¿Extraños amigos?. Fernando Cordero MoralesЧитать онлайн книгу.
que aquellos que tengan una piel lisa y fina. A estos últimos la arena puede provocarles heridas que se infecten y resten sus capacidades. También sufrirán más los animales más pequeños. La fuerza del viento los arrastrará pudiendo ser arrojados al mar, donde morirán. Lógicamente los muertos no podrán reproducirse y los heridos lo harán de una manera más lenta que los que no hayan sufrido daño alguno. Si el tamaño y el tipo de piel se heredan, con el tiempo cada vez habrá menos bichillos pequeños y de piel delicada, que pueden llegar a desaparecer. La selección natural habrá hecho prevalecer a los animales grandes y con caparazón.
Los cambios por este método son graduales y muy lentos. Si este fuera el único procedimiento evolutivo la vida tendría que haber surgido mucho antes de lo que se calcula. Darwin no conocía entonces las leyes de Mendel, por las que hoy sabemos que se rige la herencia genética. Según estas leyes, cada característica del organismo (como la altura, el color de los ojos, el tipo de piel o la longitud de las alas) está definida en un par de genes homólogos. Cuando el individuo se reproduce, este par de genes se separa y solo uno de ellos se transmite al hijo. Cada hijo se encuentra así, con un gen paterno y otro materno para cada característica. De los dos siempre hay uno dominante que definirá las propiedades del retoño, las cuales son independientes una de otra. Un color de ojos claros no necesariamente tiene que darse en un individuo alto, ni unas uñas fuertes tienen que ir aparejadas con unas extremidades más peludas. De esta forma cada generación puede producir muchísimas variaciones con respecto a la anterior. Al contrario que en la selección natural, en estas variaciones no tienen preferencia las características que hacen más fuerte al individuo. Las variaciones pueden producirse en cualquier sentido. La evolución ahora no necesita tanto tiempo.
Los legados de Darwin y Mendel constituyen los pilares del concepto actual de evolución. La vida surge en la Tierra hace alrededor de tres mil ochocientos millones de años, en forma de una sola célula. A partir de ella, y por combinación de los dos mecanismos mencionados, van surgiendo las diferentes especies. La historia de la vida es un constante proceso de modificación y extinción escrito a partir de los restos fósiles.
Un fósil es un resto de un organismo vivo, ya sea animal o vegetal, que en su día quedó enterrado entre las rocas y se ha conservado petrificado hasta ahora. Además de los cuerpos, también se consideran fósiles las huellas, los excrementos y cualquier otro tipo de restos, como huevos, caparazones o semillas. Los fósiles constituyen la evidencia de que las especies extinguidas de las que estamos hablando han existido alguna vez.
De las teorías de la evolución se deduce que las especies que han sobrevivido, y que ahora comparten la Tierra, proceden todas de un mismo origen. Así el hombre y el chimpancé descienden de una especie que vivió hace cinco millones de años, pero también el hombre y las bacterias tuvieron un antecedente común, solo que algo anterior, hace tres mil millones de años. Los parientes más próximos del hombre son el chimpancé, el gorila y el orangután.
Así que ya ves que, según la ciencia, estamos aquí gracias a una serie de transformaciones casuales. Y con el adjetivo casual quiero destacar que la selección natural depende en gran manera del hábitat de cada especie. Si los bichitos de la playa de Cádiz hubieran vivido en una playa del Mediterráneo, donde no hay viento de levante, probablemente hubieran sobrevivido, aunque hubieran tenido la piel fina. La evolución no sigue un camino determinado. Más bien está marcada tanto por grandes acontecimientos, como glaciaciones o choques con meteoritos, que provocan grandes extinciones, como por motivos más nimios, como elegir desplazarse hacia el norte o hacia el sur, donde las condiciones de vida son diferentes. Si la vida volviera a empezar es posible que el panorama fuera hoy muy distinto[15].
Un soplo en la nariz
No era yo consciente de mis peticiones. Sí es verdad que la creación, ya sea del Universo, de la vida o del hombre, es un tema muy intenso, que da para mucho. Pero no sabía yo que me estaba metiendo en teorías tan…, ¿cómo las has llamado…? Controvertidas, creo. Te agradezco el esfuerzo y ¿qué te parece, Ana, si para continuar, cambiamos de escenario? ¿Nos vamos de la playa al jardín? Allí continuaremos descubriendo nuevos datos sobre el inicio del ser humano. Precisamente, en el libro del Génesis nos encontramos, además del relato de la creación del mundo, con una narración de la creación del ser humano en un jardín-paraíso[16] que es una maravilla (cfr. Gén 2,4b-25). Si observamos en las culturas más antiguas, este tipo de relatos de creación de la humanidad son anteriores a los de la creación del mundo. Es normal que antes de investigar sobre los enigmas del Universo, los hombres se pregunten por las preguntas fundamentales en torno a su existencia.
Es una narración que trata de responder a un interrogante que, con facilidad, nos podemos hacer: ¿Cómo explicar la existencia del mal en una realidad procedente y dependiente de un Dios bueno? Para responder a esta pregunta, el autor nos presenta a los protagonistas de un drama. Sitúa a esos protagonistas, Adán y Eva, en un mundo idealizado, en el que todo está en orden y las relaciones recíprocas de sus habitantes discurren en un clima de pacífica familiaridad. Además, nos muestra cómo las personas están relacionadas con Dios.
En hebreo, Adán significa «Hombre». El hombre es hombre cabal, dotado de vida propia, enraizado en la tierra que ha de cuidar y que le servirá de sustento. Está abierto obedientemente a Dios. Está situado ante el resto de los seres vivos como superior y, por último, completado por la relación de igualdad y amor con «su media naranja» que es la mujer. En este horizonte, el paraíso juega un papel esencial: va a ser la pieza sobre la que giren las diferentes relaciones interpersonales Dios-hombre, hombre-mujer.
Así que más que origen del hombre, esta narración del Génesis se interesa por el origen del mal. Un asunto que tiene que ver con la responsabilidad personal del ser humano creado por Dios. La narración presenta la experiencia humana de Israel: la del hombre perecedero, pecador, de barro, que abusa de su propia preeminencia en la creación y se acarrea así el castigo. A esa experiencia humana se contrapone la experiencia creyente: la dignidad del hombre, derivada de esa vocación que se ha manifestado en la alianza.
La narración nos muestra la cercanía de Dios, en el jardín junto a Eva y Adán. Me gusta mucho este versículo: «El Señor tomó polvo del suelo... Sopló en sus narices...» (Gén 2,7). El polvo[17] es sinónimo de dispersión, de impotencia o de frialdad. Pero al tomarlo Dios en sus manos va a cambiar el sentido. Es en ese ser humano, modelado a partir del barro, donde Dios «sopla» aliento de vida en Adán, precisamente en el orificio de sus «narices». ¿Qué simbolizan las narices? Lo que es carencia, hueco y vacío. Al «soplar», Dios comunica algo de su interioridad a la interioridad de Adán, en aquello que está hueco, vacío, que es su nariz. En los relatos bíblicos aprendemos cómo es la actuación de Dios: actúa en nuestra pobreza y en nuestra limitación. Donde parece que ya todo está perdido o acabado, empiezan las posibilidades de Dios.
Conviene de cuando en cuando que recordemos lo que somos según el Génesis: polvo disperso necesitado de ser tomado en las manos del Alfarero para que nos modele a su gusto. Eso evitaría mucho creernos el ombligo del mundo o del Universo. No somos seres acabados, plenos… Estamos «en proceso de construcción», como tantas obras que contemplamos en manos de artistas. Dios modela y al mismo tiempo nos da libertad, porque hay que ver qué pintas tienen algunas de sus creaciones.
En proceso de construcción
Pues mira, me alegro de ese «cambio de escenario», como tú has dicho porque al hilo de lo que mencionas de la existencia del ser humano, la ciencia también tiene su versión. Según hemos visto, las teorías evolutivas sostienen que el hombre, al igual que el resto de las especies, proviene de la transformación de otras especies anteriores. La aparición del hombre como tal se considera en el momento en que es capaz de caminar sobre dos piernas y tiene un cerebro desarrollado. El desarrollo del cerebro constituye el momento más transcendental de toda la evolución. Eso ocurrió hace cien mil años.
En el proceso evolutivo del hombre se distinguen dos fases bien diferenciadas: la hominización y la humanización.
En la fase de hominización, el hombre comenzó a andar sobre dos piernas, desarrolló el cerebro y adquirió el aspecto que tenemos hoy en día, más o menos. Fue un proceso puramente biológico.