Эротические рассказы

Al lado . Блейк ПирсЧитать онлайн книгу.

Al lado  - Блейк Пирс


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      —Creo que ya está bien por hoy. Por favor llámeme si vuelves a experimentar este tipo de reacción a una escena del crimen. Y quisiera volverte a ver pronto. ¿Podemos programar una cita?

      Chloe lo pensó, asintió con la cabeza y luego dijo: —Sí, pero me casaré dentro de poco y tenemos un montón de reuniones con floristas y pasteleros… es una pesadilla. ¿Puedo programarla después por teléfono?

      —Por supuesto. Y hasta entonces… pégate mucho al agente Greene. Es un buen hombre. Y tuvo razón en aconsejarte a que te vieras conmigo. También tienes que saber que no significa nada el hecho que hayas tenido que recurrir a mí tan pronto en tu carrera. Eso no es un reflejo de tu talento.

      Chloe asintió. Ella lo sabía, pero igual le había agradado oír a Skinner decirlo. Se levantó y le dio las gracias por su tiempo. Mientras caminaba hacia la sala de espera, vio a su padre lanzando el teléfono. Pero luego él hizo un comentario, uno que no había olvidado pero que había estado borroso hasta hoy.

      Había mirado a Danielle y, con un poco de urgencia en su voz, había dicho: —Danielle, cariño… cámbiate de ropa. Llegarán dentro de poco.

      Chloe pasó toda la tarde pensando en ese comentario. Eso la inquietó, pero también la llevó a una puerta cerrada que había logrado ignorar durante los últimos diecisiete años.

      CAPÍTULO SIETE

      Danielle se despertó a las ocho en punto, sintiendo que no había descansado nada. Había llegado del trabajo a las 2:45 y se había acostado a dormir a las 3:10. Solía dormir hasta las once o a veces hasta incluso más tarde pero, cuando sus ojos se abrieron a las 8:01 de la mañana, no se pudo volver a dormir. A decir verdad, realmente no había dormido muy bien desde que se enteró que Chloe regresaría a la ciudad. Eso la había hecho sentir que su pasado la estaba atormentando y que finalmente la devoraría.

      Irritable y cansada, Danielle se duchó y luego desayunó. Hizo todo eso mientras escuchaba el álbum Too Dark Park de la banda Skinny Puppy. Mientras colocaba los platos del desayuno en el fregadero, cayó en cuenta de que tendría que ir de compras hoy. Eso casi nunca la molestaba. Pero algunos días sentía que salir al público sería un error… que las personas la observaban, esperando a que estropeara algo para luego culparla por eso.

      También temía que salir le permitiría al que estaba escribiendo las notas seguirla y acosarla. Suponía que el escritor simplemente dejaría de jugar con ella y la terminaría matando. Tal vez hoy sería ese día.

      Ella condujo al supermercado, sabiendo muy bien que hoy sería uno de esos días… uno de esos días en los que todo la asustaría. Uno de esos días en los que estaría mirando sobre su hombro constantemente. Ella condujo rápidamente, incluso pasándose un semáforo en rojo en el camino, con ganas de terminar esto rápido.

      Desde que Danielle había comenzado a recibir las notas inquietantes debajo de su puerta, se sentía ansiosa si pasaba mucho tiempo en lugares públicos. Para ella, la persona que le estaba enviando esas notas tendría que estar siguiéndola. Hasta en el trabajo se preguntaba si el escritor estaba sentado en la barra, esperando que le sirviera un trago. Cuando salía a comprar cualquier cosa, ¿el escritor la estaba siguiendo, esperando el momento perfecto para raptarla?

      Incluso después de que llegó a su destino a salvo, prácticamente corriendo dentro del supermercado con un carrito con una rueda chirriante, siguió preocupada. El escritor de las notas podría estar allí con ella, reflejando sus pasos en el siguiente pasillo, tal vez echándole un buen vistazo en la sección de verduras o en el pasillo de los cereales.

      Era un temor muy real que pasó por su mente el día después de lo que había pasado con Martin. Se sintió inundada por la paranoia, lo cual la hizo bajar la cabeza. Si alguien quisiera ver su cara, tendrían que detenerla y subirle el rostro.

      Odiaba sentirse así. Siempre había lidiado con este tipo de problemas, y por eso la mayoría de sus relaciones de pareja rara vez duraba más de un mes. Ella había tenido una reputación de puta la primera vez que vivió aquí en Pinecrest, pero no había sido porque le gustaba acostarse con muchos hombres. Era solo que, para cuando se sentía lo suficientemente cómoda con un hombre como para acostarse con él, empezaba a asumir lo peor de él. Terminaba la relación, se tomaba algún tiempo para recuperarse y luego empezaba de nuevo.

      Sin embargo, había mejorado un poco desde su mudanza a Pinecrest hace unos años. Se había mudado de Boston para empezar de nuevo. Al menos había decidido hacerlo en un lugar conocido. A lo que más le costó acostumbrarse fue al mundo de las citas aburrido de Pinecrest. Todo estuvo bien al principio, a pesar de que había logrado arruinar cada relación que había empezado. Es por eso que su pelea con Martin la había afectado tanto.

      Pinecrest también tenía otra desventaja, Demasiadas personas recordaban a ella y a Chloe. Recordaban que las pobres niñas Fine habían terminado viviendo con sus abuelos después de la muerte de su padre y el encarcelamiento de su padre.

      —Danielle, ¿eres tú?

      Se volvió hacia la voz, sobresaltada. Había estado tan perdida en sus pensamientos que había mostrado todo su rostro mientras alcanzaba una caja de cereal. Se encontró mirando un rostro de su pasado, una mujer que parecía muy conocida, pero que lastimosamente no recordaba.

      —¿No te acuerdas de mí? —preguntó la mujer, un poco ofendida. Ella tenía aproximadamente unos cuarenta y cinco años. Y no, Danielle no recordaba a esta mujer.

      —Supongo que no me recuerdas —dijo la mujer—. La última vez que te vi tenías unos trece o catorce años. Soy Tammy Wyler. Yo era amiga de tu madre.

      —Ah, sí, claro —dijo Danielle. No recordaba a la mujer en absoluto, pero el nombre sonaba familiar. Danielle supuso que era una de las amigas de la familia que la habían visitado en casa de sus abuelos años después de la muerte de su madre.

      —Casi no te reconocí —dijo Tammy—. Tu pelo está más… oscuro.

      —Sí —dijo Danielle sin entusiasmo. Supuso que cuando Tammy Wyler la vio por última vez, no se había rebelado por completo. En aquel entonces, a los trece o catorce años de edad, usaba cabello color rosa neón con rayas negras. Ahora llevaba el cabello completamente negro, un look que sabía era un poco aburrido pero que le lucía mucho.

      —Siempre supe que volverías por aquí, pero bueno… no sé. Simplemente no te busqué más luego de que te mudaste. Viviste un tiempo en Boston, ¿cierto?

      —Sí.

      —Me enteré de que Chloe también se mudó para acá. Que compró una nueva casa en Lavender Hills.

      —Sí, regresó —dijo Danielle, a punto de perder la paciencia.

      —Escuché por ahí que vive a unas pocas casas de una de sus compañeras de secundaria. Yo vivo a dos calles de ella, qué casualidad.

      «Pobre Chloe», pensó Danielle.

      —¿Te habló de la fiesta de la cuadra? —preguntó Tammy, aparentemente incapaz de mantener la boca cerrada por más de tres segundos.

      —Sí —dijo Danielle. Esperaba que, por sus repuestas cortas, Tammy entendiera que ella no era el tipo de mujer que se quedaba charlando en los pasillos de los supermercados.

      Hubo un breve silencio entre las dos, y Tammy finalmente pareció entender. Miró a su alrededor con incomodidad y luego le dijo: —Bueno, espero que vayas a la fiesta. Fue bueno verte, Danielle.

      —Sí, igualmente —dijo Danielle.

      Ella no perdió tiempo en encorvar los hombros y bajar la cabeza mientras empujaba el carrito de compras. Sentía que tenía que salir del supermercado y regresar a su apartamento cuanto antes, y no por su paranoia habitual, sino por su encuentro incómodo con Tammy Wyler.

      Terminó de buscar lo que necesitaba con rapidez, casi chocando con una señora mayor en la sección de productos


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