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Comprometida . Морган РайсЧитать онлайн книгу.

Comprometida  - Морган Райс


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todas partes, no encontró nada de comida. Ella también tenía cada vez más hambre.

      Al llegar a la mitad del puente, a Caitlin le sorprendió una vez más la vista que tenía frente a ella. Creía que no quedaba nada que pudiera escandalizarla después de ver esas cabezas en las picas -pero había más.

      Justo ahí, en el centro del puente, tres presos estaban de pie en un andamio con sogas alrededor de sus cuellos, con los ojos vendados, apenas vestidos, aun estaban vivos. Un verdugo con una capucha negra abierta en los ojos estaba detrás de ellos.

      “¡El siguiente colgado es a la una!" gritó. Una multitud que crecía se acurrucó alrededor del andamio, al parecer esperaba.

      "¿Qué hicieron?" Caitlin le preguntó a uno de la multitud.

      “Los sorprendieron robando, señorita," dijo, sin molestarse siquiera en mirar en su dirección.

      “¡Capturaron a uno por calumniar a la Reina!" Una anciana añadió.

      Caleb le alejó de la escena horripilante.

      "Ver ejecuciones parece ser un deporte diario por aquí", comentó Caleb.

      "Es cruel", dijo Caitlin. Ella se maravilló de lo diferente que esta sociedad era de la época actual, y de cómo toleraba la crueldad y la violencia. Y era Londres, uno de los lugares más civilizados en 1599. No podía llegar a imaginar el mundo fuera de una ciudad civilizada como ésta. Le asombró todo lo que la sociedad y sus reglas habían cambiado.

      Finalmente, llegaron al otro lado del puente, Caitlin se volvió hacia Caleb. Miró su anillo y leyó en voz alta una vez más:

      Del otro lado del puente, Más allá del oso,

      Con los vientos o el sol, cruzamos Londres.

      "Bueno, si estamos siguiendo esta frase correctamente, acabamos de 'cruzar el puente.' Lo siguiente sería 'Más allá del Oso.'" Caitlin miró. "¿Qué podrá significar?"

      "Ojalá lo supiera", él dijo.

      “Siento que mi padre está cerca", dijo Caitlin.

      Ella cerró los ojos deseando encontrar una pista.

      Justo en ese momento, un muchacho joven, que cargaba una pila enorme de panfletos, corrió delante de ellos, gritando. “¡El Oso Cebado! ¿Cinco peniques! ¡Por aquí! ¡El Oso cebado! ¡Cinco peniques! ¡Por aquí!”

      Puso un volante en la mano de Caitlin. Ella leyó, en grandes letras, las palabras “Oso Cebado, con la imagen cruda de un estadio.

      Ella y Caleb se miraron al mismo tiempo. Ambos miraron al chico mientras se perdía en el camino.

      “¿Oso cebado?" preguntó Caitlin. "¿Qué es eso?"

      "Ahora me acuerdo", dijo Caitlin. “Era el gran deporte de esta época. Ponían un oso en un círculo, lo ataban a una estaca como cebo para perros salvajes. Se hacían apuestas sobre quién ganaría: el oso o los perro."

      "Eso es enfermo", dijo Caitlin.

      "El acertijo, dijo. “’Del otro lado del puente y más allá del Oso. ¿Crees que podría ser eso?"

      Al mismo tiempo, los dos se volvieron y siguieron al muchacho, que se alejaba  todavía gritando.

      Doblaron a la derecha en la base del puente y caminaron junto al río, ahora del otro lado del Támesis, y bajaron por una calle llamada "Clink Street." Este lado del río, Caitlin se dio cuenta, era muy diferente al otro. Estaba menos construido y estaba menos poblado. Las casas también eran más bajas que allí, más rústicas, este lado del río se veía más descuidado. Había pocas tiendas y menos gente.

      Pronto se encontraron frente a una gran estructura y Caitlin se dio cuenta por los barrotes en las ventanas y los guardias afuera que era una prisión.

      Clink Street, pensó Caitlin. No podía tener un mejor nombre.

      Era un edificio enorme y extendido; al pasar, Caitlin vio manos y caras que salían de los barrotes y la observaban. Había cientos de prisioneros que la miraban con lujuria y le gritaban al pasar.

      Ruth gruñó, y Caleb se acercó más junto a ella.

      Caminaron un poco más, pasando una calle con un cartel que decía "Lugar de la Muerte." Ella miró a su derecha y vio otro andamio donde se estaba preparando otra ejecución. Con los ojos vendados, un prisionero temblaba de pie sobre una plataforma, tenía una soga alrededor de su cuello.

      Caitlin estaba tan distraída que casi perdió de vista al muchacho, mientras sentía que Caleb la agarraba de la mano y la guiaba hacia Clink Street.

      De repente, Caitlin oyó un grito a lo lejos, y luego un rugido. Vio al niño, a lo lejos, doblar en la esquina, y oyó otro grito. Le sorprendió sentir que la tierra  temblaba abajo. No había sentido nada así desde el Coliseo Romano. Se dio cuenta de que debía haber un enorme estadio a la vuelta de la esquina.

      Al doblar la esquina, le sorprendió ver lo que tenía adelante. Era una enorme estructura circular que parecía un Coliseo en miniatura. Tenía varios pisos  y estaba cerrado, pero en cada dirección había puertas en forma de arco. Escuchó  los gritos, que ahora eran más fuertes y provenían de detrás de sus muros.

      Frente al edificio deambulaban cientos de personas de las más sórdidas que jamás había visto. Algunos estaban apenas vestidos, muchos tenían panzas enormes que les sobresalían, estaban sin afeitar y sin bañar. Los perros salvajes vagaban entre ellos; Ruth gruñía, tenía los pelos en la espalda de punta.

      Los vendedores empujaban carritos en el barro, muchos vendían litros de ginebra. Por como se veía la multitud, parecía que la mayoría de personas bebía. Se empujaban unos contra otros, y caso todos parecían estar alcoholizados. Se escuchó otro rugido, y Caitlin vio el cartel que colgaba sobre el estadio: "Oso Cebado.”

      Eso le asqueó. ¿Podía esta sociedad ser realmente tan cruel?

      El pequeño estadio parecía ser parte de un complejo. A lo lejos, había otro pequeño estadio, con un enorme letrero que decía “Toro Cebado.” Y allí, a un lado, apartado de los dos, había otra gran estructura circular -aunque ésta se veía diferente a las demás, con más clase.

      “¡Vengan a ver la nueva obra de Will Shakespeare en el nuevo teatro del globo!" gritó un chico que pasaba cargando una pila de panfletos. Caminó hasta Caitlin, y empujó un folleto en sus manos. Ella leyó: "la nueva obra de William Shakespeare: La tragedia de Romeo y Julieta."

      "¿Quiere venir, señorita?" preguntó el muchacho. "Es su nueva obra, y la va a interpretar por primera vez en este nuevo teatro: el globo."

      Caitlin miró el folleto y sintió una oleada de emoción. ¿Sería real? ¿Esto estaba  realmente sucediendo?

      "¿Dónde está?", ella preguntó.

      El niño se rió entre dientes. Se volvió y señaló. “¿Pues, es justo ahí, señorita."

      Caitlin miró hacia donde él señalaba y vio una estructura circular a lo lejos, tenía paredes de estuco blanco y un recorte de madera al estilo Tudor. El Globo. El Globo de Shakespeare. Era increíble. Realmente estaba allí.

      Frente al Globo, se arremolinaban miles de personas que entraban por todas  direcciones. Y la multitud se veía tan rústica como la que entraba al Toro Cebado y al Oso Cebado. Eso la sorprendió. Siempre había imaginado que quienes asistían al teatro de Shakespeare eran más civilizados, más sofisticados. Nunca había imaginado que se trataba de entretenimiento para las masas-y el tipo más rústico. Parecían estar asistiendo al Oso Cebado.

      Sí, a ella le encantaría ver una nueva obra de Shakespeare, ir al Globo. Pero estaba decidida a cumplir primero con su misión y resolver el acertijo.

      Un nuevo rugido emergió del estadio del Oso Cebado, y ella se volvió y centró su atención allí. Se preguntó si la respuesta al acertijo estaba del otro lado de sus muros.

      Se volvió hacia Caleb.

      “¿Qué crees?" , preguntó. “¿Vemos de qué se trata?"

      Caleb


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