Grace y el duque. Sarah MacLeanЧитать онлайн книгу.
hombros, dando a entender que lo desconocía, y Dahlia alzó la voz hacia las mujeres que estaban hablando—: El duque del que habláis —espetó, diciéndose a sí misma que era una curiosidad sin importancia. Diciéndose a sí misma que era simplemente porque la información era moneda de cambio—. ¿Tiene nombre ese dechado de hombría?
«No es él. No puede ser».
La joven del sencillo antifaz contestó la primera, con voz entusiasmada, como si hubiera estado esperando el momento de hablar con Dahlia. Sus labios se curvaron con el tipo de sonrisa cómplice que acompaña a un magnífico secreto, como si dispusiera de todo el tiempo del mundo para compartirlo.
—¿Quién es? —repitió Dahlia con voz aguda y urgente, sin poder contenerse.
¿Qué demonios le pasaba?
Los ojos de la joven se abrieron de par en par tras su máscara.
—Marwick —dijo simplemente. Como si no estuviera aspirando todo el aire de la habitación.
A Grace se le llenaron los oídos de sangre, un rugido de furia, frustración e ira que nubló todo su buen juicio. Y ese nombre, que la atravesaba: Marwick.
Imposible. Tenían que estar equivocadas.
¿Acaso no lo había enviado bien lejos? ¿No se había marchado para adentrarse en la oscuridad?
—No me lo creo. —Se volvió hacia la duquesa. No podía haber vuelto. Se había ido hacía un año y había desaparecido, no había razón para que volviera.
Si había regresado, tenía que haber un motivo.
Con un movimiento lánguido e informal, la mujer cogió una copa de champán de una bandeja que le ofreció un sirviente, sin darse cuenta del estruendo que se adueñaba del corazón de Grace. De la forma en que se agitaba su mente.
—¿Y por qué no? Todo duque necesita una duquesa. —«Elegí el título para convertirte en mi duquesa. Ibas a ser duquesa»—. Está aquí para casarse —dijo.
—Qué aburrimiento —respondió la duquesa.
Grace sentía muchas cosas, pero aburrimiento no era una de ellas. Dios… Ewan había vuelto.
Había vuelto.
Y así, sin más, la tormenta se calmó. Supo lo que debía hacer.
Miró a los ojos de la duquesa.
—Necesito una invitación para ese baile de máscaras.
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