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Cachacos en el Llano, llaneros por adopción.. Julio IzaquitaЧитать онлайн книгу.

Cachacos en el Llano, llaneros por adopción. - Julio Izaquita


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y por la costa del Túa. Eso fue ya como en el 69. Pero con algunos no le valió, sacaba unos y se le entraban los otros, y después fue cuando se aburrió el viejo y vendió […] Cuando ya compró López eso ya había bastante gente. Eso ya reventó gente por todas partes porque los que estaban al borde de la pura orilla del río, empezaron a salir a la sabana y la gente los miraba; pero cuando compró López se mejoró la situación, porque cuando el viejo Martín él no le vendía a nadie; compraba las mejoras pero no le vendía a nadie, pero cuando ya compraron los López ahí sí se mejoró porque ellos llegaron fue a decir: – “Bueno, nosotros compramos este hato y venimos a arreglar esta vaina. El que con buen gusto nos venda con buen gusto le compramos y el que con buen gusto nos compre también le vendemos, y como nos quieran pagar” – bueno, con toda la amabilidad del caso5.

      El acuerdo de titulación

      Los años de propiedad de Martín Vargas sobre el hato La Libertad habían dejado una estela de malquerencias, desavenencias, agresiones, y en suma, de relaciones conflictivas entre colonos y propietarios cuyas consecuencias se trasladarían hacia los emprendedores de la iniciativa de acercamiento con los colonos ocupantes de las tierras del hato. Hasta piedra le llegaron a arrojar a uno de ellos durante sus primeras visitas a las tierras recién adquiridas.

      Rodrigo Rueda Arciniegas rememora así este proceso:

      Del reconocimiento a la posesión de hecho se pasa al reconocimiento jurídico con el otorgamiento del título legal sobre la propiedad de la tierra que le da al campesino una garantía de seguridad. Ese acto de titulación, al que hubo quien lo calificara de “reforma agraria”, habiéndose realizado en una propiedad privada, confiere una especie de carta de ciudadanía para las familias campesinas, pues además de la seguridad de la propiedad les da ingreso a los circuitos comerciales y financieros regulares y satisface el mayor anhelo de un campesino colonizador: poseer su pedazo de tierra.

      Adicionalmente, entre los dos reconocimientos, hay otras ventajas para los antiguos colonos. Los nuevos propietarios realizan una evaluación sobre sus condiciones de vida y de su proyección productiva futura en donde se concluye la necesidad de ampliar las áreas de terreno de las fincas que les permitiesen unas mejores economías familiares. Dos de estos colonos evocan esta previsora oferta:

      Entonces hicieron (los doctores Juan Manuel y Rodrigo) una resolución salomónica, se podría decir, y fue llamar a toda esta gente y hacer un censo de todos los colonos que había, pero amigablemente, con toda la cabalidad del caso, y decirles: – ¿Cuánta área tienen más o menos ustedes aquí? – Hicieron un croquis de todo eso y le dijeron a la gente: – Vea, ustedes toda esa tierra que tienen aquí es muy poca para vivir una familia. Con el frente que tiene cada uno les vamos a vender más tierra hacia adelante para que hagan fincas de 120, 140 hectáreas; y nos pagan la tierra.

      El cuarto beneficio para los colonos fueron las condiciones de pago de la deuda contraída por la nueva tierra adquirida, adicional a la que les fue reconocida como posesión. Incluso se diría que no fue el pago de una deuda lo que se pactó, sino una oferta laboral del nuevo hato parcelado hacia los colonos. Ellos pagarían la tierra adicional con el trabajo de cercado de las medianías de los linderos. También, si se quiere ver desde la otra parte, el hato pagaría con más tierra titulada el levantamiento de sus linderos con los colonos residentes. De tal manera que el pago de la tierra no constituyó ninguna deuda onerosa que pusiese en riesgo la producción o la misma propiedad, como en los créditos comerciales.

      Las medianías de los linderos se pactaron, en las del hato, en tres alambres y madera de corazón. En la medianía de los colonos, hasta en dos alambres y madera burda. Y en este aspecto se cometieron errores ambientales, pues las nuevas alambradas se convirtieron en trampas en las que se enredaba la fauna nativa, especialmente los venados moteados.

      La titulación de predios que cierra la última etapa de existencia del hato La Libertad en 1976, puso en movimiento la acción cooperativa de empresarios y comunidades, introduciendo así un principio rector que tenderá a ser en adelante una regla de acción colectiva: la búsqueda del juego cooperativo en el que todas las partes involucradas en un asunto de interés compartido, pero diferenciado, obtengan algún beneficio o ganancia en las decisiones e iniciativas que se emprendan.

      Momento fundante y fundamental, pues


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