situación que lo causó está mal y cómo debería ser, en lugar de aceptar lo que es. Los seres humanos tenemos una tendencia a vincular historias con emociones porque, desde una perspectiva evolutiva, las historias sirvieron como señales de alerta para evitar amenazas peligrosas, lo que ayudó a mantener vivos a nuestros antepasados. Cuando estamos predispuestos a sentir emociones negativas (tristeza, ansiedad, vergüenza, culpa o enojo), las vías neuronales correspondientes se vuelven más fuertes y, por lo tanto, es más fácil desencadenar esas emociones y las historias correlativas.
La caída emocional empeora cuando repetimos esa historia una y otra vez, caminando, o corriendo, en un círculo vicioso que no va a ninguna parte. Ésta es la trampa mental de los pensamientos obsesivos: la historia se vuelve borrosa, sin principio ni final.
Por ejemplo, después de mi ruptura, me sentía de mal humor después de las inquietas noches de insomnio. Mi cuerpo no se encontraba en un estado saludable, y mi mente tampoco, lo que me volvía propensa a una extorsión emocional. Un día me sentía particularmente sola y comencé a ver las redes sociales de mi ex. Vi una foto donde él estaba en una fiesta, sonriendo con sus amigos, bebida en mano. Parecía que la estaba pasando en grande. Sentí una oleada de ira. De repente, mi mente comenzó a correr…
¿Conoció a alguien más?
¿Cómo se atreve a estar pasando un buen rato, como si nada hubiera sucedido? ¡Él no siente dolor alguno, mientras yo estoy aquí, sola, deprimida y sufriendo!
¡Lo odio!
Y entonces lo pinté como una persona terrible, elaborando historia tras historia que confirmaban cuán injusta era mi situación. Me hice un ovillo, bajé la cabeza y me cubrí la cara con las manos. Pero seguí mirando más fotos, las fotos de sus amigos. Me fui sumergiendo en la ira. Mi ansiedad aumentó. Pronto, estaba experimentando dificultad para respirar y estallé en llanto. Rápidamente, tuve un ataque de pánico total. En lugar de dejar pasar esa chispa de ira, seguí agregando historias, una tras otra, y reactivando la respuesta al estrés. No sólo mantuve mi mente en un espacio negativo, sino que mi cuerpo experimentó la ira una y otra vez. Esta cascada de confusión emocional se originó mediante una fotografía. Una vez que el monstruo emocional fue alimentado, secuestró todo mi ser, ¡y me lanzó a la montaña rusa del pensamiento obsesivo!
La montaña rusa del pensamiento obsesivo
En primer lugar, el pensamiento obsesivo es una tendencia humana natural, sobre todo después de las rupturas. Por lo tanto, no seas tan dura contigo si te ocurre un par de veces. Pero aprende a redirigir tus pensamientos para no exagerar y convertirlo en una técnica.
La doctora Elaina Zendegui, psicóloga clínica que se especializa en terapia cognitivo-conductual y terapia conductual dialéctica, enseña a las mujeres de Renew que el primer paso para cambiar nuestros patrones de pensamiento obsesivo es identificar el ciclo cuando está sucediendo. Debes captar las primeras señales, como sentir la primera gota de lluvia antes de la tormenta.
Según la doctora Zendegui: “Las emociones angustiantes (como la vergüenza, la tristeza y la ansiedad) o las sensaciones corporales asociadas a ellas pueden ser pistas de que estás atrapada en el pensamiento obsesivo. Una vez que te des cuenta de ello, devuelve suavemente tu atención al momento presente. Con gentileza, centra tu atención otra vez en tus experiencias sensoriales o tu respiración. Cuando el ciclo se reinicie (y tal vez así será), trae tu atención de regreso. Si necesitas más práctica, como muchas de nosotras, puedes comenzar una meditación de atención plena diaria, para desarrollar habilidades en torno a la conciencia de los patrones del pensamiento obsesivo y traer tu atención de regreso al momento presente”.
En las siguientes secciones repasaremos métodos comprobados que pueden ayudarte a detener en seco el pensamiento obsesivo y mover las emociones a través y fuera del cuerpo. Pero, primero, veamos cómo tus pensamientos e historias obsesivas podrían volver a traumatizarte.
¿Te estás retraumatizándote tú misma?
¿Cuántas veces has contado tu historia sobre la terrible ruptura? Mientras cuentas la historia con lujo de detalle, es posible que tus amigos y tu familia hayan intentado mostrar su apoyo haciendo eco de tus sentimientos: Vaya perdedor. ¡Es todo un narcisista!¡No puedo creer que esto te haya pasado!
Tus amigos bien intencionados piensan que es empático usar el dolor como una forma de conectar. Pero eso sólo alimenta la carga emocional. La historia misma comienza a transformarse y va tomando formas ligeramente diferentes