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Cultivar con microbios. Jeff LowenfelsЧитать онлайн книгу.

Cultivar con microbios - Jeff Lowenfels


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penetran por las hendiduras y las ensanchan forzando la ruptura.

      La materia orgánica

      La meteorización rompe las rocas en componentes minerales de una clase u otra. El suelo, sin embargo, necesita poder sustentar la vida de las plantas y eso requiere algo más que minerales. De media, un buen suelo de jardín se compone de un 45 % de naturaleza mineral y un 5 % de materia orgánica, constituido por organismos encima y en su interior que se ocupan de sus asuntos cotidianos. A medida que las plantas y animales mueren en la superficie y se descomponen gracias a las bacterias y hongos, finalmente se convierten en humus, un material orgánico rico en carbono de color café. Piensa en el producto final de una compostera; este valioso material es el humus.

      El humus consiste en largas cadenas de moléculas de carbono difíciles romper y con una gran superficie; esta superficie tiene cargas eléctricas que atraen y retienen las partículas minerales. Además, la estructura molecular de las largas cadenas se parece a una esponja: una gran cantidad de recovecos que sirven como verdaderos apartamentos para los microbios del suelo. Una vez que añades humus y otras materias orgánicas, —tales como la materia de plantas muertas y cuerpos de insectos— a los minerales meteorizados, tienes un suelo casi capaz de sustentar árboles, arbustos, céspedes y jardines, si bien aún no está listo del todo.

      El aire y el agua

      Los minerales y el humus constituyen la fase sólida del suelo, pero las plantas también requieren oxígeno y agua, las fases gaseosa y líquida. Los vacíos entre partículas minerales y orgánicas se llenan con aire o agua (y a veces ambos).

      El agua se mueve entre los espacios porosos del suelo de dos maneras: bien por el empuje de la gravedad o el empuje de las moléculas individuales de agua entre sí, bien por la acción capilar. El agua gravitacional se mueve libremente a través de los suelos. Imagina echar agua en una jarra llena de gravilla: la gravedad empuja el agua al fondo a medida que se llena la jarra. Los poros más grandes promueven el flujo de agua gravitacional. A medida que el agua llena los poros, desplaza y empuja al aire que se encuentra a su paso. Cuando el agua fluye a través, permite que entre un nuevo suministro de aire. Cuando el agua gravitacional alcanza las raíces, que actúan como esponjas, es absorbida.

      El humus tiene un rico color café y está repleto de material orgánico. Este puñado tiene aproximadamente un 55 % de materia orgánica. Alaska Humus Company.

      Los espacios más pequeños de los poros del suelo contienen una película de agua capilar que no está influenciada por la gravedad y que, en realidad, se queda atrás cuando discurre el agua gravitacional. El líquido se une por la atracción de sus moléculas entre ellas (una fuerza conocida como cohesión, pero no vamos a complicar las cosas) y también se une a las superficies de suelo que la rodean (una fuerza conocida como adhesión). Esto crea una tensión superficial que provoca que el agua forme una gruesa película en la superficie de las partículas. El agua capilar puede «fluir» hacia arriba. Está disponible para las raíces de las plantas después de que el agua gravitacional haya pasado y, en este sentido, es una fuente principal de agua para las plantas.

      El agua higroscópica es una película más fina de agua, de tan solo unas pocas moléculas de grosor, que al igual que el agua capilar se adhiere a partículas del suelo extremadamente pequeñas en virtud de sus propiedades eléctricas. Esta película es tan delgada que los enlaces entre las moléculas de agua y las partículas de suelo están concentrados y son extremadamente difíciles de romper. En consecuencia, las raíces no pueden absorberla, pero esta película de agua resulta crítica para la habilidad de muchos microbios para vivir y viajar. Incluso en condiciones áridas, la superficie de las partículas del suelo retiene algo del agua higroscópica; es imposible sacarla del suelo sin aplicar mucho calor o, en realidad, hervirlo.

      Prácticamente la mitad de los espacios porosos de un buen suelo están rellenos de agua y la otra mitad de aire. El movimiento del agua empuja el aire rancio fuera y succiona aire de la superficie, así que añadir agua significa que se produce un intercambio de aire, algo que es importante. Si hay una red de nutrientes del suelo sana, la actividad metabólica de los organismos del suelo usa el oxígeno y crea dióxido de carbono. La presencia de dióxido de carbono es una buena señal de que el suelo contiene vida. Sin embargo, el dióxido de carbono tiene que intercambiarse por aire fresco para que la vida continúe.

      En algunos suelos, los espacios porosos están separados los unos de los otros en muchos puntos y no hay intercambio de aire cuando fluye el agua. De hecho, puede que el agua nunca fluya en absoluto. Estos suelos tienen una porosidad pobre, es decir, carecen del espacio adecuado entre las partículas de suelo. Puede que todo el oxígeno en el suelo sea usado para actividades metabólicas anaeróbicas, lo que resulta en unas condiciones de ausencia de oxígeno. Los organismos que pueden vivir en estas condiciones suelen producir alcoholes y otras sustancias que matan las células de las raíces de la planta.

      Perfiles y horizontes del suelo

      Los suelos están incesantemente expuestos a las fuerzas de la meteorización. La lluvia, por ejemplo, provocará la lixiviación de los minerales y la materia orgánica del suelo cuando el agua permea el suelo. Este material puede chocar con una barrera impermeable y quedar concentrado en una zona o capa en concreto. El tamaño de las partículas puede provocar que un material en concreto se concentre o se filtre. A la postre y con el paso del tiempo, se forman capas y zonas de material distinto. Esto puede verse, al igual que los estratos en las paredes del Gran Cañón, cuando excavas en el suelo. El perfil de un suelo es un mapa de estas capas u horizontes.

      Los científicos del suelo han atribuido una letra o una combinación de letras (e incluso números) a cada horizonte que aparece en un perfil de suelo típico. Afortunadamente, para el jardinero los horizontes superiores —el o y el a— son realmente los únicos que cuentan. El horizonte oi contiene material orgánico que todavía puede ser identificado en concreto (con un poco de entrenamiento, aunque es algo que queda fuera del alcance de este libro); este es el suelo fíbrico. El horizonte oe ha experimentado más descomposición y, si bien los materiales son identificables como materia vegetal, no puede saberse qué plantas en concreto están implicadas, incluso con entrenamiento. Este es el suelo húmico. Finalmente, el horizonte oa es donde el material orgánico se ha descompuesto tanto que no es posible identificar su origen; podría provenir de la materia de plantas o animales. Este es el suelo sáprico. De todo esto se obtiene una información bastante útil si quieres saber si tus suelos crearán mas derivados de la descomposición como el nitrógeno, porque el proceso que convierte el suelo en humus no se ha completado; o si tu suelo se ha descompuesto hasta el extremo de que básicamente solo alberga microbios que causan descomposición.

      El horizonte a yace bajo el horizonte o. Aquí se acumulan las partículas de humus a medida que el agua discurre por el horizonte o por encima y empuja a las partículas orgánicas hacia abajo. El agua que fluye por este horizonte lleva muchos de los materiales disueltos y en suspensión. Este horizonte a tiene el contenido más alto de materia orgánica y actividad biológica de todos los horizontes del suelo. Aquí es donde crecen las raíces.

      A continuación, le siguen varios horizontes del suelo y, al final, el lecho rocoso. Necesitarías una retroexcavadora para excavar a través de todos los horizontes bajo tu terreno, algo que claramente no vale la pena. A menudo faltan uno o dos horizontes, por haberse visto desgastados o transportados por las fuerzas de la meteorización, y con la misma frecuencia resulta muy difícil distinguir entre capas.

      Lo importante es que tu jardín y tu terreno tengan un buen suelo —la mezcla adecuada de minerales, materia orgánica, aire y agua— en las capas superiores, la zona donde crecen las plantas. De no ser así, tendrás que añadir enmiendas o remplazarlo por completo.

      El color del suelo

      El color puede ser un indicador fácil de lo que hay en tu suelo, ya que a veces el color del suelo depende de los compuestos minerales y orgánicos del mismo. La meteorización, la oxidación, las acciones de reducción de los minerales de hierro y manganeso y la bioquímica de la descomposición de la materia orgánica son los factores fundamentales


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