Hernán Cortés. La verdadera historia. Antonio CoderoЧитать онлайн книгу.
escribano. En Cuba, se forma como político dentro de la alcaldía de Santiago, emprende negocios agrícolas, de ganado vacuno y caballar, explota la minería, se convierte en naviero, es mercader de altos vuelos. Ahí amasa una considerable fortuna que compromete en su totalidad en la aventura mexicana que patrocina como principal empresario y comanda de capitán. Es respetado y sabe mandar, ¿a quién mejor encomendar una expedición?
La empresa de la conquista de México se gesta en Cuba, donde Hernán Cortés destaca como político en la alcaldía de Santiago. También fue empresario agrícola, minero, comerciante, ganadero y naviero. Ahí amasa una considerable fortuna, que compromete en su totalidad en la aventura mexicana (este mapa reproduce el error inicial de los primeros cartógrafos que ubicaban La Habana al sur, cuando en realidad está al norte frente a la Florida).
Llega de las Antillas a México por el Caribe, el cual domina, recorre las costas de Yucatán y Cabo Catoche, desembarca en el Cozumel de la diosa Ixchel y sigue por la Isla de las Mujeres. Son los contactos que originan su odisea mexicana. Curiosamente estas playas, bañadas por el mar azul que toca, son la porción del país que más tarda en desarrollarse cuatro siglos después. Quintana Roo fue el último territorio en convertirse en entidad federal.
Cortés remonta a Tabasco, donde se dan las primeras escaramuzas: el militar prueba sus fuerzas con prudencia. Ahí conoce a Malintzin, la famosa Malinche, importantísimo puente lingüístico e intuitivo asesor femenino en la estrategia general de la Conquista. Destaca Veracruz, donde funda el primer ayuntamiento de la América continental, con lo que reviste de legalidad sus acciones (había que desmarcarse de la autoridad cubana, dependiente de la de Santo Domingo, que lo envía). Continúa por la ruta de Cempoala, Tlaxcala y Cholula hasta el Valle de México, enmarcado por su cordillera. Ahí se imponen los volcanes guardianes y utiliza el paso que lleva su nombre.
La ruta de Cortés: el futuro conquistador llega de las Antillas, desembarca en Cozumel y recorre la costa hasta entrar al Golfo de México. Después, baja a Centla, Tabasco, donde libra la primera batalla, y llega al actual Veracruz, donde funda el primer ayuntamiento. Cempoala, Tlaxcala y Cholula son las ciudades más importantes que domina antes de llegar a México-Tenochtitlán.
Ya en la Ciudad de Tenochtitlán, que después nombraría de México, donde se consuma la hazaña, todo se relaciona con el conquistador: la plaza mayor, los primeros palacios, el hospital, los conventos, los lagos que aprovecha. Desde luego, llega a Coyoacán6, que propone como sede de la primera capital de la Nueva España, para no destruir la gran Tenochtitlán, y la cual elige como morada principal en sus estancias capitalinas. A Cuernavaca7 se retira para no chocar con las audiencias y otras autoridades peninsulares, la escoge por su clima privilegiado. Erige un palacio de inspiración extremeña, copia del de Santo Domingo, primero en América, donde vive con su segunda esposa, Doña Juana de Zúñiga, noble española y a quien llena de hijos.
Se enseñorea en los pueblos del hoy Estado de Morelos, donde desarrolla diversas actividades agrícolas y ganaderas, dejando edificios de toda índole. Adopta Oaxaca para nombrar su marquesado debido a su importancia comercial, minera y cultural. Las costas del Pacífico las explora exhaustivamente con barcos armados en sus propios astilleros de los puertos que construye, y donde organiza los primeros viajes de comercio marítimo al otro gran imperio de América, Perú, abriendo brecha a una de las rutas comerciales más importantes de la navegación mundial, que coronaría después la Nao de la China con toda su derrama económica y cultural.
Llegada de Cortés a Veracruz y la recepción de los embajadores de Moctezuma, anónimo.
Por paisajes tan distintos como los desiertos de California se aparece también el fantasma de Cortés, y no de manera fortuita sino contundente: cuatro expediciones organiza, financia y encomienda. La tercera la dirige hasta fundar La Paz. En otra marcha, uno de sus capitanes sube al norte hasta un imponente y revoltoso río al que nombra Colorado. En todas las travesías pierde recursos, hombres y fortuna. Imaginemos el carácter del hombre que no desfallece ante los elementos y fracasos, sino, al revés, utiliza estos como basamento de sus siguientes acciones. Cuánto les deben hoy los ricos californianos de la alta y baja California a los primeros exploradores de su tierra bronca.
La expedición a las Hibueras (Honduras), en 1524, es una proeza comparable solo con la de Magallanes: el contingente atraviesa una de las selvas más densas del mundo, con sus fieras, serpientes, ríos caudalosos que cruzan con puentes construidos por ellos mismos, calor extremo, lluvias torrenciales, enfermedades y hambre. Vencen todos los obstáculos dirigidos por el talento de su capitán. Debe pasar casi un siglo para que los pobladores de estas regiones vuelvan a ver a un europeo por sus lares: los primeros misioneros. Esta expedición es en apariencia inútil en resultados, pero como dice Stefan Zweig, biógrafo de Magallanes, quien, bajo pabellón español y también en 1519, zarpa de Sevilla para realizar una epopeya jamás atrevida. Dice Zweig: «en la historia nunca la utilidad práctica determina el valor moral de una conquista. Solo enriquece a la humanidad quien acrecienta el saber en lo que le rodea y eleva su capacidad creadora».
Antes, para verificar la redondez de la Tierra se tenía que ir al confín del mundo; hoy, para ver la superficie de Marte basta con apretar un botón. Con tanto conocimiento en la palma de nuestras manos, vemos como una locura el heroísmo de esas proezas, pero en su momento se trató de una guerra santa de la humanidad contra lo desconocido. Por eso agrega Zweig: «donde exista una generación decidida el mundo se transformará». Esa generación, la de Magallanes, la de Cortés, nos posiciona en la era moderna.
América no le es suficiente al inquieto descubridor. Conocedor de la importancia económica que representan las especias y que fue la motivación principal de los viajes de Colón, organiza, a petición del emperador pero con recursos propios, una expedición a las Molucas (Indonesia), las islas más codiciadas de aquellos tiempos, lo que representa el primer cruce del océano Pacífico partiendo desde México. Allá llega el ímpetu empresarial de Cortés: de la Nueva España hasta Asia.
Años más tarde se lo ve en Argel acompañando a su monarca. Pudo haber salvado la honra de Carlos I (V de Alemania), quien no lo toma en cuenta para el mando de las tropas españolas. Los elementos no los favorecen y fracasan en su intento de castigo al pirata Barbarroja y a sus cómplices turcos y berberiscos que azotan el Mediterráneo. Los últimos años se le ve en Madrid y Valladolid haciendo vida de corte, no por gusto, puesto que añora la acción, sino enfrascado en decenas de juicios esperando la justicia real que no llega. Se amarga su otoño. Finalmente el fundador evoca Sevilla, de donde partió hacia América y donde, muy cerca, muere en Castilleja de la Cuesta en 1547, a los 62 años.
6 Coyoacán es una de las 16 demarcaciones de la Ciudad de México. Durante la época pre colonial fue una entidad política independiente de Tenochtitlán, pero ligada a esa gran ciudad prehispánica.
7 Cuernavaca es la capital del estado mexicano de Morelos, aproximadamente a 90 kilómetros de la Ciudad de México. Fue fundada por la etnia tlahuica, cuyas construcciones se usaron como material para establecer los marquesados y el Palacio de Cortés.
Capítulo II
Antes de la llegada de los españoles, México no existe como nación. Lo que hoy es el territorio nacional mexicano está conformado por una multitud de tribus, separadas no solo por cordilleras, ríos y montañas de enorme paisaje, sino por el peor de los abismos: el lingüístico.