Entre la filantropía y la práctica política. Sofía Crespo ReyesЧитать онлайн книгу.
esfuerzos del doctor Manuel Andrade (1809-1848) como un promotor privado, a diferencia de la Asociación de Damas Católicas Mexicanas que se fundó bajo el auspicio directo del arzobispo de México José Mora y del Río. Andrade estudió medicina en París (1833-1836), donde vivió en carne propia el nacimiento de la SVP. Esta asociación, a partir de 1833, utilizaría obras de caridad como un medio para diseminar la religión, “su método consistía en reunirse todas las semanas en pequeños grupos para rezar, deliberar y visitar los hogares de familias menesterosas llevándoles ayuda tanto material como espiritual”.87
La SVP se fundó en México en el año de 1840 como una organización exclusivamente masculina. No fue sino hasta el año de 1863 que se organizó su contraparte femenina, la Asociación de Señoras de la Caridad de SVP. Entre 1851 y 1868, los vicentinos aumentaron el número de socios y de benefactores, también expandieron su espacio de acción más allá de los límites de la Ciudad de México. Se establecieron “conferencias” en seis ciudades: México, San Miguel de Allende, Puebla, Oaxaca, Toluca y Guanajuato. Asimismo, pasaron de ser 192 socios activos en 1851 a 1,094 en 1868.88 Este ritmo de expansión sólo se detuvo unos años al empezar la Guerra de Reforma (1858-1860), periodo en que se abolieron las cofradías y se suprimieron las comunidades religiosas masculinas y femeninas.89
La Sociedad de San Vicente de Paul se componía de miembros de clase alta, media y trabajadora urbana,90 hablamos de una composición social heterogénea, tanto en la Ciudad de México como al interior del país, pero interesada en asistir y resolver problemas cotidianos entre las clases más menesterosas.91 Los socios crearon su propia red de instituciones de asistencia como comedores públicos para pobres, escuelas para niños y bibliotecas de carácter religioso. También visitaron hospitales y prisiones para atender enfermos y socorrer sus necesidades con comida, ropa, sábanas o dinero para su alquiler, sin descuidar las necesidades espirituales pues, difundían la fe católica mediante clases de religión, catecismo, asistir y promoveer bautismos, primeras comuniones y matrimonios. La SVP también ofrecían consejos y consuelo, rezaban junto a las familias y se convertían en confidentes y guías morales, por lo que al ver problemas de alcoholismo o “inmoralidad” intentaban persuadirlos de sus vicios.92
A diferencia de la contraparte masculina, la Asociación de Señoras de la Caridad de SVP no sólo se fundó 23 años después, sino que fue creada por un miembro del clero secular, el padre vicentino Francisco Muñoz de la Cruz. Ambas organizaciones tuvieron como principal misión “visitar a los pobres enfermos y procurarles todo alivio espiritual y corporal, consolándolos y exhortándolos a aprovecharse de la enfermedad y resignarse a la voluntad de Dios”.93 Durante el Imperio de Maximiliano, lograron multiplicar su número de asociadas y expandirse por toda la República eclipsando con ello a la organización hermana masculina. Este veloz crecimiento fue reflejo del cobijo que tuvo la organización en esos años. Ante la victoria de Benito Juárez a mediados de 1867 y la subsecuente ruina económica de la Iglesia, el número de socias disminuyó. Cabe señalar que, aun así, para 1868, contaban con 12,274 socias activas y honorarias, mientras la sección masculina contaba con apenas 1,461 socios.94
Estos datos muestran cómo la vida asociativa filantrópica tuvo un crecimiento exponencial, hecho que les abrió el camino a la participación pública en la sociedad civil. Poco a poco, formar parte de las Señoras de la Caridad significó adquirir un sentido identitario femenino fuera del espacio doméstico.95 Esta asociación proporcionó a las afiliadas nuevos vínculos de sociabilidad y les permitió desempeñar posiciones de liderazgo; ofreció también la oportunidad de crear estructuras de poder paralelas al Estado y al sector asociativo masculino y así labrar su lugar en la vida pública.96
En 1868 se fundó en la Ciudad de México la Sociedad Católica Nacional Mexicana (SCNM), cuyo objetivo central fue “conservar, defender y propagar […] la religión católica apostólica y romana”.97 Al igual que la SVP, se estableció en 1869 una sección femenina denominada Sociedad Católica de Señoras y Señoritas. Esta asociación disminuyó en el año de 1878, dejando a hombres y mujeres seglares “sin esa vía para canalizar sus actividades filantrópicas”.98
Los 10 años de presencia pública de la Sociedad Católica responden también a los periodos presidenciales de Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada, quiénes fueron los principales promotores de las Leyes de Reforma. Una vez derrotado el Imperio adquirieron el poder político necesario para aplicarlas con mano dura, sobre todo durante la presidencia de Lerdo de Tejada. En este sentido, la fundación de la Sociedad Católica Nacional Mexicana fue una respuesta a la sustracción pública de la Iglesia frente al Estado a partir de la crisis de 1867 que la llevó a buscar entre los sectores conservadores católicos su propio “ejército”.99
Frente a esta crisis, la SCNM funcionó al margen de la actividad parroquial, se dedicó a la enseñanza de la doctrina cristiana, fundó colegios católicos, fomentó publicaciones, realizó actividades piadosas en cárceles, hospitales y escuelas gratuitas y promovió la fundación de agrupaciones laborales al interior de la república. Además, generó actividades que apuntaban a la conservación y defensa de la vida espiritual en la vida pública, actuando abiertamente y produciendo opinión.
Para Ceballos, los socios de la SCNM buscaron establecer una sociedad autónoma y paralela al Estado liberal, a fin de llevar a cabo el proyecto sociopolítico del conservadurismo mexicano;100 Hanson, por su parte, considera que se buscaba aislar a los católicos de las influencias dañinas del liberalismo, pero la intención final de la SCNM era tener un sentido constructivo y expansionista: servir de base para volver a catequizar a la sociedad y recuperar la influencia perdida.101
La SCNM fue uno de los primeros esfuerzos por parte de los católicos para defender a la religión en la vida pública, su corta existencia nos muestra lo efímero que fueron los primeros esfuerzos de la sociedad católica mexicana por organizarse, a mi parecer esto se debió a una falta de estrategias organizativas, tanto de la jerarquía eclesiástica, como de los católicos seglares. Esta situación cambiaría al pasar los años conforme se fue legitimando desde Roma el sistema asociativo católico en torno al movimiento intransigente y ultramontano.
1.5 Como corolario
Una de las principales acciones de la Santa Sede para defender el poder de la Iglesia frente al liberalismo fue la fundación de instituciones educativas como el Colegio Pio Latinoamericano, encaminadas a formar cuadros al interior de la estructura eclesiástica mismos que se convertirían en los dirigentes de la militancia católica. México no fue la excepción. Hacia la última década del siglo XIX las primeras generaciones de sacerdotes formados en Roma bajo la corriente intransigente llegaban a México y con ellos la vida asociativa adquirió un nuevo impulso. Esta vez, la intención era circunscribir las actividades y las experiencias de la militancia católica al proyecto político dirigido desde la Santa Sede. Así, el primer paso, por un lado, fue centralizar los esfuerzos del asociacionismo católico obrero, muestra de ello fueron los Congresos Obreros Católicos. Y por el otro, se ampliaron los espacios de acción y participación del asociacionismo filantrópico femenino.
Durante el porfiriato las obras de las Asociación de Señoras de la Caridad de SVP se consolidaron y aumentaron en volumen y en tipo de acción. Hacia 1909, administraban por lo menos 32 hospitales, 20 escuelas primarias y 27 orfelinatos, sin contar con las actividades que realizaban dando conferencias individuales, asistiendo comedores para pobres, fundando talleres de oficios, cajas de ahorro y escuelas nocturnas para adultos.102 Hacia la última década del siglo XIX, actuaron conforme a los resolutivos del Concilio Plenario Latinoamericano, comenzaron a trabajar localmente desde las parroquias. Bajo el auspicio de los párrocos locales se reunían semanalmente para rezar y discutir a cuáles familias pobres debían ayudar, cuáles obras iban a fundar y cómo debían recaudar fondos.103
Conforme las instituciones vicentinas fueron creciendo, los servicios que ofrecían los establecimientos vicentinos empezaron a “profesionalizarse”.104 Las mujeres se convirtieron en gestoras de la acción social católica, abandonaron el resguardo de la parroquia