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Pasquines, cartas y enemigos. Natalia Silva PradaЧитать онлайн книгу.

Pasquines, cartas y enemigos - Natalia Silva Prada


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en los conflictos entre el papa y el rey, los cuales habrían derivado en la proclamación del acta de supremacía de 1534 por la cual Enrique VIII se proclamó como máxima autoridad de la Iglesia de Inglaterra, acto que terminó en la fundación de la Iglesia anglicana. El recurso retórico usado por Montalvo era una incisiva voz de alarma sobre los excesos que el patronato regio podía generar en perjuicio de la autonomía de la Iglesia americana.

      En los casos por libelos el tema de la enemistad capital se hace muy explícita. En una petición de febrero de 1624 podemos presenciar una importante cantidad de aspectos relacionados con esta pasión. Se trata de un intenso pleito ocurrido en la ciudad de los Reyes del valle de Upar entre autoridades locales pertenecientes a dos grupos básicos de poder ocurrido el año anterior. Juan Moreno, alcalde ordinario e hijo y nieto de conquistadores, Pedro Ruiz de Tapia Villavicencio, alcalde de la Santa Hermandad, Pedro Zambrano, caballero regidor y capitular perpetuo, así como Juan Navarro de Oñate, vecino de la villa, sus hermanos y parientes, recibieron afrentas de las que se culpó a un grupo de poderosos de la villa: el capitán Gaspar de Mendoza, alguacil mayor de la ciudad, noble y principal, Juan de Montaño, tesorero, Miguel de Valmaceda, alférez real, Diego Daza, contador oficial y el capitán Luis de Nozasdaca, así como sus consortes, parientes y vecinos de estos.

      El defensor de Moreno y sus allegados argüía que el grupo encabezado por Mendoza eran hombres ricos y poderosos que se habían “aliado” y “confederado” para injuriar a Moreno y a su grupo porque en el desempeño de sus oficios municipales habían procedido de manera justa y recta. Sin embargo, sus contrincantes “han jurado de destruirle su hacienda y honor”.164 Es el primer momento de la carta petitoria enviada a la Real Audiencia en la que emerge el tema de la enemistad, el cual continúa en las frases de que, con intención “dañada”,

      le han llamado por escrito y de palabra perro mulato mal nacido hombre vil y bajo de poca suerte y calidad y reo de fe y que le habían de echar una cadena al cuello como a perro y hacerle guardar sus guerras y continuando su mal intento y luego unos meses después le atribuyeron como autor de unos libelos, no siendo así sino al contrario.165

      En estas acusaciones están presentes una gran cantidad de expresiones de la existencia de una enemistad manifiesta: la injuria degradante usando palabras graves, la amenaza de provocarles un gran mal y la acusación de la publicación del libelo infamatorio en contra del grupo del capitán Mendoza. Juan Sánchez, defensor de Moreno, pedía para los ofensores que este “grave y atroz delito”166 fuera digno de “punición y castigo”.167

      El libelo infamatorio —del cual no aparece un traslado o transcripción— que había aparecido fijado en “la ceiba de la plaza desta dicha ciudad”168 en el año 1623 fue el detonante de esta “guerra” entre dos facciones de la corporación capitular. El alguacil menor Francisco del Álamo fue quien encontró la injuria pegada al árbol y por ende el primero que lo “vio, leyó y quitó”,169 pero no lo quiso romper a pesar de las advertencias que muchas personas que allí estaban le hicieron. A pesar de esto, Moreno y su grupo se quejaban de que este oficial no había sido ni siquiera llamado a declarar a los tribunales de justicia.170

      La Real Audiencia no parecía comprender muy bien lo perjudicial de juzgar este caso a través de autoridades regionales como el gobernador de Santa Marta, Antonio Maldonado de Mendoza, pues los lazos clientelares del grupo ofensor llegaban hasta allá. En el proceso de revocación de esta decisión y a favor de su parte, Sánchez expuso el concepto de enemistad mediante su expresión contraria, la amistad íntima, la cual era perjudicial a su parte:

      Demás de que el dicho mi parte tiene por odiosos y sospechosos todas las justicias de aquella ciudad y su distrito por ser íntimos amigos de los dichos acusados y en particular el teniente de la dicha ciudad que es íntimo amigo de los dichos reos y come y bebe continuamente con ellos el cual dicho teniente es así mismo pariente del gobernador de Santa Marta por todo lo cual el dicho mi parte recusó a todos los sobredichos y yo en su nombre.171

      El grupo de querellantes había intentado que las partes acusadas renunciaran al pleito, “componiéndose”, pero ante la resistencia fueron hechos presos por más de un mes y les fue enviado un pesquisidor especial. El grupo de Moreno se resistió a ser juzgado por los partidarios del gobernador e incluso por el juez pesquisidor, don Pedro de Silva, y su escribano. En su defensa también argüían que el grupo de Mendoza tenía enemigos más poderosos que ellos. Al final, en mayo de 1623, el juez pesquisidor informaba que soltaba de prisión a Moreno y que las partes habían decido “componerse amigablemente”.172 Menos de un año después el pleito se mantenía vigente, como lo hemos visto en las peticiones de 1624, y los acuerdos amigables seguían contaminados por la enemistad capital de los afectos al gobernador de Santa Marta: “Somos nos los dichos acusados sus enemigos sin dar la causa de la dicha enemiga habiendo otras muchas personas con más fuertes y legítimas causas que les han dado para que lo sean como lo son y han sido”.173 En otra parte del proceso decían de forma similar, “sin que obstase la enemiga que los dichos querellantes dicen que les teníamos”.174

      En este capítulo hemos visto aparecer los conceptos de enemigo y enemistad capital (llamada también mortal y ‘enemiga’) en tres espacios y momentos clave: la esfera jurídica, específicamente en la defensa de un reo, el ámbito epistolar propiciado por choques jurisdiccionales entre autoridad civil y autoridad eclesiástica y en las escrituras subversivas, manifestaciones a su vez de pleitos entre dos grupos de poder civil y dirimidos asimismo en ámbito judicial. Estas situaciones nos permiten visualizar que el uso del concepto no estaba reducido al espacio jurídico, sino que hacía también parte de la vida social y de la vida política de diversas realidades territoriales, y en los casos aquí tratados, de las gobernaciones de Cartagena y de Santa Marta. En el próximo capítulo veremos amplificarse las circunstancias en las que la enemistad capital tenía lugar, así como los recursos de los cuales podían valerse los vasallos de la corona para denunciar las consecuencias, sobre todo políticas, del choque de voluntades.

      105 Algunos estudiosos coinciden en que el “acto” inaugural de esta subdisciplina es su artículo Lucien Febvre, “La sensibilité et l’histoire: Comment reconstituer la vie affective d’autrefois?”. Annales d’histoire sociale, n.o 3 (1941): 5-20, aunque a este primer llamado le preceden trabajos como los de Jacob Burckhardt, Die Cultur der Ranaissance in Italien (Basel: Schweghauser, 1860) y Johan Huizinga, Herfsttij der Middeleeuwen. Studie over levels en gedachtenvormen der veertiende en vijftiende eew in Frankrijk en de Nederlanden, 1919 (El otoño de la Edad Media fue publicado en español en 1930), en los que se apela a sentimientos/emociones como el amor cortés, la pasión por la fama, la ambición, la maldad o la venganza en el libro de Burckhardt o al miedo, el deseo de venganza, la ira o la crueldad en el de Huizinga. El libro de Lucien Febvre publicado un año después del artículo citado da cuenta ya de las posibilidades del estudio de las emociones en la historia. Véase Lucien Febvre, El problema de la incredulidad en el siglo xvi: la religión de Rabelais. 1.ª ed. 1942 (Madrid: Akal, 1993).

      106 Jan Plamper, The History of Emotions. An Introduction (Oxford: University Press, 2015).

      107 Philippe Ariès, L’Enfant et la vie familiale sous l’Ancien Régime (París: Plot, 1960); Edward Shorter, The Making of the Modern Family (Nueva York: Basic Books, 1975); Jean-Louis Flandrin, Familles: parenté, maison, sexualité dans l’ancienne societé (París: Hachette, 1976).

      108 Investigadores con reconocimiento internacional de la talla de Javier Moscoso incluso han llegado a afirmar que las emociones entendidas como construcciones culturales son ya parte de un programa de investigación parcialmente agotado, tanto desde la teoría como desde la historiografía. Moscoso señala un nuevo camino vinculado a la filosofía de la historia y relacionado con la exploración de las experiencias emocionales. Para Moscoso,


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