El pasado cambiante. José María Gómez HerráezЧитать онлайн книгу.
el que no se tiene ningún control– brota la posibilidad de ser escuchado y encontrar sentido a la actividad desarrollada. Las fórmulas de debate y de crítica aparecen también premodeladas mediante cauces determinados, por lo que presentan unos límites precisos que cuesta traspasar. Así, de forma paradójica, es una especie de alienación y de renuncias, de pérdida de control sobre el producto propio y de sumisión a reglas estrictas y difíciles de cuestionar, lo que se convierte en un elemento de aparente liberación y de probables compensaciones. Aunque esta coacción superior puede parecer más nítida en situaciones donde aparece un credo oficial de la historia bastante estricto, como en la Rusia estalinista o bajo los regímenes fascistas, no escapa a ella, bajo un clima científico amparado en la aparente libertad y la competitividad, el mundo liberal-democrático. Las fracturas en ese último marco resultan también muy difíciles. Es posible alejarse en medidas variables de los intereses sociales inspiradores y de los criterios sustentados por los grupos que conforman la comunidad científica, pero la cabida del trabajo realizado será tanto menor cuanto mayor sea la distancia. Con frecuencia, la disidencia se traduce en aislamiento, claudicación y abandono.
Un mundo científico sin límites ni coacciones, de tipo «celestial» o «paradisíaco», resulta inconcebible. No es posible indagar en cualquier tema y de la forma que se quiera, al margen de líneas establecidas, porque en ese marco se verían ampliamente afectadas, hasta extinguirse, las posibilidades de creación y de comunicación. En esa hipotética situación, ¿qué garantizaría unos objetivos compartidos mínimos, una oportunidad para el diálogo y, por tanto, un cierto sentido, al menos, al trabajo desarrollado? La utopía extrema se convierte, así, en sinrazón. Pero puede concebirse una situación donde el carácter coactivo de las pautas comunes se reduzca al máximo y resulten mayores la libertad y la independencia. Se trata, evidentemente, de un modelo de difícil plasmación por el sentido voluntarista que debe animarlo, pues supone rechazar la prefijación estricta de reglas, los criterios sacrosantos de autoridad, el tránsito rígido por una especialidad, los conceptos férreamente delimitados, la previsión en la crítica y el desmedido encanto de las modas y de la novedad. Más difícil, sin duda, es prescindir de los criterios últimos que marca la ideología, dado que de la mayor
o menor coincidencia en las concepciones sociales derivan, inevitablemente, mayores o menores niveles de comunicación y, por tanto, de comprensión y aceptación, de modo que sólo el respeto y la tolerancia permiten que no se produzcan fuertes exclusiones por este motivo.
A través de este análisis, se persigue valorar la incidencia del contexto social y profesional en algunas manifestaciones del trabajo histórico, sobre todo en su vertiente económico-social, aunque, siempre, necesariamente, de forma sintética y según nuestras personales selecciones, interpretaciones y adaptaciones. Estos trabajos no nos interesan básicamente en sí mismos, como aportaciones al conocimiento y a la discusión de determinados temas, sino como reflejo de unas pautas de comportamiento y de percepción que cobran sentido en un marco concreto. De ahí que nos preocupe especialmente la ubicación del discurso histórico de cada autor dentro de un contexto social y cultural, como también el sesgo que adoptan cada debate y cada postura profesional. El universo de nombres que forma nuestro ámbito potencial resulta tanto más amplio en la medida que no comprende sólo el campo de los historiadores, sino también esquemas de pensamiento económico y social sensibles a la observación del pasado e influyentes, por ello, en las concepciones históricas. Esta variedad de objetivos nos ha llevado a manejar una bibliografía diversa, aunque de desigual uso: mientras algunas obras nos han interesado en toda su dimensión, otras lo han hecho por algunas parcelas o esencialmente por aspectos puntuales. Por otra parte, a la vez, este análisis se centra, sobre todo, en trabajos que en alguna fase o de forma continuada han adquirido grados significativos de difusión, por lo que falta una gran variedad de textos y, en particular, un segmento fundamental, mucho más amplio, para explorar la mecánica real de la actividad del historiador en su contexto: el de los ensayos poco conocidos, olvidados en su mismo origen o ni siquiera publicados. En estas posibilidades de olvido y desconsideración pueden pesar diversos factores circunstanciales o también la mera saturación que provoca la ingente producción dentro de una especialidad. Pero, si la alta difusión de un texto en una etapa determinada o su elevada valoración a lo largo del tiempo revelan una convergencia de requisitos para formar parte de un debate, la marginación puede expresar su falta de integración, es decir, su distancia respecto a los cánones de la comunidad científica o respecto a los intereses sociales dominantes.
En el esquema global de este trabajo se distinguen ocho capítulos. En el primero, al hilo de ideas planteadas por sociólogos y especialistas de otros dominios disciplinares, se intenta perfilar la importancia de la comunidad científica y del contexto social en la conformación del conocimiento. En el segundo, con el apoyo complementario, aunque no decidido ni incondicional, de filósofos de la historia y de historiadores que han teorizado sobre su especialidad, se desciende a estas cuestiones en el ámbito específico del análisis histórico. En los capítulos siguientes se observan algunas teorías, debates, juicios y comportamientos profesionales que permiten corroborar esas conexiones sociales y esa comunión interna básica, pero también la inevitabilidad del desacuerdo e incluso de la incomunicación. Aunque no se pretende presentar el estado de la cuestión sobre ningún problema histórico, resulta fundamental, por ello, aproximarnos a la discusión y a la crítica historiográficas en distintos temas y, en algunos casos, enfrentarnos de forma personal a la lógica del discurso. Dada la distancia entre las diversas tradiciones y autores, la selección de líneas y temas de estos capítulos, bajo títulos altamente convencionales, no deja de suponer un heterogéneo conglomerado de siempre cuestionable vertebración. En concreto, en los capítulos tres y cuatro se detiene la atención en los planteamientos liberales desarrollados a partir de Adam Smith, en su influjo en algunos historiadores españoles y en las posturas alternativas que suponen las visiones de Karl Marx y de la tradición económico-histórica impulsada en Alemania por Friedrich List. En los capítulos cinco, seis, siete y ocho, se abarcan tradiciones del siglo XX muy alejadas entre sí, que contemplan problemas sólo definibles dentro de sus propias líneas, como el inicial espíritu capitalista, la transición del feudalismo al capitalismo, el papel de la gran corporación empresarial desde fines del siglo XIX y el problema del crecimiento económico. Esta serie de temas nos hará valorar enfoques tan distintos, en verdad, como los que representan Weber, Sombart, Braudel, algunos autores marxistas, algunos institucionalistas, algunos cuantitativistas o nuevos historiadores económicos.
1. En su reciente autobiografía, E. Hobsbawn (2003: 273) se refiere al presente como «gran era de la mitología histórica», aunque en realidad venía a revelar una práctica siempre constante: «La historia está siendo revisada o inventada hoy más que nunca por personas que no desean conocer el verdadero pasado, sino sólo aquél que se acomoda a sus objetivos». En esas condiciones, el sentido crítico puede resentirse de forma notable (Hobsbawn, 2003: 378): «E incluso en las democracias en que el poder autoritario ha dejado de controlar lo que puede decirse o no acerca del pasado y del presente, la fuerza conjunta de los grupos de presión, la amenaza de los titulares, la publicidad desfavorable o hasta la histeria pública imponen una evasión, un silencio y una autocensura en público determinada por lo que es políticamente correcto».
I. CIENCIAS NATURALES Y SOCIALES, EN CRISIS PERMANENTE
Entre los filósofos, sociólogos y otros teóricos que se han aproximado al modo como se produce y se difunde el conocimiento científico se ha desarrollado una gran variedad de criterios. En particular, al tratar de separar la realidad y las apariencias, las tendencias que cultivan formas más o menos marcadas de relativismo han revelado unos mundos, unas motivaciones y unos procedimientos no sustentados, como en la imagen más común, en unas bases racionales uniformes. Tales valoraciones resultan tanto más significativas en la medida que no se yerguen sólo sobre las ciencias sociales, donde las ideologías, la complejidad e irregularidad de los procesos analizados y la variedad de puntos de interés pueden hacer más visibles la diversidad y las dificultades de conciliación entre las distintas tradiciones. También las ciencias naturales, donde en principio la comunión resulta más fácil por la menor impregnación por ideologías de clase