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El ejército y las partidas carlistas en Valencia y Aragón (1833-1840). Antonio Caridad SalvadorЧитать онлайн книгу.

El ejército y las partidas carlistas en Valencia y Aragón (1833-1840) - Antonio Caridad Salvador


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se lo impidió. El caudillo carlista se retiró entonces a Chiva, donde fue derrotado por su contrincante el 2 de abril. Por suerte para los rebeldes, las disputas internas de los liberales les salvaron de la persecución enemiga, permitiéndoles regresar a Aragón sin demasiados problemas.15

      Una vez allí el tortosino ordenó fortificar Cantavieja, pequeña población aragonesa que estaba situada en una excelente posición defensiva. En poco tiempo las obras estuvieron terminadas y esto permitió a los carlistas contar con una base permanente donde depositar prisioneros, almacenar víveres, cuidar a los heridos y fabricar el equipamiento militar.16 Mientras tanto el Serrador continuaba con sus operaciones por la provincia de Castellón, aumentando poco a poco su campo de acción. En un principio fue derrotado por las columnas de Buil y de Cánovas, pero en junio consiguió tomar los fuertes de Alcalà de Xivert y Torreblanca, lo que le permitió aumentar su partida con nuevos reclutas. Además, expulsó a las guarniciones liberales del Alto Maestrazgo, estableciendo en Benasal su base de operaciones.17 En cuanto a Quílez, se encontraba a las órdenes de Cabrera, como comandante de la división carlista de Aragón. Pero gozaba de una amplia autonomía, por lo que normalmente operaba por su cuenta. Esto le permitió lograr en mayo una gran victoria en Bañón (Teruel), así como emprender una importante expedición, que le permitió entrar, dos meses más tarde, en Xàtiva y Ontinyent.18 A quien no le iba tan bien era a Torner, quien tras varias derrotas en el corregimiento de Tortosa se vio obligado a cruzar el Ebro, lo que llevó a sus hombres a unirse a las fuerzas de Cabrera.19

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      Retrato de Ramón Cabrera

      Tras derrotar a los liberales en Ulldecona, Cabrera atacó Gandesa (Tarragona) en julio, con los primeros cañones de que dispusieron sus hombres. Mientras tanto la guerra se extendía al noroeste de la provincia de Valencia, donde se había creado la división carlista del Turia, que operaba desde Chelva. Esta unidad, que empezó a formarse en abril con tan sólo 66 hombres, creció rápidamente gracias al apoyo de la población de la comarca, así como a la organización que impuso Luis Llagostera, uno de sus primeros jefes. Gracias a ello los carlistas lograron una importante victoria en Alcublas (Valencia), contra las fuerzas de Buil, a las que hicieron más de 400 bajas. Como recompensa por sus éxitos Llagostera fue ascendido a comandante de la división de Tortosa, compuesta en su mayor parte por jóvenes del Bajo Ebro.20

      Todos estos éxitos se vieron facilitados por los motines urbanos y de algunas unidades militares a favor de la Constitución de 1812, que obligaron al general Montes, comandante del ejército liberal del centro, a suspender sus planes contra los carlistas. Y así llegamos a septiembre, cuando Cabrera, que aún seguía en Cataluña, recibió un mensaje del general Gómez, que se encontraba en Utiel y que le animaba a unirse a su expedición, que había salido meses atrás del País Vasco. El caudillo catalán acudió al encuentro y permaneció fuera de su teatro de guerra durante varios meses, dejando a José María Arévalo al frente del carlismo aragonés. También se incorporaron a la expedición Quílez y el Serrador, que se llevaron sus tropas consigo.21

      Esta salida de fuerzas rebeldes vino muy bien a las armas liberales, que pudieron obtener importantes victorias frente a un enemigo debilitado. El jefe de la división carlista valenciana, Domingo Forcadell, fue sometido a una dura persecución y acabó siendo derrotado por Borso en La Sènia (Tarragona). Poco después el general San Miguel pudo conquistar Cantavieja, el 31 de octubre, capturando los suministros que almacenaban allí los rebeldes y liberando a varios cientos de prisioneros. Y a esto siguió el abandono de los fuertes de Beceite, destruidos por los carlistas ante el avance liberal, ya que eran incapaces de defenderlos.22

      Pero las cosas no tardaron en cambiar de sentido, debido al regreso de los principales jefes rebeldes. En diciembre lo hizo el Serrador, que aunque volvió enfermo y con tan sólo cien jinetes, reorganizó enseguida su partida e incluso creó una junta de gobierno.23 Algo parecido le sucedió a Cabrera, quien, tras permanecer herido y oculto durante un mes, volvió a Aragón el 8 de enero de 1837. Su regreso subió enormemente la moral de la tropa, desmoralizada por las continuas derrotas y por los rumores de que había sido capturado o fusilado.24

      Tras ordenar el arresto de Arévalo, Cabrera tomó de nuevo el mando, emprendiendo expediciones a la Huerta de Valencia y a la Plana de Castellón, a fin de conseguir suministros para su ejército. En el transcurso de esta última fue herido en combate en Torreblanca, lo que ocasionó la retirada de sus fuerzas y que permaneciera inactivo durante unas semanas. Mientras tanto Forcadell hizo otra expedición a la provincia de Valencia, aplastando en Buñol a la columna de Crehuet. En cuanto a Cabrera, una vez recuperado, llevó a cabo otra incursión por la zona, aniquilando en Pla del Pou (San Antonio de Benagéber) a una fuerza enemiga, fusilando a los oficiales capturados y entrando después en Burjassot, donde celebró una fiesta.25 Todo esto fue posible por la escasez de fuerzas liberales, que sólo contaban con 5.000 hombres en fuerzas móviles, para proteger de los rebeldes el antiguo reino de Valencia. A esto se añadía el retraso en las pagas, que ocasionó un motín en el batallón de cazadores de Oporto. Y la falta de coordinación entre los generales de la reina, que carecían de un comandante en jefe. Para paliar este problema el gobierno puso al mando del ejército del centro al general Marcelino Oraa, que había destacado en el frente vasco-navarro, y que asumió el mando de todas las fuerzas de Valencia y Aragón.26

      Poco después Forcadell emprendió una expedición a Orihuela, ciudad alicantina muy afín a la causa carlista, pero que se encontraba alejada del teatro de operaciones. Tras atravesar las provincias de Cuenca, Albacete y Murcia, Forcadell entró en dicha población el 29 de marzo, siendo recibido con gran alegría y reclutando en la zona varios cientos de voluntarios. Además, consiguió 3.000 reales y una importante cantidad de fusiles, así como telas para confeccionar uniformes. Con todo esto emprendió el regreso y, aunque fue alcanzado en Chulilla (Valencia) por la columna de Nogueras, consiguió unirse a Cabrera con la mayor parte del botín.27

      Durante los meses anteriores los carlistas habían vuelto a crear la división aragonesa, que había desaparecido al marcharse Quílez con la expedición real. Esto fue obra de Juan Cabañero, un hacendado sin experiencia militar, que había creado una pequeña partida a principios de 1836. Al cabo de un año sus fuerzas habían crecido considerablemente y esto le permitió entrar por sorpresa en Cantavieja, capturando a la guarnición liberal el 25 de abril de 1837. Este éxito puso en manos de los carlistas una base fortificada, además de proporcionarles varias piezas de artillería, gracias a las cuales Cabrera pudo tomar Sant Mateu (Castellón) poco después. Ante todo esto poco pudo hacer Oraa, ya que tenía que defender muchos puntos a la vez, con unas fuerzas muy reducidas.28

      Esta escasez de fuerzas liberales también facilitó las operaciones del Serrador, que, tras capturar en Mirambel a más de cien militares enemigos, se apoderó de Burriana, que había sido evacuada por las tropas de la reina. Allí capturó un cañón con el que intentó conquistar Benicarló, aunque sin éxito. Poco después se dirigió hacia el Sur, ignorando las órdenes de Cabrera (que no era su jefe) para que atacara a Oraa. En vez de eso, Miralles apareció por sorpresa en la Huerta de Valencia, donde obtuvo un importante botín, gracias a la ausencia de militares enemigos. Mientras tanto iba creciendo la rivalidad entre ambos jefes rebeldes, ya que el tortosino quería hacerse con el control de las fuerzas del caudillo valenciano, que se empeñaba en mantener su autonomía.29

      Pero volvamos con Cabrera, que el 23 de mayo emprendió un nuevo asedio de Gandesa, aunque a los pocos días fue derrotado por Nogueras y tuvo que levantar el sitio. Poco después tuvo que abandonar sus planes de marchar a Castilla, a fin de preparar la llegada de la Expedición Real, que, encabezada por don Carlos, acababa de entrar en Cataluña, procedente de Navarra. De esta manera se dispuso a recoger víveres para alimentar a dicho ejército cuando llegara, además de requisar barcas para facilitarles el paso del Ebro. Pero para ello tuvo que hacer frente a las columnas de Borso y de Nogueras, que trataron de impedirlo el 29 de junio. Ese día, Cabrera derrotó al primero en Xerta (Tarragona) e inmovilizó al segundo en el desfiladero de Armas de Rey, lo que permitió a la expedición carlista pasar el río e iniciar


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