Curso de sociología general 2. Pierre BourdieuЧитать онлайн книгу.
los hay entre las empresas que compiten, tienen reglas tácitas, como “no vamos a ir hasta el final”, “no utilizamos todas las armas”. Es tan tonto decir “es culpa de Pivot” como decir “es culpa de los periodistas culturales”. Así, hay un campo de los periodistas culturales que, en este caso, son portadores del interés colectivo de los periodistas, pero sin tener un mandato con ese fin.
El efecto político importante es que, bajo la apariencia de instituir un palmarés, se instituyen jueces, lo cual es uno de los objetos fundamentales de todas las luchas simbólicas: en cualquier campo, la gran cuestión es saber quién tiene derecho a estar en el campo, quién forma parte de él (y quién no forma parte), quién dice quién forma parte del campo, quién tiene derecho a decir que es verdaderamente intelectual. Al decir quién es el intelectual verdadero, digo quién es verdaderamente intelectual. No es lo mismo decir que es Lévi-Strauss o que es Bernard-Henri Lévy. Al optar por una forma de realización ejemplar, paradigmática, del intelectual, afirmo bajo una forma universalizada mi propia definición del intelectual, es decir, la más acorde a mis intereses específicos. La cuestión será saber cuál es el principio de definición de los intereses específicos (¿por qué, en lo que me toca, estoy, como ustedes lo sentirán por mi manera de hablar, a favor de Lévi-Strauss antes que a favor de Bernard-Henri Lévy?). Cabe suponer que hay una relación entre la posición en el espacio en cuestión y la toma de posición sobre dicho espacio.
Toma de posición sobre las tomas de posición
¿Quiere eso decir que ya no hay una posición objetiva sobre ese espacio? Este tipo de asunto se vio mucho en la práctica allá por 1945 a partir de lecturas de Max Weber. En el clima algo depresivo de la época, la pregunta era si el historiador atrapado en la historia podía emitir juicios históricos sobre esta, si el sociólogo atrapado en la sociedad podía hablar objetivamente de ella.[51] Aquí, la cuestión se plantea de la manera más dramática: ¿se puede en un curso ex cathedra, ex officio, autorizado, hablar de esas cosas sin dar un golpe de fuerza ni cometer un abuso de poder simbólico? ¿Lo que estoy haciendo en este momento compete a la misma lógica de lo que estoy describiendo? En otras palabras, ¿es posible una sociología de los intelectuales para alguien que forma parte del universo intelectual? ¿Es posible una sociología científica? Consiste en una cuestión mayúscula y uno de los ataques más virulentos contra la sociología.
La cuestión es conocer la diferencia entre lo que estoy esbozando y lo que describo. Primero, una diferencia –acabo de enunciarla– es que explicito los principios prácticos de lo que pasa y, como resultado, estoy obligado a aplicármelos a mí mismo. No puedo decir que el principio de cada toma de posición sobre el campo intelectual debe buscarse con relación a la posición ocupada en ese campo, sin brindar a quienes me escuchan la posibilidad de plantearme la cuestión de la relación entre lo que digo y mi posición en el campo. Segundo, me doy al mismo tiempo la posibilidad de controlar los efectos de mi propia posición sobre mi toma de posición sobre esas tomas de posición. En otras palabras, me doy la posibilidad de objetivar el punto de vista sobre cuya base hablo, del mismo modo que objetivo el punto de vista sobre cuya base se produce aquello de lo que hablo. Entonces, también puedo objetivar la estrategia fundamental que consiste en transformar un punto de vista situado en punto de vista sin punto de vista. La estrategia ideológica que describí al comienzo, que, según la vieja fórmula de Marx, consiste en universalizar el caso particular,[52] se vuelve entonces mucho más concreta. Quiere decir (si entendieron lo que dije sobre la noción de campo) que cada sociología se produce a partir de un subcampo que, a la vez, está en el campo. Es la vieja frase de Pascal: “El mundo me comprende pero yo lo comprendo”.[53] El sociólogo que pretenda comprender el mundo en el cual está comprendido solo tendrá alguna posibilidad de comprenderlo científicamente a condición de comprender a partir de dónde comprende y tomar en cuenta en su comprensión el hecho de que esta se produce en alguna parte, como las demás, con la diferencia de que la comprensión del punto de vista a partir del cual se produce la comprensión científica tiene efectos científicos.
En este trance, no hago la crítica… El hecho de que la sociología de los intelectuales se confunda con lo que llamo el “punto de vista de Marat” es una gran dificultad y una cosa muy trágica. Conocí la biografía de Marat por un libro sobre la ciencia publicado hace poco.[54] A continuación, trabajé un poco a partir de las obras que tratan sobre él, donde se lo presentaba como el precursor de la sociología científica de los intelectuales, lo cual es lamentable… Se confunde la sociología con una visión crítica un poco amargada, con el discurso contra los mandarines y la visión del resentimiento, que es la más probable en la gente que ocupa una posición dominada en el campo de producción cultural. También llamo a esta actitud el “punto de vista de Tersites”, por el nombre del personaje de Homero,[55] un simple soldado que dedica su tiempo a observar las cosas por su detalle ínfimo. Todo el tiempo, en las salas de redacción, en las antesalas de las universidades, se identifica a la sociología con el punto de vista de Tersites sobre el ejército griego o con el punto de vista de Marat sobre la Academia de Ciencias, es decir, con una visión desde abajo, estrecha de miras. El punto de vista que adopta el sociólogo no es este en modo alguno: se trata de tomar por objeto el juego en su conjunto, vale decir, el campo, explicitar las reglas conforme a las cuales funciona ese juego, los intereses específicos que se generan en él y, al mismo tiempo, los intereses específicos que se expresan en tal o cual toma de posición sobre el juego. Lo que hace que la sociología no sea la física es que, si los campos pueden describirse en un primer momento como campos de fuerzas, esas fuerzas se ejercen sobre personas que tienen un punto de vista sobre dichos campos de fuerzas y que, al mismo tiempo, pueden trabajar para cambiar el campo de fuerzas cambiando la visión de este, cambiando el punto de vista sobre este, siempre a partir de un punto de vista.
Así, el objeto de la sociología es, a la vez, la descripción del campo de fuerzas y la descripción de las respectivas visiones, las luchas para imponer la visión de uno, luchas por el monopolio de la visión legítima sobre el campo de fuerzas, lo que define la ortodoxia; orthé doxa (ὀρθὴ δόξα) quiere decir “opinión recta”. En el campo intelectual, cosa muy interesante, no hay verdaderamente ortodoxia, no hay un jurista intelectual que diga: “Así está la popularidad este año, Fulano está en baja, Mengano sube”. De ahí la tentación a la que el sociólogo está expuesto: “No hay jurista y hace falta uno; voy a ser yo quien diga el verdadero palmarés”. Una de las réplicas al análisis de Pivot sería decir: Pivot no es sociólogo, la muestra es lamentable, inservible, no tiene sentido, no es representativa, por ejemplo porque, entre las personas consultadas, no hay ningún escritor de las Éditions de Minuit –esta observación es cierta [risas en el auditorio], pero está en relación con mi posición–,[56] aunque haya algunos entre los elegidos, lo cual es interesante (voy a explicar por qué). Una de las tentaciones del sociólogo, por ende, es ser lo que los romanos llamaban censor, el censor, el aguafiestas que denuncia un “ejercicio ilegal de la sociología”. Es muy importante: todo el tiempo hay ejercicio ilegal de la sociología. Ahora bien, la sociología no puede defenderse por razones sociales que sería interesante estudiar. El caso de los sondeos de opinión no es tan diferente.[57] Frente al ejercicio ilegal de la sociología, puedo sentir la tentación de reafirmar la autoridad legítima de la ciencia y, para eso, hacer un peritaje de comprobación. Voy a decir que la muestra no es buena, que hay una sobrerrepresentación de los periodistas-escritores y los escritores-periodistas. Por lo tanto, voy a discutir los criterios de selección de los jueces. Si, como dije hace un rato, es cierto que uno de los objetivos es instituir jueces, entonces voy a instituir otros jueces. Pero si el criterio de selección de esos jueces es lo que gobierna el juicio que voy a producir, no salgo del círculo. Al comienzo, puedo decir que el punto de partida tienen que ser los premiados con el Nobel y seguir con todos los índices de consagración… Esta es una técnica utilizada por los sociólogos estadounidenses que trabajan sobre las élites[58] y que Pivot reinventa sin saberlo: se toma a los veinte primeros, determinados por indicadores que se denominan “reputacionales”, como la cantidad de citas, y se pide a esos veinte primeros que digan quiénes son los otros; se llega así a una lista de cien o ciento cincuenta nombres de la cual puede decirse que reúne a las personas importantes. Aquí, entonces, estamos frente a una técnica social