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Curso de sociología general 2. Pierre BourdieuЧитать онлайн книгу.

Curso de sociología general 2 - Pierre  Bourdieu


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a la sociología de la religión le cuesta muchísimo hacer el corte, mientras que quienes lo hacen, personalmente, no cortan tanto con aquello de lo que hablan. A veces, es importante cambiar de lenguaje para cambiar la relación con el objeto.

      Pero la analogía económica tiene otra función. Decir “productor” en vez de “artista” o “artesano” puede permitir escapar a contrasentidos históricos y evitar hacer cortes que deban analizarse históricamente. Hablar de “artista” con referencia a un ebanista de la Edad Media que ni siquiera es escultor es cometer un contrasentido histórico, un anacronismo, una monstruosidad. Al decir “productor”, se evita un enorme error y, al menos, se evita responder sin saberlo a la pregunta sobre la época en que se inventó el artista como tal, y si –exactamente como el jurado de Lire– el artista no es una invención social que tuvo condiciones sociales de posibilidad, que tardó su tiempo, que no se inventó de una sola vez de modo definitivo y puede desaparecer, aunque, dado que alguna vez existió, siempre puede recurrirse a él. Por consiguiente, el recurso al vocabulario de la producción jamás es una manera de exhibir con arrogancia un materialismo un poco primario y primitivo. Es asumir una definición provisoria de virtud, sobre todo negativa. Decir, por ejemplo, “productor para productores” es un lavado de cerebro que permite ver una multitud de problemas que no pueden verse cuando se dice “artista de vanguardia”.

      Creo que la analogía económica es del todo valedera, a condición de reconocer la especificidad de la economía que intenté describir al señalar la diferencia entre el best seller y la novela muy in; indicaba que los actos son de dimensión económica, como dice Weber, pero nunca son completamente económicos. Para comprenderlos cabalmente, entonces, nunca hay que olvidar –como yo tendía a hacer al empezar a hablarles esta mañana– la dimensión económica. A partir de los veredictos de ese grupo de taste makers, va a ejercerse un efecto económico, que en cierta manera también puede ejercerse sobre el campo más restringido. Así, por ejemplo, la poesía se publica por cuenta del autor.

      Son actos de dimensión económica pero, al mismo tiempo, no son actos económicos, y hay que interrogarse sobre la otra dimensión para conocer la lógica propia a la que obedece, que intenté discernir en todo momento: es la lógica del juicio de valor que consiste, inseparablemente, en percibir y apreciar en función de categorías de percepción que son, inseparablemente, categorías de apreciación. Creo que esta es una propiedad de la percepción social, sea cual fuere el tipo de sociedad: las categorías de percepción son inseparablemente categorías de apreciación.

      Así, en muchas sociedades, las distancias en el mundo social, lo principal y lo secundario, lo verdaderamente verdadero y lo falso, lo verdaderamente bueno y lo malo, etc., se miden en función de las estructuras de parentesco. Creo que las categorías de parentesco son inseparablemente categorías de percepción y, de manera simultánea, de apreciación: no se puede decir de alguien “es tu hermana” sin decir “está bien o está mal” –hablamos de incesto, ya se sabe– o “está bien o está mal hacer esto o aquello”, “está bien o mal amarla o no amarla”. Esto es cierto para todas las categorías de percepción del mundo social: decir “es vulgar/distinguido” (aquí se lo ve bien), “es caliente/frío”, “es opaco/brillante” o “es construido/no construido”, etc., implica un juicio de valor. No hay palabra clasificatoria que no implique un juicio de valor. Lo cual torna muy difícil cualquier discurso que no quiera ser normativo: el único discurso no normativo sobre un universo social es un metadiscurso sobre los juicios normativos, como el que estoy pronunciando. El contenido de la percepción, el veredicto, va a ser el “producto” de la relación entre una cosa vista y un agente que ve.

      Por consiguiente, para comprender un juicio, sea el que fuere, para comprender una manifestación y lo que de ella dicen los periodistas, para comprender un diario y lo que los lectores leen en él, para comprender un libro y lo que los lectores leen en él, para comprender la lectura como acto de leer algo, hay que interrogarse, por un lado, sobre las condiciones sociales de producción de los sujetos percipientes, y en especial de sus categorías de percepción y las condiciones de ejercicio de su acto de percepción (¿dónde están, qué ven?), y, por otro, sobre las condiciones sociales de producción del productor del producto y las propiedades objetivas (en el sentido de “ubicadas delante del sujeto percipiente”) del producto, en las cuales se expresan las propiedades sociales del productor, las propiedades sociales del campo de producción, a partir de las propiedades de la posición del productor en ese campo.


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