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Llorando Sobre La Luz Derramada. George SaoulidisЧитать онлайн книгу.

Llorando Sobre La Luz Derramada - George Saoulidis


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Como. Como la harina.

      ―Igual que la harina.

      ―¡Entonces mami está enfadada por el lío que hicimos!

      ―¡Sí! Por eso tenemos que encontrar una forma de hacer que la luz del sol ruede en círculos. Así, cuando echemos un vistazo, la mayor parte de la luz solar se quedará dentro. Un hombre llamado Maxwell, que tiene una gran barba, pensó en engañar a la luz haciendo nudos. Como los cordones de mis zapatos, ¿ves? Hice un nudo, así que no irán a ninguna parte.

      ―Aún no puedo atarme los cordones de los zapatos y por eso tengo zapatillas de tiras.

      ―Lo sé, yo tampoco podía atarme los cordones de los zapatos cuando era pequeño. Pero aprendí el truco, y ahora puedo. Y estoy tratando de aprender a atar la luz del sol en nudos, para que se quede ahí y no se escape. Solo necesito encontrar el truco.

      ―Y luego puedes cambiar las zapatillas de tiras por zapatillas con cordones, que son más rápidas y entonces puedes ser más rápido.

      --¿Y?

      ―Y luego puedes ser muy rápido para hacerle los trucos al señor Luz-Solar y se caiga en los nudos... En pequeños nudos, como los cordones de los zapatos y puedes echar un vistazo lo suficientemente rápido como para cerrar las manos de nuevo ―dijo Alex, mirando entre sus pequeñas manos.

      Así que eso era un momento eureka.

      ―¿Y entonces?

      ―¡Y entonces el pro-pensador no será perezoso y hará el trabajo rápido y no tendré que esperar al juego lento!

      Alguien aplaudió. Un aplauso lento y concluyente. Yanni se dio la vuelta y vio a la mujer elegantemente vestida de antes.

      ―Excelente Dr. Tsafantakis. Venga conmigo. No se preocupe, vendrán a recoger al niño en un momento .

      Yanni se despidió de Alex. El niño levantó la vista y preguntó:

      ―¿Puedes traer a Georgie a jugar conmigo?

      ―Eso es lo primero que le voy a preguntar a esta señora. Adiós, Alex ―dijo.

      ―Adiós, señor ―dijo Alex, y volvió a jugar con su camión de juguete.

      Yanni siguió a la mujer elegantemente vestida a la habitación contigua. A estas alturas, estaba preparado para todo.

      Capítulo 2i^2

      El sol se estaba poniendo, pero seguía brillando. Yanni disfrutaba del viento en su cara y del sonido de la música antigua que retransmitía la radio. Nikos había tomado la ruta paisajística, subiendo a la montaña Parnitha. Empezaba a hacer frío a medida que subían, pero era estimulante.

      El casino fue idea de Nikos; todos los lugares que solían frecuentar habían cerrado de todos modos, y los nuevos eran para familias, así que Yanni ni siquiera se atrevió a sugerirlos. Nikos condujo el cabriolet a la entrada, el aparcacoches lo saludó por su nombre y estacionó el auto junto a otros caros biplazas.

      Nikos le guió con los brazos abiertos como si estuviera vendiendo el lugar.

      ―Ahora, ¿no es esto más varonil? Mira la vista ―dijo, y los dos se sentaron sobre lujoso cuero.

      Yanni miraba la ciudad a sus pies mientras Nikos pedía que subieran whisky. Hacia el norte, la zona residencial era más o menos como siempre, un lugar de cierta seguridad que albergaba casas grandes y caras con jardín y acogedores edificios de apartamentos con tres habitaciones para familias. Atenas se extendía también hacia el sur, pero se desvanecía en el horizonte, que parecía acercarse por el aire húmedo y gris de la niebla. Rozando el nivel más bajo de la atmósfera estaban los nuevos rascacielos del centro de la ciudad, altas bestias de cristal y acero que se habían erigido a una velocidad increíble, como si se hubieran formado por condensación espontánea del cristal. Esto le hizo pensar en sus cristales de luz, imaginó cómo se verían en la realidad. ¿Parecerían tan hermosos, formados en celosías a partir de un chip de ordenador? ¿Eran estos rascacielos tan efímeros como sus cristales de luz, o estaban para quedarse?

      ―¿Cuál es el tuyo? ―preguntó Yanni.

      Nikos prendió el extremo de un puro y señaló hacia los rascacielos.

      ―El segundo por la izquierda. Por mi parte ya está todo, no tengo que hacer nada más. Ahora les toca a los contratistas construirlo, ¡y caray, trabajan rápido! Ni siquiera yo puedo creer que en solo seis meses y ya llevan la mitad. Durante mucho tiempo solo existió en mi mente y ahora de repente brota del suelo y cambia el paisaje.

      Yanni conocía esa sensación. La de que algo existiese solo en su mente, no la de verlo ante sus ojos, porque su trabajo todavía estaba en desarrollo. Por eso a Nikos le gustaba tanto venir aquí. Debía ser reconfortante poder ver el progreso de su creación desde lejos, sentado en una silla de cuero y fumándose un puro. Ciertamente había llevado la expresión mirar desde el palco a una escala completamente nueva.

      ―Están metiendo mucho dinero en ello, ¿no? ―preguntó Yanni, y se inclinó hacia delante para encender su cigarro.

      Nikos respondió:

      ―¿Mucho? A mansalva. Fumemos un poco de ese dinero.

      ―Thalia me va a matar por el olor a tabaco ―dijo Yanni y exhaló el humo lentamente, disfrutando del aroma.

      ―Pues cúlpame a mí, di que fumé y te arrojé ceniza por accidente o algo así ―dijo Nikos―. ¡Necesitas parar un momento y disfrutar! ¿Cómo va tu apodeixis? ―preguntó, refiriéndose a la prueba en la que Yanni trabajaba desde hacía años.

      Yanni suspiró y volvió a mirar por la ventana.

      ―No lo sé, tío. Podría estar así de cerca y no saberlo, o podría estar a un universo de distancia. Falta cuadrarla del todo, ¿sabes? Si tengo razón y consigo que las ecuaciones funcionen, encajarán perfectamente como los engranajes de un reloj suizo.

      Nikos lo miraba con verdadera empatía.

      ―Lo entiendo, Yanni. Bueno, no las matemáticas teóricas, ni por asomo; pero entiendo el concepto. Necesitas que las fuerzas implicadas se armonicen o todo se derrumbará.

      Yanni se rió y dijo:

      ―Con mucho menos escombros que en tu caso, pero sí, básicamente es eso.

      Nikos se inclinó hacia adelante y le hizo mirarlo a los ojos.

      ―No lo entiendes, ¿verdad? Lo que yo hago ya estaba ahí, no es nada nuevo. Es una reutilización de cosas que ya sabemos, solo las aplico en un nuevo contexto. Tú estás tratando de crear algo nuevo. Tu apodeixis está encerrada en tu mente, y nadie más puede liberarla. Otra persona podría diseñar mi rascacielos, pero tú eres el único que puede resolver tu apodeixis.

      ―Lo sé, pero últimamente me siento como si estuviera persiguiendo el final del arcoíris ―dijo Yanni―. Demokritos ha programado una revisión de mi financiación en un mes. Podrían suspender el proyecto. Thalia y yo hemos estado hablando, podría solicitar un trabajo de profesor en la universidad o...

      Nikos apagó su cigarro y soltó:

      ―¿Enseñando? ¿ENSEÑANDO? Al carajo con eso. Que le jodan a Demokritos, ¿qué saben ellos? ¡Tú no enseñas! Conseguirás un maldito premio Nobel por este descubrimiento.

      La confianza de su amigo en él emocionó a Yanni, pero consiguió evitar las lágrimas.

      ―Significa mucho para mí que digas eso. Pero quizá sea el momento de dejarme de castillos en el aire y buscar algo estable. Ahora tengo una familia y necesito cuidar de ellos.

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