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Incursiones ontológicas VII. Varios autoresЧитать онлайн книгу.

Incursiones ontológicas VII - Varios autores


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quedé en que fue obvio para mí que si pertenecías a este rubro, debías saber y conocer la parte técnica; además, comienzo a recordar frases de mi madre sobre la preparación que uno debe tener en la vida, no sé si las dijo o no, pero escucho en mi interior algo así como: -Sin preparación no eres nadie -Si quieres que te respeten y te vean bien, debes tener un buen conocimiento – Como te ven, te tratan- Interesante encontrar esto que se grita dentro de mí cuando hago estas preguntas, inclusive comienzo a sentir escalofríos, pareciera que son mandatos obligatorios de vida para ser o pertenecer, como si en esto se perdiera la vida, además de aparecer un pequeño susurro de inferioridad, uno escondido detrás de esa rabia reconocida y expuesta, curioso descubrimiento.

      La situación que se desarrolló en su momento fue una llamada que ella me hizo para hacerme tres reclamos, el primero, que ella, como mi cliente, no tenía por qué soportar mis comentarios fríos y poco profesionales cuando se hacían consultas técnicas; además, que sentía que de mi parte habían mejores respuestas para sus clientes que para ella misma, sumándole que mi actitud hacia ella era desafiante, inclusive grosera y descalificadora. Debo mencionar que, desde que vi que me estaba llamando, antes de contestarle, inmediatamente sentí una molestia gigante, un malestar y una rabia inmensas, porque de verdad no tolero ni un poco a esta mujer; a mi juicio, siento que es muy poco profesional, sin interés por querer aprender; además, la veo con una prepotencia desmedida, en donde el mundo debe girar a su alrededor, sumándole que no es colombiana, es peruana, y allí hay un contexto cultural significativo que hay que tener en cuenta, y es cómo la mujer peruana se para ante los negocios y cómo ellas ven a sus clientes y proveedores; existe una cierta exigencia, esta es muy alta hacia las empresas que las proveen, porque debemos estar atentos en cualquier momento a sus necesidades, y esto es claro y lo entiendo; afortunadamente, he trabajado toda mi vida en multinacionales, donde el contacto con otras culturas ha estado presente, pero nunca me había encontrado con una persona que sacara lo peor de mí, constantemente. Siento, relatando esto, que veo en ella muchas veces mis defectos, veo la prepotencia, el orgullo, la fuerza para descalificar al otro, pero, sobre todo, veo la víctima, esta es la que desata en mí una potente llama de ira y rabia que me es difícil de controlar, existen inclusive pensamientos de aniquilar, matar, quitar la vida de esta persona – lo describo así porque así lo siento, pero en la realidad no sería capaz de salir a aniquilar a una persona - Son sensaciones que me ciegan, me hacen perder el centro y caigo en todo lo que ella describe como reclamos, así que, siendo honesto, sí he sido así con ella.

      Y me detengo un poco acá para entender todo lo que acaba de ocurrir; antes de poder siquiera pararme desde el escuchar al otro, aparece una preparación para ser el primero, competir, “mostrarme” inmediatamente en lugar de abrir la oportunidad para apoyar y colaborar con los demás, como si yo, al no estar adelante de todo, no validara ni permitiera que ellos existieran, primer paso para comenzar a vislumbrar ese gran espacio de trabajo de ser reconocido; además, me llama poderosamente la atención la cantidad de descalificativos usados para disminuir a su mínima expresión al otro, dejarlo indefenso, con pocos recursos para ser, juicios que si bien en su momento no fueron fundados, abren la posibilidad de comenzar a mirarlos de la manera más responsable y adecuada posible, empezar a fundamentar los juicios contrarios, quizás así pueda abrirme mucho más fácil a entender al otro.

      Cuando ella terminó de hablar y de darme a conocer sus reclamos, comencé a desbaratarle, uno a uno, sus puntos de vista y a pedirle evidencia de lo que decía; cuando hablaba de pedir información técnica, le mencioné que teníamos muchísima información disponible y abierta a ella, para que antes de llegar con una pregunta a nosotros como empresa, pudiera buscar y conocer de su mano lo que necesitaba; inclusive en esta época de pandemia, realizamos muchísimos videos y presentaciones que grabamos para que los clientes puedan conocer muchísimo más fácil todo lo relacionado con nuestros productos, pero su respuesta fue que yo, como proveedor, no tenía por qué mandarla a buscar algo, si mi obligación era tener que darle la información, ponérsela en la mano, dado que sabía que estaba en lo que habíamos construido, pero que solo era un pregunta puntual. Acá debo mencionar que sí creía que estaba centrado para no caer de nuevo en ser grosero; con este comentario, ya me salí de cualquier momento de concentración, el que me dijera que tenía que hacer lo que ella decía, inmediatamente prendió una llama, un incendio en mi interior que solo auguraba que lo que iba a seguir como conversación iba a terminar muy mal; advertí esto y lo que hice fue guardar silencio en el instante, me comenzaron a sudar las manos, apreté los dientes, me dio muchísimo calor, estaba lleno de ira, rabia, solo pensaba en lo floja y poco recursiva que era esta persona, pero me aguanté lo que más pude y allí me quedé, callado.

      Sigamos indagando un poco la situación; nace la gran rabia habitada por mí cuando ella me dice qué tengo que hacer, y aquí hay que poner atención a esto, ¿Qué siento cuando alguien me dice qué hacer? ¿Qué pasa por mi cabeza? ¿Qué pensamientos llegan a mí? ¿Qué postura corporal tomo frente a este tipo de actos? ¿Existe un irrespeto a figuras de autoridad? ¿Qué de mi historia, me hace moverme tan rápidamente a la reacción del silencio, del recogerme, de alistarme a no hacer ni entender? Bueno, no es tan difícil de responder todo esto, siento que nace de mis padres y su intención de no permitirme vulnerar su autoridad, cada vez que tomaba alguna iniciativa, de pequeño o de joven, esta podría ser ejecutada, siempre y cuando fuera validada y aceptada por ellos, pero ¿cuál es el límite de este espacio? ¿La libertad de ser se ve coartada por la decisión de otros? ¿Cuántas repeticiones de este suceso tuvieron que suceder para que se instaurara una “rebeldía” a la autoridad? De tantos momento de no tener respuestas frente a mis propios espacios en su momento, “simples”, comencé a evidenciar que no tenía un lugar de decisión, que dependía de otros, y la primera reacción era quedarme quieto, recogido, expectante, pero con la cabeza maquinando, analizando y revisando el momento oportuno para tomar mi propio camino, mi propia decisión; esto trajo consecuencias profundas en mi adolescencia, fue el nacimiento de un enfoque único visto en mis padres y adoptado por mí para dejarme ir por la vida, algo que, como verán, no fue muy útil.

      Cuando le pedí argumentos sobre las respuestas que yo le daba a los clientes, más elaboradas que las que le daba a ella, de nuevo le indiqué que necesitaba ejemplos y volvió a tocar un tema que ya habíamos hablado hace bastante tiempo; antes que terminara, la interrumpí y le dije: “Por qué tenemos que repetir este tema, ya lo habíamos hablado y habíamos llegado a conclusiones de cómo manejarlo, pero creo que, como siempre, no se escucha lo que digo”. Y bueno. acá desaté la furia que ella tenía también contenida, se paró desde la víctima, subió el tono de voz y tomó el recurso que me había dado anteriormente, del porqué su cliente exigía mayor atención, y aquí perdí el control, subí la voz, saqué los ojos de órbita, mi cabeza se llenó de sangre, el calor aumentó y comencé a mencionarle que llevaba dos años trabajando con ella, que habíamos viajado muchísimas veces alrededor del país, capacitando a los clientes, en donde ella había estado presente en infinidad de presentaciones, en las cuales he repetido mil y una veces la misma información, pero en todas las ocasiones ella no ponía atención, si no que se centraba en el celular o se salía a hacer varias cosas, demostrando que no le interesaba aprender, que quería todo a la mano y que a mi forma de ver, todo en la vida no era así de fácil.

      Quiero parar acá, porque necesito puntualizar en lo que se vino a mi cabeza escribiendo esto, nace en mí una sensación de carencia de que las cosas no se consiguen tan fácil, hay que luchar por ellas, de mi parte ha sido súper difícil llegar a donde estoy, ganar el reconocimiento, ser visible ante el mundo… Fuerte descubrimiento, siento nostalgia y dolor al escribir esto, se acercan algunas lágrimas, me pasan escalofríos y solo pienso en todo lo que he tenido que hacer para poder estar donde estoy, casi perder la vida llegando acá, saliendo de momentos difíciles, tener que salvarme para estar en el aquí y en el ahora, y aparece una persona pensando que solo con un comentario cree que voy a darle todo, como si fuera tan fácil; encuentro que, cuando alguien me pide que le dé algo sin esforzarse, sin tener que antes buscar y poner su atención e interés en hacerlo, caigo en una molestia profunda, porque siento que no lo merece; hay que sufrir, esforzarse para lograr lo que se quiere.

      Solo fue un párrafo de descripción de un suceso con esta mujer y aparece una carencia grandísima del pasado, la cual rompe totalmente mi forma de pararme frente


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