Diego Velázquez fue un artista individualista del periodo barroco contemporáneo. A la edad de veinticuatro años, Velázquez hizo su primer viaje a Madrid con su maestro, Francisco Pacheco. Rápidamente logró la certificación como maestro de pintura. El rey Felipe IV se dio cuenta de su genio y lo nombró pintor de la corte en 1627. Poco después, el artista se hizo amigo de Rubens, en Madrid. Desarrolló un enfoque más realista en el arte religioso, con figuras que son retratos más naturales, en lugar de representar un estilo idealizado. El uso del claroscuro recuerda la obra de Caravaggio. Velázquez hizo al menos dos viajes a Roma para adquirir arte renacentista y neoclásico para el rey. En Roma, se hizo miembro de la Academia de San Lucas en 1650 y lo nombraron caballero de la orden de Santiago en 1658. Una de las mayores obras que se encargaron fue La rendición de Breda (c. 1634), donde muestra la derrota de los holandeses a manos de los españoles y glorifica el triunfo militar del reinado de Felipe. El artista pintó al Papa Inocencio X (1650) durante su segundo viaje a Roma, probablemente basándose en obras similares de Rafael y Tiziano. Esta pintura está considerada como una de las grandes obras maestras del retrato en la historia del arte, tan realista que el Papa mismo la calificó como “troppo vero”. Dominó el arte del retrato porque podía ver más allá de las características externas, para adentrarse en el misterio humano de sus modelos, como lo prueba la magnífica serie de enanos, que estaban presentes en muchas de las cortes reales de la época. Representó su humanidad, en lugar de hacer de ellos una caricatura. Sus obras posteriores fueron más espontáneas, pero no dejaban de ser disciplinadas. La culminación de su trabajo fue su obra maestra Las Meninas (1656). Es realmente uno de los ensayos más complejos en retratismo. Velázquez se considera el pintor español más importante de su siglo. Su trabajo tuvo una gran influencia en grandes pintores como Goya y Manet.