REFLEXIONES IV.. Claudia Isabel Rojas RodríguezЧитать онлайн книгу.
de suministro a las demandas del consumidor. Ámbitos como la recuperación o reutilización de ropa, dentro del concepto Upcycled (Suprarreciclaje o reutilización creativa), orientado hacia el aprovechamiento de productos, los materiales de desecho o residuos para fabricar nuevos materiales o productos más elaborados o de mejor calidad, dan forma a distintas iniciativas con mucho empuje, que parecen estar presentes en redes o marketplace reconocidas (como Etsy, entre otras). Por este motivo, es necesaria la organización activa para recomponer el ciclo de la moda, otorgándole nuevas vidas optimizadas a las prendas (Fletcher y Grose, 2012).
Naturaleza y cultura, se presentan como dos de los posibles términos para nombrar un diálogo complejo entre el mundo y nuestra acción sobre él: lo natural y lo artificial, lo encontrado y lo construido, o la materia y su utilización. En definitiva, el entorno y la intervención humana que lo transforma (Manzini, 1994, 107):
La idea de naturaleza y la de cultura están ligadas entre sí en una relación biunívoca por la cual una no existe sin la otra: la naturaleza de la que se habla es, de hecho, una «invención» humana, es decir, una construcción cultural. Y, a su alrededor, esta construcción cultural no puede prescindir de la «naturalidad» del hombre que la produce y del ambiente en el que se encuentra inmerso.
Es necesario observar el momento preciso, tal como afirmaba Gilles Lipovetsky, “la tendencia mundial se encuentra en una diferente ruta: la obsolescencia y el presente abrumador sin una visión del futuro” (Lipovetsky, 1987, 240), allí se describen los efectos de esa forma de producir y la actitud de promover el consumo rápido, que ha generado un enorme desperdicio y una gran contaminación, especialmente a finales del siglo XX. Es en este momento, en el surge la idea del ecodiseño, a principios de los 90 (Manzini, 1992), enmarcándose como punto de partida y en el que se estudiarán los impactos ambientales en los productos, como parte del proceso de diseño, para reducir estos efectos negativos partiendo del propio diseño, su fabricación y distribución, y continuar con el desecho y/o el reciclaje (Fuad-Luke, 2002).
De esta manera, las estrategias de diseño, entre otras, se reorientaron para rediseñar los productos facilitado su desmontaje (disassembly). Este tipo de propuestas siguen siendo necesarias, cuando los avances tecnológicos han dado lugar a la reducción de la vida útil del producto y a unos consumos absurdos. Por lo tanto, el diseño de un producto puede ser desmontado para facilitar el mantenimiento, la reparación, su recuperación o la reutilización de componentes y materiales, convirtiendo esta acción en un valor añadido, ampliamente considerado por los nuevos modelos de consumo (Dowie y Simon, 1995). Es así, como se están elaborando productos duraderos y sostenibles, especialmente, se están incorporando elementos que han originado una corriente de pensamiento divulgada y al final, convertida en variables de certificación, como el sistema cradle to cradle, claro ejemplo de lo que se ha venido a denominar diseño circular (Braungart y McDonough, 2005). La economía circular, ha tenido como referentes la biomímesis (Benyus, 1997), el diseño regenerativo (Lyle, 1994), la ingeniería ecológica (Mitsch y Jørgensen, 2003), e incluso, lo que se denominado como la economía azul (Pauli, 2010). La economía circular está dando un paso más, tratando de romper con el proceso lineal de hacer, usar y desechar, proponiendo buscar en este ciclo una rentabilidad ambiental y económica. Entre otras iniciativas, conviene citar la desarrollada recientemente (2016), por la reconocida agencia de diseño IDEO, que junto a la Fundación Ellen MacArthur, promotora de esta corriente económica, han permitido adaptar metodologías design thinking según sus criterios (Circular Design Guide, 2016).
Figura 3. Plataforma colaborativa El-Recetario.net | Figura 4. Proyecto Breakers |
Regeneración del tejido social
Respecto a la regeneración del tejido social, es de gran ayuda tomar como referencia al diseño activista, que pasa por la cultura slow (Fuad-Luke, 2009), el diseño para el cambio del comportamiento (2010) y el diseño de transición (2012).
Por un lado, tenemos el ‘diseño slow’, que sitúa al individuo en primera persona, y de este modo, busca mejorar la calidad de vida de la comunidad mediante el diseño de productos, servicios y entornos sostenibles, combinando una metodología cuidadosa y una desaceleración de la vida siguiendo los preceptos de la naturaleza y un consumo reflexivo. Es una extensión del movimiento slow food, añadiendo los principios y valores de la sostenibilidad integral, e incorporando un pensamiento más biocentrista en las metodologías aplicadas al diseño (Faud-Luke, 2009).
No se puede dejar de lado el ‘diseño para el cambio de comportamiento’ (conocido también como design for behaviour change, design with intent o design for sustainable behaviour), siendo el objetivo final, un cambio de comportamiento sostenible o no, en esta tendencia, se toma el diseño como una práctica creativa y colectiva para la resolución de problemas sociales desde el conocimiento y la capacidad de elección de las personas para aumentar su bienestar, que pasan a ser sujetos de diseño (Fig. 4). El objetivo principal, es influenciar sobre el comportamiento humano mediante el diseño, para un beneficio social y ambiental. En este caso, cabe mencionar a Dan Lockton, uno de los creadores del Design with Intent toolkit, un juego de cartas que tienen como objetivo principal ofrecer a los diseñadores y a otros profesionales, un comienzo para abordar cuestiones sociales y ambientales desde el cambio en el comportamiento de las personas (Lockton, Harrison y Stanton, 2010).
Finalmente, se mencionará lo que se ha denominado ‘diseño de transición’, una práctica emergente para crear estilos de vida alternativos en armonía con la naturaleza. En este caso, las metodologías utilizadas son participativas, colaborativas e interdisciplinares, desde donde se prioriza la acción directa, y en consenso de los agentes que tienen que intervenir, sobre una situación o problema a resolver.
Conclusión
La mayoría de las propuestas que aparecen en esta publicación, como las que están orientadas por el diseño como fuente de innovaciones sociales, tienen un denominador común. Son distintas iniciativas, que apuntan todas a procesos participativos para la mejora de los territorios urbanos, de barrios, de grupos o colectivos sociales, tomando como referencia modos de vida sostenible, centradas en las personas y el respeto al medioambiente.
Especialmente, con Papanek, pero, también, con distintos autores que desde los años 70, han aparecido y presentado sucesivas posturas críticas frente al gran consumo desde posiciones de diseño, y que son el origen formal de un diseño social que siempre ha estado presente en la historia del diseño.
Por otro lado, desde la innovación social, Manzini, aporta tres claves sobre las cuales actuar: ayudar a vivir mejor, poder reducir la huella ecológica y regenerar el tejido social que nos rodea. Gracias al codiseño y el diseño participativo, podemos lograr estas metas, estar más cerca de las personas y buscar soluciones centradas en ellas.
Del mismo modo, se observa cómo el diseño se convierte en una práctica creativa y colectiva para la resolución de problemas sociales desde el conocimiento y la capacidad que tienen las personas para aumentar su bienestar, permitiendo a diseñadores