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El Capitán Veneno. Pedro Antonio de AlarcónЧитать онлайн книгу.

El Capitán Veneno - Pedro Antonio de Alarcón


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embargo, Condesa, yo no puedo aceptar… – observó el Marqués, entre complacido y enojado.

      – ¡Lo que no podrá usted nunca es privarme de la alta honra que el cielo me deparó ayer! Contábame mi difunto esposo que, cuando un buque mercante o de guerra descubre en la soledad del mar y salva de la muerte a algún náufrago, se recibe a este a bordo con honores reales, aunque sea el más humilde marinero. La tripulación sube a las vergas; tiéndese rica alfombra en la escala de estribor, y la música y los tambores baten la Marcha Real de España… ¿Sabe usted por qué? ¡Porque en aquel náufrago ve la tripulación a un enviado de la Providencia! ¡Pues lo mismo haré yo con su primo de usted! ¡Yo pondré a sus plantas toda mi pobreza por vía de alfombra, como pondría miles de millones si los tuviese!

      – ¡Generala! – exclamó el Marqués, llorando a lágrima viva. – ¡Permítame usted besarle la mano!177

      – ¡Y permite, querida mamá, que yo te abrace llena de orgullo! – añadió Angustias, que había oído toda la conversación desde la puerta de la sala.

      Doña Teresa se echó también a llorar, al verse tan aplaudida y celebrada. Y como la gallega, reparando en que otros gemían, no desperdiciara tampoco la ocasión de sollozar (sin saber por qué), armose allí tal confusión de pucheros, suspiros y bendiciones, que más vale volver la hoja, no sea que los lectores salgan178 también llorando a moco tendido, y yo me quede sin público a quien seguir contando mi pobre historia…

      VII

      LOS PRETENDIENTES DE ANGUSTIAS

      ¡Jorge! – dijo el Marqués al Capitán Veneno, penetrando en la alcoba con aire de despedida. – ¡Ahí te dejo! La señora Generala no ha consentido179 en que corran a nuestro cargo ni tan siquiera el médico y la botica; de modo que vas a estar aquí como en casa de tu propia madre, si viviese. Nada te digo de la obligación en que te hallas de tratar a estas señoras con afabilidad y buenos modos, al tenor de tus buenos sentimientos, de que no dudo, y de los ejemplos de urbanidad y cortesía que te tengo dados; pues es lo menos que puedes y debes hacer en obsequio de personas tan principales y caritativas. A la tarde volveré yo por aquí, si mi señora la Condesa me da permiso para ello, y haré que te traigan ropa blanca, las cosas más urgentes que tengas180 que firmar, y cigarillos de papel. Dime si quieres algo más de tu casa o de la mía.

      – ¡Hombre! – respondió el Capitán. – Ya que eres tan bueno, tráeme un poco de algodón en rama y unos anteojos ahumados.

      – ¿Para qué?

      – El algodón, para taparme las orejas y no oír palabras ociosas, y las gafas ahumadas, para que nadie lea en mis ojos las atrocidades que pienso.

      – ¡Vete al diantre! – respondió el Marqués, sin poder conservar su gravedad, como tampoco pudieron refrenar la risa Dª. Teresa ni Angustias.

      Y, con esto, se despidió de ellas el potentado, dirigiéndoles las frases más cariñosas y expresivas, cual si llevara ya mucho tiempo de conocerlas y tratarlas.

      – ¡Excelente persona! – exclamó la viuda, mirando de reojo al Capitán.

      – ¡Muy buen señor! – dijo la gallega, guardándose una moneda de oro que el Marqués le había regalado.

      – ¡Un zascandil! – gruñó el herido, encarándose con la silenciosa Angustias. – ¡Así es como las señoras mujeres quisieran que fuesen todos los hombres! ¡Ah, traidor! ¡Seráfico! ¡Cumplimentero! ¡Marica! ¡Tertuliano de monjas! ¡No me moriré yo sin que me pague esta mala partida que me ha jugado hoy, al dejarme en poder de mis enemigos! ¡En cuanto me ponga bueno, me despediré de él y de su oficina, y pretenderé una plaza de comandante de presidios, para vivir entre gentes que no me irriten con alardes de honradez y sensibilidad! Oiga usted, señorita Angustias: ¿quiere usted decirme por qué se está riendo de mí? ¿Tengo yo alguna danza de monos en la cara?

      – ¡Hombre! Me río pensando en lo muy feo que va usted a estar con los anteojos ahumados.

      – ¡Mejor que mejor!181 Así se librará V. del peligro de enamorarse de mí! – respondió furiosamente el Capitán.

      Angustias soltó la carcajada; doña Teresa se puso verde, y la gallega rompió a decir, con la velocidad de diez palabras por segundo:

      – ¡Mi señorita no acostumbra a enamorarse de nadie! Desde que estoy acá ha dado calabazas a un boticario de la calle Mayor, que tiene coche; al abogado del pleito de la señora, que es millonario, aunque algo más viejo que usted, y a tres o cuatro paseantes del Buen Retiro…

      – ¡Cállate, Rosa! – dijo melancólicamente la madre. – ¿No conoces que esas son… flores que nos echa el caballero Capitán? Por fortuna ya me ha explicado su señor primo todo lo que me importaba saber respecto del carácter de nuestro amabilísimo huésped! Me alegro, pues, de verle de tan buen humor; y ¡así esta pícara fatiga me permitiese182 a mi bromear también!

      El Capitán se había quedado bastante mohino, y como excogitando alguna disculpa o satisfacción que dar a madre e hija. Pero sólo le ocurrió decir, con voz y cara de niño enfurruñado que se viene a razones:

      – Angustias,183 cuando me duela menos esta condenada pierna, jugaremos al tute arrastrado… ¿Le parece a usted bien?

      – Será para mí un señalado honor… – contestó la joven, dándole la medicina que le tocaba en aquel instante. – ¡Pero cuente usted ahora, señor Capitán Veneno, con que le acusaré a usted las cuarenta!

      Don Jorge la miró con ojos estúpidos y sonrió dulcemente por la primera vez de su vida.184

      PARTE TERCERA

      HERIDAS EN EL ALMA

      I

      ESCARAMUZAS

      Entre conversaciones y pendencias por este orden, pasaron quince o veinte días, y adelantó mucho la curación del Capitán. En la frente sólo le quedaba ya una breve cicatriz, y el hueso de la pierna se iba consolidando.

      – ¡Este hombre tiene carne de perro!185– solía decir el facultativo.

      – ¡Gracias por el favor, matasanos186 de Lucifer! – respondía el Capitán en son de afectuosa franqueza. – ¡Cuando salga187 a la calle, he de llevarlo a usted a los toros y a las riñas de gallos; pues es usted todo un hombre!..188 ¡Cuidado si tiene hígados para remendar cuerpos rotos!189

      Doña Teresa y su huésped habían acabado por tomarse mucho cariño, aunque siempre estaban peleándose. Negábale todos los días D. Jorge que tuviese hechura la concesión de la viudedad, lo cual sacaba de sus casillas a la guipuzcoana; pero a renglón seguido le invitaba a sentarse en la alcoba, y le decía que, ya que no con los títulos de General ni de Conde, había oído citar190 varias veces en la guerra civil al cabecilla Barbastro191 como a uno de los jefes carlistas más valientes y distinguidos y de sentimientos más humanos y caballerosos… Pero, cuando la veía triste y taciturna, por consecuencia de sus cuidados y achaques, se guardaba de darle bromas sobre el expediente, y la llamaba con toda naturalidad Generala y Condesa; cosa que la restablecía y alegraba en el acto; si ya no era que, como nacido en Aragón, y para recordar a la pobre viuda sus amores con el difunto carlista, le tarareaba jotas


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<p>177</p>

¡Permítame usted besarle la mano! – ¡Y permite… que yo te abrace…! verbs like permitir, dejar, impedir, admit either the infinitive or a que-clause, without difference in meaning.

<p>178</p>

salgan: salir, seguir [continuar, quedar, venir, andar] follow ir and take -ndo forms after them, like estar.

<p>179</p>

consentido en: consentir takes en, con, a, and sometimes sobre, with different senses.

<p>180</p>

que tengas: omitted in 10th edition.

<p>181</p>

Mejor que mejor, Better and better: so peor que peor, dale que dale, etc., where the much used que is only an emphatic y, and; cf. éranse que se eran, 5, 1.

<p>182</p>

permitiese: -se and -ra forms are still used in wishes [like exclamations]; cf. Así nos diera Dios grandes políticos, Oh, that God would give us great politicians! Diario II, 272. ¡Diérame Dios el numen de Tasso! Oh, that God would give me Tasso's inspiration! Diario I, 320. ¡O Absalom! ¡Quién diera que hubiera yo muerto en lugar de ti! Oh, that I had died for thee! Bible. In Job 3: 1-9 are many examples in Valera's text: these are changed to present subjunctive in the Mexican edition of 1910. -se forms not so often: ¡Fuese ya mañana y estuviésemos en la batalla! Amadís, in Bello-Cuervo, § 701. ¡Quien me diese que me creyeseis! Oh that you would believe me! Ibid. Cf. also the familiar ¡Acabaras! to a child, Hush up!

<p>183</p>

Angustias: he omits señorita this time.

<p>184</p>

la primera vez de su vida, the first time in his life; so in Alarcón often: first tears, first smile, last time in his life, and others.

<p>185</p>

carne de perro: a compliment about like strong as a horse. The doctor falls into the captain's style.

<p>186</p>

matasanos, killer of well men: humorous here, but a common type: cf. curaperros, quitasol, parasol, sacamuelas (dentist), perdona-vidas (bully), picaporte. All like our pick-pocket, turnkey, cureall, forget-me-not.

<p>187</p>

Cuando salga, When I get out: there is hardly a word that occurs oftener with the present subjunctive than cuando.

<p>188</p>

todo un hombre, a whole man: cf. toda una obra maestra, a real masterpiece; todo un capitán, a real captain.

<p>189</p>

¡Cuidado si tiene hígados para remendar cuerpos rotos! It's a caution what a nerve you have for mending broken bodies: cuidado has become a disguised oath (for emphasis) with its k sound; cf. ¡Cuidado si está el chico que da gloria verlo! I'll declare the little fellow is a fine sight. Niño de la Bola, p. 174. Cf. also ¡Cuidado que aquel dichoso año hizo calor! That blessed year was plenty hot enough! Viva el Papa, p. 43. It is a year that I have been grumbling about an overcoat, y cuidado que me hace falta, and gracious how awfully I need it. Núñez. ¡Cuidado que a mí me encantan Horacio y Virgilio y los Gracos y…! I do like H. and V… though. Valera, Cartas Americanas, p. 92.

<p>190</p>

había oído citar, had heard some one mention.

<p>191</p>

al cabecilla, the leader (cabeza): grammar gender and sex go together when speaking of persons: so el cura, el corneta, unos canallas, some scamps.

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