Incursiones ontológicas VII. Varios autoresЧитать онлайн книгу.
me dejara terminar podría implicar una hora o casi dos, por la extensión del juego; así fue mencionado por ella, varias veces, hasta que no aguantó más y de un momento a otro, sin yo darme cuenta, por estar concentrado en mi juego, abrió la unidad de CD, sacó el CD y me lo rompió en la cara; y este momento lo tengo muy marcado en mis recuerdos, porque se desató en mí la rabia más absurda posible, fue uno de los momentos en donde recuerdo que en mí creció una ira desenfrenada, ciega, solo quería vengarme, generarle el máximo dolor posible, para que recordara que eso no se hacía; así fue que, cuando ella vio mi cara desencajada, vi en su rostro un pánico extremo que lo único que le permitió hacer fue iniciar su huida a resguardarse con mis padres, que estaban cocinando, así que arrancó a correr desde el estudio hacia la cocina; recuerdo que tiré la silla del computador al piso para correr tras ella; por mi estado atlético de ese momento, ya que entrenaba muchísimo fútbol, salté por encima de la cama de mis papás de un solo brinco; recuerdo que no era consciente de ni una sola parte de mi cuerpo, tenía toda mi atención centrada en mis ojos, que veían fijamente a mi hermana, sentía que era un depredador que iba a cazar a su presa, tenía unos ojos vidriosos, llenos de lágrimas de rabia, dolor e injustica, solo quería venganza; en esa maratón, que la verdad fueron pocos segundos, mis padres ya estaban alertados de lo que sucedía, pues los gritos de pánico de mi hermana eran fuertes y muy angustiantes, recuerdo algo como :“Mami Andrés me va a pegar”; mi hermana pensó que alcanzaba a llegar a la cocina y quedarse detrás de mi mamá, pero no sé cómo vi un solo momento posible para ejecutar mi venganza y cuando ella iba a girar a la cocina, como cuando un jugador de fútbol va a encarar un balón que viene de un centro largo, puse mi pie izquierdo bien adelante y apenas ella iba a girar, ya estando cerca de mi mamá, salió mi pie derecho directamente a su humanidad, solo sé que la fuerza que empleé en ese golpe fue desmedida, hoy digo que fue brutal, porque la siguiente imagen que tengo es la de mi mamá recibiendo a mi hermana casi encima de ella, por la fuerza con la que le pegué, empujándola con la punta del pie, inmediatamente vi a mi papá atrás de mi madre arrancando a venir hacia mí a castigarme.
Volviendo a ese momento a lo que pasaba por mi cabeza, recuerdo que la rabia, la ira, y cólera que tenía se fueron con esa patada; toda esa energía contenida quedó en la cola de mi hermana, afortunadamente no dejó lesiones físicas graves, solo un morado en su piel y una actitud de ella hacia mí mucho más lejana, ya que no me habló por dos semanas, pero inmediatamente inició en mí otra configuración de pensamiento diferente, inició la culpa por haberme desmedido en mi acto, el remordimiento, porque al final del día era mi hermana a quien lastimé profundamente y con extrema violencia, y el miedo por lo que iba a pasar de ahí en adelante
Cuando vi el cuadro completo, mi mamá recibiendo a mi hermana casi volando del golpe terrible, y a mi papa venir hacia mí, casi que con la misma cara con la que yo vi a mi hermana cuando me rompió el CD, desencajada, llena de una rabia inmensa hacia lo que había pasado, arranqué a correr ahora yo, para salvarme de la reprimenda que venía; sabía que el castigo físico que iba a recibir sería muy fuerte, así que inmediatamente me volteé y arranqué mi maratón a mi cuarto; claramente yo corría muchísimo más rápido que mi papá, así que en dos o tres zancadas ya le llevaba una diferencia grande; entré y cerré la puerta fuertísimo, con seguro - recuerdo que las puertas no se podían abrir de afuera hacia adentro ya que las llaves en algún momento se perdieron – yo me fui a un rincón que, el que tantas veces me alojó cuando me pegaban de niño, entre el armario y la pared, y me senté allí a llorar profundamente, mientras mi papa le pegaba a la puerta para que yo abriera; no recuerdo qué decía literalmente, pero hasta donde tengo memoria, eran amenazas de lo que iba a suceder apenas abriera la puerta, solo escuchaba los gritos de rabia de mi papá, los golpes que le daba a la puerta y el llanto desgarrador de mi hermana, junto a mi madre, en la cocina; así fue como duré cerca de una hora llorando, allí tirado en el piso con las manos abrazando las rodillas y mi cabeza guardada en ellas; recuerdo los pensamientos en mí en ese momento, donde solo tenía en mi cabeza la injusticia de estar encerrado y aislado, porque todo lo que había pasado no era solo mi culpa, sin reconocer que mi acto fue desmedido, también sentía mucho miedo por lo que pudiera pasar de ahí en adelante, además de una soledad infinita por estar llorando allí, cuando mi primer error había sido no haber pensado de manera equitativa, para que mi hermana pudiera también jugar; por último, tenía un gran remordimiento por haber actuado como lo hice, me había desmedido físicamente. Sabía que el acto de mi hermana hacia mí iba a pasar inadvertido, porque lo que yo le había hecho a ella había sido demasiado violento, y no tenía comparación.
Hoy, como adulto vuelvo a ese momento y me pregunto: ¿qué me hubiera dicho a mí mismo para que no hubiera explotado como lo hice?, con los recursos que hoy tengo, ¿que le hubiera dicho ese niño dolido por lo que había sucedido, para que pudiera actuar de una manera mucho más adecuada? Sabiendo las consecuencias, tanto de la rabia que yo manejaba como de la actitud de mi hermana frente a las peticiones que hacía, ¿qué hubiera pasado si me permitiera ceder un poco y permitir al otro también disfrutar?, ¿cuál fue la consecuencia de esa rabia vivida?, ¿qué he ganado y perdido por ella? Las respuestas son cortas y contundentes: “esa rabia no es tuya, tu energía sí”, además de: el mundo permite que habitemos todos en él, el asociarte y permitir que otro pueda disfrutarlo contigo, generará más capacidad de disfrute en equipo, tolerancia, respeto y esa añorada unión con tu amada hermana. Tuvieron que pasar veintidós años para poder ver ese espacio diferente y con compasión.
Pasó el tiempo allí en mi habitación, mi mamá llegó a la puerta a decirme que saliera a almorzar, pero el miedo que tenía que mi papá me pegara y la rabia que todavía sentía en mí por lo que mi hermana había hecho, me impidieron salir de la habitación en todo el resto de día, así que me acosté en la cama y dormí no sé por cuánto tiempo; la verdad, estaba agotado, ese momento me había dejado realmente cansado, me desperté en la noche y escuché todo en silencio, así que abrí la puerta y me fui a la cocina a buscar comida, no recuerdo qué tomé o que comí, pero me abastecí de lo que necesitaba y regresé a mi cuarto, y allí me quedé hasta el otro día.
En el ABC, en mi primera experiencia de Coaching, trabajé mucho el miedo al dolor y al maltrato; al ser vulnerado físicamente, este miedo a los golpes generó en mí una destreza inigualable de huir, de correr, esconderme y protegerme, incluso de desafiar la autoridad, pero desde la distancia, pero lo que no revisé en ese espacio fue: ¿qué hubiera pasado si me hubieran regresado un comportamiento con la misma rabia que yo tenía? Es bien interesante poder identificar esa sensación de poder ponerme en la situación del otro, sentir, pensar y hacer lo que viene después de ese gran maltrato físico y moral, pero me paro desde el lugar en donde efectivamente lo viví y realmente sé lo que pasaba, me disminuía por un momento, lamentándome quizás por haber venido a la tierra a vivir esto, pero después de muchos golpes, me paraba firme y fuerte, porque no me iba a dejar vencer. ¿Con qué postura me paraba? ¿Era valiente, o era arrogante? ¿Buscaba justicia o venganza?
En los días siguientes, la única que me hablaba era mi mamá, mi papá me evadía, mi hermana me ignoraba y mi mamá se me acercaba a preguntarme cosas, no recuerdo qué, pero yo era muy temeroso y precavido de cada movimiento que sucedía; creo que aprendí a desconfiar de cualquier intención con la que llegaran, me volví meticuloso en conocer sus movimientos, en intentar descubrir lo que podía pasar, se generó una desconfianza enorme hacia mi familia; no sabía qué iba a pasar y en qué momento, solo sé que esta situación tensa duró como una semana, hasta que mi mamá se acercó a mí y me pregunto todo lo sucedido; le conté con toda la honestidad del caso y me pidió que le pidiera disculpas a mi hermana, sin esperar nada a cambio, algo que me generó un conflicto muy grande, porque la verdad era que el acto más fuerte, antes del golpe, lo había tenido mi hermana, al romperme algo que para mí era un bien muy preciado, pero hoy, siendo consciente, no escuché su necesidad y no llegué a ningún acuerdo, así que acepté ir a pedirle perdón, pero ella solo me vio, dijo bueno y se fue; las cosas nunca fueron igual entre nosotros.
Recuerdo también un evento similar, muy parecido en cuanto a la violencia de ese golpe a mi hermana, pero que fue realizado por mi papá hacia mí. Yo tenía como diez años, mi hermana y yo estábamos en primaria, en el colegio de la Presentación Centro, en Bogotá, Colombia. Recuerdo que mi papá fue a recogernos para