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Turismo de interior en España. AAVVЧитать онлайн книгу.

Turismo de interior en España - AAVV


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márgenes comerciales (Wall y Mathieson, 2006).

      2 Marco conceptual

      Gemma Cànoves

      Elena De Uña

      Montserrat Villarino

      El presente trabajo analiza como en los territorios de interior están emergiendo unos clústeres alrededor de los nuevos productos turísticos, que ayudan con mayor o menor intensidad al desarrollo local. Ante dichas circunstancias, para que este turismo sea sostenible, teniendo en cuenta la propia resiliencia del destino, es necesario disponer de un sistema de indicadores que sean actuales, prácticos, operativos, evolutivos, fáciles de usar e interrelacionados, y que ayuden a obtener una visión global de su evolución y de su sostenibilidad (Gallego et al., 2013).

      En palabras de Valls (1998:34) se entiende por destino turístico un «espacio geográfico determinado, con rasgos propios de clima, raíces, infraestructuras y servicios, y con cierta capacidad administrativa para desarrollar instrumentos comunes de planificación, que adquiere centralidad atrayendo a turistas mediante productos perfectamente estructurados y adaptados a las satisfacciones buscadas, gracias a la puesta en valor y ordenación de los atractivos disponibles; dotado de una marca y que se comercializa teniendo en cuenta su carácter integral». Por ello es necesario que los agentes relacionados con el turismo, tanto privados como públicos, puedan abordar la gestión de los flujos turísticos y la organización de los destinos desde una perspectiva coherente, integrada y sostenible (Vázquez, 2005; Gutiérrez, 2013).

      Así pues, un destino turístico es un sistema formado por un conjunto de elementos de carácter físico y estático –recursos, atractivos turísticos e infraestructura de apoyo– y de carácter dinámico y relacional –los actores y sus conexiones– (Muñoz, 2012), donde los avances en la comprensión de los factores que determinan su sostenibilidad son fundamentales.

      En el ámbito académico se han sucedido distintos modelos teóricos para representar este complejo sistema, con toda su implicada red de interacciones. Entre las aportaciones más significativas realizadas sobre la conceptualización y modelización de los destinos turísticos1, destacan los trabajos de Dredge (2006), que ha recopilado los sistemas turísticos desde el punto de vista de la planificación y el diseño de los destinos, clasificándolos en tres categorías: modelos de viajes turísticos, modelos estructurales y modelos evolutivos. A su vez, Pearce (2012) los ha analizado como clústeres, como redes, como sistemas y como constructos sociales. Otros autores también han incorporado el análisis de redes sociales a sus estudios sobre los sistemas turísticos (por ejemplo, Paulovich, 2002; Prats, 2005; Dredge, 2006; Pforr, 2006; Merinero y Pulido, 2009; Merinero, 2011; Muñoz, 2012; Prat, 2013). En esta línea, Prats (2005) propone un modelo denominado «Sistemas Locales de Innovaciones Turísticas» (SLIT), en el que el territorio es una construcción colectiva, no necesariamente ligada a la proximidad geográfica ni a la aglomeración, en donde se generan interacciones entre los distintos agentes turísticos. Sin embargo, aunque existen múltiples modelos teóricos de sistemas turísticos2, el más generalizado en estos últimos años es el propuesto por Leiper (1979), que ha sido citado y adoptado por diversos autores (entre otros, Hall, 2000; Petrocchi, 2001; Pérez et al., 2003; Cooper et al., 2008).

      Se trata de un modelo de enfoque espacial que presenta el sistema del turismo de una forma simple, con elementos e interrelaciones. En dicho modelo3 el sistema está formado por los turistas, los agentes turísticos y los espacios utilizados; todos ellos condicionados por el macro-entorno humano, político, socio-cultural, económico y medio-ambiental. Sea cual sea el modelo de sistema turístico elegido; en los destinos más consolidados se pueden observar unos referentes básicos que se han sucedido de forma común a lo largo de las últimas décadas. Estos son, desarrollo, adaptación, competitividad, calidad y sostenibilidad (Velasco, 2008). Así, los agentes turísticos están cambiando su estrategia teniendo en cuenta las nuevas necesidades de la demanda, los impactos medioambientales, socioculturales y económicos que generan los visitantes y la propia resiliencia del territorio; con el objetivo de singularizar su oferta, revalorizar el papel del espacio y desarrollar redes de cooperación (García Hernández, 2014; Horrach, 2014).

      En este nuevo contexto, los sistemas turísticos, entendidos como un conjunto de elementos interrelacionados, según lo planteado por la Teoría General de Sistemas4, y donde convergen elementos naturales y antrópicos, se encuentran influidos por diferentes variables. Entre ellas cabe destacar: las inversiones necesarias; el empuje de los nuevos emprendedores; la mayor o menor facilidad crediticia para las empresas y autónomos; la competencia; el mercado laboral; el nivel de formación de la población; el paisaje; el patrimonio existente en el territorio; la seguridad del destino; el nivel de las infraestructuras de acceso y de los servicios; las políticas y estrategias gubernamentales; el interés de los diferentes agentes (comunidad local, asociaciones, organizaciones empresariales, instituciones públicas, empleados del sector, etc.) y los cambios en la demanda turística (Gunn, 1994; Gallego et al., 2013; Prat, 2013).

      En la actualidad los territorios de interior han multiplicado las estrategias orientadas a la explotación turística de sus recursos naturales y culturales. Dicha estrategia favorece la valorización y la protección del paisaje5 (Vázquez, 2005; Díez, 2013) y ayuda a garantizar que el desarrollo de la actividad turística no suponga una amenaza para el paisaje y la biodiversidad (Díez, 2013) permitiendo integrar el uso turístico de estos espacios y la conservación de los recursos (Ivars, 2001).

      En cuanto a la valorización de los recursos culturales, hay que tener muy presentes dos aspectos fundamentales: la rehabilitación y puesta en valor del patrimonio cultural y su interpretación. La rehabilitación y puesta en valor de este patrimonio permite mantener en condiciones óptimas unas instalaciones y monumentos que se han ido degradando con el paso del tiempo. Sin embargo, con la actual crisis económica, las partidas presupuestarias destinadas a realizar inversiones en materia de rehabilitación del patrimonio se han reducido drásticamente y la elección debe ser analizada con detalle, debiéndose tener muy en cuenta aspectos como la singularidad y atractivo del recurso, la accesibilidad, la potencial afluencia de público, la seguridad del entorno y el nivel de conservación previo (Díez, 2013).

      Por su parte, la interpretación «in situ» del patrimonio se basa en seis principios básicos: presentar unos mensajes interesantes, atractivos y cercanos; imaginar o revivir los acontecimientos ocurridos en una determinada época; dar una información veraz e inteligible; proponer una idea central que envuelva toda la escena y el discurso interpretativo; disponer de personal-guía con la adecuada preparación; preparar demostraciones, talleres, seminarios y exposiciones; señalizar rutas; editar folletos y guías de viaje; y utilizar las herramientas TIC para itinerarios autoguiados (audio guías y guías para telefonía móvil), audiovisuales con medios sensoriales (sonidos, luces y olores), imágenes tridimensionales, paneles interpretativos, etc. (Solsona, 2009; Díez, 2013). La Figura 3, resume de forma sintética el planteamiento que se ha presentado.

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       Fuente: elaboración propia

      Llegados es este punto, es importante señalar las diferencias entre atractivo turístico, recurso turístico, producto turístico y destino turístico (Figuras 4 y 5). Así, siguiendo a Navarro (2015), el atractivo turístico puede definirse como el conjunto de bienes materiales e inmateriales que están a disposición del ser humano (patrimonio) y que por su atracción son susceptibles de convertirse en una atracción turística. A su vez, un recurso turístico es el conjunto de bienes y servicios con características relevantes y que por medio de la actividad humana hacen posible la actividad turística con el objetivo de satisfacer


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