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Incursiones ontológicas VII. Varios autoresЧитать онлайн книгу.

Incursiones ontológicas VII - Varios autores


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1.5Un antes y un después

       1.6 Cómo aprendí a ser como era

       2. Miedos y Sombras.

       3. Modelo OSAR y Estructura de Coherencia.

       3.1Modelo OSAR

       3.2Estructura de Coherencia y Perfil Unitario

       3.3El Miedo

       3.4La Rabia

       3.5La Victimización

       3.6La Arrogancia

       4. Creación de mi propia Obra de Arte.

       4.1Diseño Estratégico de Identidad.

       4.1.1 DEI

       4.2Estrategias de aprendizaje.

       5. Aporte Ontológico.

       6. Bibliografía.

      Aquí voy en interpretación del ser quien estoy siendo, tal como menciona Heidegger en su concepto del Dasein y en su definición de “como un estar-en-el-mundo fácticamente existente”. “Ser y Tiempo”. (Rivera J. E., 1926, pág. 62)

      •Chile estaba pasando por momentos políticos complejos. El gobierno de ese tiempo era el de Salvador Allende y de la Unidad Popular. El país se encontraba en una etapa convulsa, mucha división, desconfianzas, descontentos y movilizaciones sociales. Nuestro país estaba en crisis. Algunos ciudadanos sentían necesario un cambio y otros sentían injusto que lo que habían ganado, les fuera arrebatado. El contexto social era de desigualdades sociales, confusiones e inseguridades.

      Mientras tanto, el mundo que me esperaba estaba conformado por Juan y Guillermina. Mi madre se casó muy joven para salir de su casa y el maltrato que sufría por parte de su madre, hermana mayor de nueve hermanos de un segundo matrimonio. Juan, mi padre, tenía 23 años al momento de casarse, hombre alegre y amigo de los amigos y con especial gusto por las fiestas. Alto, moreno, de cara alargada y ojos tristes, “Un muy buen padre, pero no tan buen esposo” -decía mi madre.,

      Después de un año de casados, se fueron a vivir a Renca, otra comuna de Santiago, en una casa muy humilde; en mi imaginación tiene un cierto parecido a la casa del cuento de los tres cerditos, esa que con un soplido podría volar por los aires. Mi mamá me ha contado que la abundancia no era parte de sus días, por tanto, el trabajo y el esfuerzo eran parte fundamental de sus vidas.

      Al siguiente año, en marzo nace mi hermano mayor Juan, y dos después, mi hermana Soledad, y siete años más tarde, fui recibida en este mundo.

      Durante esos diez años de matrimonio, mi madre cuenta que, si bien al principio tuvieron alegrías, ella recuerda una vida difícil en lo económico y en lo afectivo, y su espera por mí estuvo llena de contradicciones; la esperanza, la desilusión, la alegría, la pena, la soledad, la inseguridad, la resiliencia podrían ser elementos que envolvieron mi llegada al mundo.

      Mi mamá cuenta que ese año tuvo alegrías, reconciliaciones y profundas penas, un 3 de octubre de ese mismo año, mi padre falleció en un accidente automovilístico y ella se vio enfrentada a un mundo que no conocía y para el que no estaba preparada, viuda de 26 años con tres hijos pequeños de 9, 6 años y una bebé de 8 meses. La soledad, la desesperación y la incertidumbre inundaron nuestro hogar. Me imagino que la soledad y la sensación de abandono debe haberme inundado también, me imagino como una bebé sin atención, sin cuidados, pero también comprendo que no existió otra forma de que hubieran pasado las cosas.

      Durante algunos meses recibimos ayuda de cercanos y algunos familiares, durante ese tiempo mi madre salió a buscar sustento para sus tres niños pequeños y el cuidado de las dos pequeñas quedó a cargo de mi hermano Juan, cambiando pañales, cocinando, asumiendo esa tarea. Me imagino que no fui tan cuidada y me pregunto ¿cómo un niño de 9 años podría estar a cargo de una beba de 8 meses?

      Hoy nos cuenta que, en realidad, no sabía cómo hacerlo, y que ahí se sentía como un papá, se sentía responsable de cuidarnos. Creo que aquello ocurrió durante tres meses, y luego fuimos enviados al cuidado de familiares paternos en el sur, y a internados. Mi emoción al recordar estos hechos es de tristeza al sentir la desprotección, dadas las situaciones de mi madre para cuidarnos.

      Durante los meses de verano, mi madre encontró el amor; se enamoró profundamente de Gustavo y su mundo cambió y el de nosotros también. Según las conversaciones con mis hermanos, la principal atención de mi madre fue hacía él, ¿quizás en respuesta a tanto desamor y abandono sufrido durante su vida? Comenzaba así una nueva vida.

      Yo era muy pequeña, tal vez sentí que la atención y el poco cuidado de mi madre eran atrapados por este nuevo amor. Comenzamos a vivir con él, conformamos una nueva familia y eso colaboró con mi crianza desde muy temprana edad. En una conversación con mi hermano mayor durante este año, ya cumplido mis 49 y con el objetivo de ir reconstruyendo mi historia, él me contó que este nuevo amor extraño llegó a vivir a nuestras vidas muy luego después de la muerte de mi padre, y que él sintió que ocupaba un lugar que no le correspondía y que nos robaba la atención, cuidado y amor de nuestra madre.

      Fue a él a quien reconocí como mi papá, no sé si él me adoptó o yo necesité adoptarlo a él. Creo que mis ansias eran más grandes que las de él; en realidad, creo que yo encontré una imagen paterna que me podría entregar amor, abrazar y dar atención.

      Crecí asumiendo que él era mi padre, a pesar de que siempre supe que no lo era; mi madre se encargó de recordármelo “siempre”, pero yo necesitaba sentir que él era parte de mí. Recuerdo que hacía muchas cosas para llamar su atención, comía todo lo que a él le gustaba, recuerdo que una oportunidad que tomé una sopa muy mala de sabor, creo que era “de cola de buey”, la tomé hasta el final, aunque su sabor me daba ganas de vomitar y aunque sabía muy amarga, lo hice para obtener su aprobación.

      Además, recuerdo que cuando pequeña lo único que quería era cambiarme el apellido por el de él cuando fuera grande, creo que era como una forma de sentir la pertenencia y el amor de un padre más allá de no tener un vínculo sanguíneo. Hoy entiendo que buscaba su aprobación y que me quisiera. Yo estaba dispuesta a hacer todo lo que pudiera para tener su amor.

      Sin embargo, creo que crecí sintiéndome ajena a él y mi madre se encargaba de hacérmelo sentir permanentemente, ella no me permitía abrazarlo, ni sentarme en sus piernas, ni ninguna expresión de afecto y me parece que a él tampoco le importaba hacerlas, más bien yo sentía que me dejaba hacerlo por cumplir, era como si nada fuera suficiente para que me quisieran; me ignoraban,


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