Caracterización agroecológica y resiliencia de sistemas citrícolas en el departamento del Meta, Colombia. José Alejandro Cleves-LeguízamoЧитать онлайн книгу.
Altieri, 2010; Méndez y Gliessman, 2002; Toledo, 1990).
La agroecología no excluye otras ciencias y técnicas, sino que las complementa e integra; su objeto de estudio son los agroecosistemas, caracterizados por su alta complejidad.
Un concepto integrador de este enfoque es la estructura agroecológica principal (EAP), propuesto por León (2010a) y sobre el cual se están desarrollando múltiples investigaciones (Cleves-Leguízamo, 2018; Cleves-Leguízamo, Toro, Martínez y León, 2017; Córdoba y León 2013; León, 2014; León, Mendoza y Córdoba, 2014; León, Toro, Martínez y Cleves-Leguízamo, 2018; Mesa, 2012) que evidencian que la EAP es una herramienta útil para evaluar diferentes componentes de los sistemas de producción.
La EAP se convierte en una expresión de la diversidad (ecosistémica y cultural) de los agroecosistemas y, por lo tanto, está asociada a la resiliencia B, definida como la capacidad de un sistema para mantener su estructura organizacional y su productividad tras una perturbación, en respuesta a las fluctuaciones ambientales, considerando a la biodiversidad funcional como un factor atenuante (Lin, 2007).
La agrobiodiversidad potencializa las posibilidades de respuesta, generándole al sistema mayor resiliencia. En este aspecto, las prácticas culturales cumplen un papel fundamental debido a que pueden adaptarse para responder ante cambios de origen natural o antropogénico, en lo que se denomina resiliencia social o adquirida, y en este sentido la evaluación de la EAP podría potencializar la resiliencia inherente (propia de cada sistema).
El punto de partida para identificar, implementar y monitorear acciones estratégicas de resiliencia a la VC y CC requiere del análisis de la situación de la vulnerabilidad, con un énfasis en las condiciones climáticas locales (Instituto de Estudios Ambientales, Hidrología y Meteorología [Ideam] y Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural [MADR], 2012). El reto es identificar las capacidades de resiliencia, de manera que la vulnerabilidad pueda ser reducida, permitiendo a los agricultores resistir y recuperarse de los eventos climáticos (Nicholls y Altieri, 2012a).
La producción de cítricos en el departamento del Meta fue introducida por colonos provenientes del interior del país en la década de los sesenta, proceso en el que el apoyo institucional (ICA-Corpoica) en los procesos de investigación y extensión ha sido fundamental. La citricultura, en general, ha presentado buena adaptación a las condiciones del trópico bajo. Aun así, los agricultores han manifestado que en los últimos diez años han sido más evidentes los problemas asociados a la ocurrencia de eventos climáticos extremos de diferentes escalas temporales. De acuerdo a lo reportado por Montealegre (2010a), estas anomalías son cada vez más frecuentes e intensas y afectan significativamente los procesos fisiológicos de las plantas. La justificación que soporta la elección de estos agroecosistemas y su ubicación geográfica se relaciona con los cambios notables que el sector agrario ha enfrentado recientemente.
A pesar de que el departamento del Meta presenta condiciones edafoclimáticas adecuadas para la producción de cítricos, según el trabajo de investigación de Orduz y Garzón (2012), los factores climáticos inciden en la fenología de la naranja var. Valencia y se expresan en la producción (kg/árbol), así como en la ocurrencia de la alternancia. La capacidad de respuesta de las comunidades agrícolas frente a las anomalías climáticas está en función de la disponibilidad de recursos ecosistémicos y de factores culturales como el mercado, las políticas públicas, la oferta institucional, la situación social, además de la disponibilidad de infraestructura y de bienes de capital (Boshell, 2008).
En concordancia con el objetivo, se evaluó la resiliencia a la VC de agroecosistemas citrícolas de naranja var. Valencia con diferente EAP, localizados en el departamento del Meta, Colombia.
Entre los objetivos específicos se propusieron: i) caracterizar, tipificar y clasificar los sistemas productivos citrícolas localizados en el departamento del Meta; ii) caracterizar la VC de la zona; iii) determinar la EAP, en sistemas productivos de naranja var. Valencia tipificados en el departamento del Meta, Colombia, y iv) estudiar los factores culturales y ecosistémicos (ecofisiología) asociados a la resiliencia de los agroecosistemas de naranja var. Valencia.
Capítulo 1.
Sustento conceptual
En el presente capítulo se analizan los principales ejes conceptuales abordados en esta investigación: el pensamiento ambiental relacionado con la agroecología como ciencia, la estructura agroecológica principal (EAP), la variabilidad climática (VC), los requerimientos ecofisiológicos de los cítricos y la resiliencia considerada como una característica “emergente” de los agroecosistemas.
Pensamiento ambiental y agroecología
En esencia, el pensamiento ambiental reconoce y plantea que los seres humanos no tienen nicho ecológico o función natural dentro de los ecosistemas, y que para transformar su entorno construyeron un sistema parabiológico de adaptación y transformación de los ecosistemas. A este sistema se le reconoce como “cultura”, y es la manera particular como los seres humanos se relacionan con su base de sustentación ecosistémica de acuerdo con sus múltiples intereses, relaciones simbólicas, económicas, sociales, políticas y tecnológicas (Ángel, 1996, 2003).
El complejo sistema cultural incluye tres dimensiones. i) la primera de ellas corresponde a las construcciones teóricas de tipo simbólico, es decir, las construcciones mentales, las ideas o las formas de pensar y de entender el mundo, que van desde los mitos hasta la ciencia, pasando por el derecho, la filosofía, el análisis histórico, las creencias religiosas, las representaciones ideológicas o las expresiones del arte. ii) La segunda dimensión se refiere a los tipos de organización (socioeconómica, religiosa, militar y política) construidos por los grupos humanos a lo largo de la historia. iii) La tercera dimensión son las plataformas tecnológicas que, inmersas en los símbolos y en las organizaciones sociales, se constituyen en los sistemas e instrumentos para transformar el medio ecosistémico. La cultura, así entendida, es un macroconcepto unificador que engloba todas las actuaciones de los seres humanos y la incidencia de sus actividades en la transformación del resto de la naturaleza para propiciar su capacidad adaptativa, incluyendo la ciencia y la técnica (Ángel, 1995, 1996).
En este contexto, la agricultura es la actividad en la que se manifiesta con mayor intensidad la interacción humana con su entorno natural. Es un proceso de coevolución entre los ecosistemas artificializados y las culturas humanas (Hecht, 1995, 1999). En el plano agrario, la dimensión ambiental exige entonces comprender las limitaciones y potencialidades del escenario biofísico o ecosistémico en el que se desarrollan las actividades de producción, pero al mismo tiempo dicha dimensión implica una aproximación cultural a los grupos humanos, de manera que se puedan entender las trasformaciones de la naturaleza que han propiciado su capacidad adaptativa (León, 2014).
A raíz de las grandes hambrunas ocurridas en China e India, en los años sesenta los países industrializados diseñaron a nivel global un programa técnico, económico y administrativo denominado genéricamente Revolución verde y caracterizado, entre otros aspectos, por: aumento significativo en la producción y productividad, principalmente de monocultivos semestrales (cereales) mejorados genéticamente, alto uso de insumos de síntesis química y desarrollo de maquinaria agrícola especializada, con marcada incidencia ambiental, los procesos de comercialización, la concentración de la tierra y graves implicaciones en la salud de los productores. A nivel global, esta etapa coincidió con alzas sin precedentes en el costo y en el consumo de energías no renovables, ocasionando pérdidas económicas, desplazamiento de los pequeños productores y concentración de la propiedad (Núñez, 2005).
Méndez y Gliessman (2002) indican que la agroecología surgió como respuesta a los problemas de sustentabilidad y deterioro ambiental anteriormente mencionados. El uso contemporáneo del término “agroecología” data de los años setenta, pero la ciencia y práctica de la agricultura ecológica es tan antigua como el origen mismo de la agricultura (Altieri, 1999).
Por su parte, Gliessman (2001) sitúa el origen de la agroecología en la combinación de esfuerzos entre agrónomos y ecólogos, con la que se amplía la participación