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El pasado cambiante. José María Gómez HerráezЧитать онлайн книгу.

El pasado cambiante - José María Gómez Herráez


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su subordinación al maestro garantiza el avance de su carrera. También G. Duby, como veremos, reparaba en el carácter «ritual» de este evento, convertido así en un punto obligado de paso y admisión para quienes manifiestan su voluntad de entrar en el colectivo.

      6. La búsqueda de aceptación de un texto implica la utilización de múltiples recursos

      Lejos de ser el resultado de un proceso lineal y perfectamente previsto de observación y experimentación que permita alumbrar verdades evidentes en sí mismas, el conocimiento científico se desarrolla mediante una movilización que abarca frentes diversos, procedimientos técnicos especializados, estrategias de negociación y búsqueda de numerosos aliados. El objetivo central es que los textos confeccionados sean bien recibidos y pasen a circular, en la mayor medida posible, como material de trabajo dentro de la comunidad científica. En último extremo, el culmen del proceso se produce si las conclusiones, la metodología u otro aspecto del texto se incorporan en los manuales de mayor difusión. Pero ello exige una destreza muy alta y una renuncia más o menos marcada a la libertad personal de expresión. Como acto en sí mismo, mostrar la verdad tal como se percibe no abre las puertas en ningún sentido y puede resultar contraproducente. Por el contrario, se hace necesaria la explotación de varios recursos, más numerosos si se trata de convencer no sólo a los miembros del colectivo, sino también a algunos sectores sociales y políticos que pueden apoyar y difundir el trabajo. El proceso también se complica porque, pese al entrenamiento y las pautas comunes, en cada texto no dejan de aflorar rasgos y valores propios, personales, y aparecen condicionamientos diversos, como los que provienen del material, las fuentes o la bibliografía empleados, que conducen a resultados únicos en cada caso. De este modo, nunca el lector real coincidirá exactamente con el imaginario ni, por tanto, se hallará una aquiescencia total ni una comprensión completa entre los compañeros de especialidad.

      Los recursos que el científico utiliza para convencer son numerosos y difieren según la disciplina concreta. No en todas existen, por ejemplo, las mismas reglas en el uso del lenguaje, aunque la voluntad de hacer una ciencia universal hace preferir los estilos austeros y simples, lo que, por otra parte, en la actualidad, constituye una ventaja para los investigadores no angloparlantes dada la usual exigencia, también, de expresarse en inglés. Otras directrices se refieren al modo de presentar los argumentos propios, que deben conectarse a los parámetros generales establecidos, aunque ello pueda suponer su deformación y, por tanto, un alejamiento de lo que verdaderamente se desearía transmitir. En relación con esto, las citas se convierten en uno de los factores más característicos. Preferentemente, se convocan en el trabajo a grandes autoridades, a nombres de prestigio, aunque sus ideas sólo de forma marginal se relacionen con las expresadas o no se basen en profundas indagaciones personales sobre el tema. Como manifiesta B. Latour (1992: 33), especialmente interesado en estas estrategias técnicas, las citas pueden ser rutinarias, de mera identificación con un colectivo, o pueden resultar erróneas, estar mal interpretadas o no tener otro fin fundamental que el de alardear. En esa línea que, quizá, halla su culmen de artificiosidad si se usan algunos títulos sólo para el engrosamiento de la bibliografía final, también pueden actuar otros móviles sobrevenidos, como las relaciones de camaradería, la mayor difusión de determinados escritos o el mero azar. Al criticar los métodos bibliométricos de evaluación de la investigación, E. Primo (1994: 246), que también apunta el simple formulismo o la mera búsqueda de prestigio que a menudo orientan las citas, considera asimismo un elemento disuasorio: no se mencionan aquellos trabajos que pueden ensombrecer la originalidad del propio. También aquí se pueden sumar otros aspectos de carácter repelente: se eluden productos de desconocidos, no validados a través de los cauces «normales» del colectivo correspondiente, ni tampoco aquéllos que contrarían de forma contundente las ideas defendidas.

      Pero, además de estas pautas y de esta colección de referencias, el texto debe venir a matizar o a aportar algo nuevo a lo ya acatado, sin contradecirlo de forma flagrante. Un cambio de tonalidad o de perspectiva puede ser suficiente y mucho más aceptable por la comunidad científica que un intento de fuerte ruptura. La labor es difícil por su paradoja interna: es necesario aportar algo y conviene parecer novedoso, pero, en el fondo, no se deben alterar sustancial-mente las verdades básicas vigentes. Además, la posibilidad de refutaciones, sobre todo al poder convocar a menos nombres de prestigio y apelar a menos pruebas, hace transitar al científico con cautela entre algunos argumentos y, en consecuencia, lo lleva a exponer varias ideas como hipótesis susceptibles de contraste o como fenómenos abiertos a una indagación posterior. De este modo, el investigador suscribe un seguro contra las críticas inevitables que aparecerán de ser tenido en consideración. La prudencia y la modestia se cargan, así, de un claro sentido racional.

      Entre los recursos técnicos también destaca el uso de datos numéricos, con su apariencia de objetividad, y la inclusión de gráficas y tablas, que ordenan y esquematizan la realidad de acuerdo con criterios diversos. Según se concibe ampliamente, estos elementos permiten escapar de la tendencia a la especulación a que nos conduce el mero uso del lenguaje, de forma que, teóricamente, reproducen mejor la realidad y pueden compararse más fácilmente entre sí. Sin embargo, lo subjetivo también impregna la selección de unos u otros datos, su confección y su presentación. Además, numerosos aspectos trascendentes escapan a la posibilidad de medición y los que resultan proclives a la misma requieren siempre de unas u otras ideas, similares a las que operan sobre otros tipos de información, para realizar su interpretación.

      En Ciencia en acción, Bruno Latour juzgaba el empleo de toda esta serie de recursos como estrategias dirigidas a callar y aislar a todo potencial disidente. Las verdades aceptadas y no cuestionadas son para él «cajas negras», similares a las de los artilugios técnicos, que, lejos de resultar de un proceso ordenado convencional, se construyen a partir de discusiones y desacuerdos. De ahí la necesidad en cada científico de buscar aliados técnicos –«inscripciones», según su definición– en apoyo de la postura propia. La captación de la atención hacia las conclusiones previstas pasa por acumular el máximo de cajas negras, de argumentos menos controvertibles e inscripciones que merezcan menos duda, porque el lector, en un comportamiento imprevisible y «exasperante», puede enfrentarse al texto de manera muy personal e incluso de forma errática, sin leerlo íntegro. De la misma forma que, en su labor, el científico contempla la literatura anterior a la luz de sus propios valores e intereses, también su trabajo será incorporado por otros mediante versiones personales. El texto puede ser rebatido, criticado, deformado o referido a la ligera, sin conexión con lo que se pretendía mostrar. Pero, como peor y más frecuente alternativa, en un mundo que nuestro autor juzga despiadado, el texto puede ser simplemente ignorado y su efecto, por tanto, resultar inocuo (Latour, 1992: 160): «La mayoría de las afirmaciones, de los autores, de los científicos, es invisible. Nadie los tiene en cuenta, nadie disiente. En la mayor parte de los casos, parece que ni siquiera se ha desatado el comienzo del proceso». Además, si otros incorporan un enunciado como «caja negra», no es sin alteraciones, sino sometiéndolo a un proceso progresivo de erosión y pulido, a una estilización muy fuerte que puede concluir en una mera referencia sintética sin alusión a su origen.

      Estas observaciones de Latour revelan una débil fertilidad, cuando no una total esterilidad, de la mayor parte de trabajos que ven la luz. En principio, la mecánica rutinaria seguida en la confección continuada de textos en torno a una línea de investigación –con sus normas implícitas sobre acumulación de breves citas, criterios de autoridad, necesidad de destacar la aportación propia, etc...– explica que cada autor apenas comente con mínima exhaustividad otros ensayos. Pero, además, al ser tan alta la cantidad de trabajos editados, tan diversas las líneas de reflexión y tan común la falta de sintonía, no sólo se prescinde efectivamente de gran parte de lo publicado, sino que lo consultado queda indispensablemente sometido a procesos de selección, síntesis, estilización, traducción y mera evocación puntual.

      7. La construcción del conocimiento científico no se entiende sin su medio social

      Como hemos entrevisto en algunos comentarios, no es sólo la comunidad de especialistas, en última instancia, quien desde una perspectiva relativista explica la dirección del conocimiento científico. El medio social también sienta varias de las premisas básicas de ese desarrollo,


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