MaestrÃa. Robert GreeneЧитать онлайн книгу.
puso a pensar en su vida hasta entonces. Había decepcionado a su esposa y perdido el dinero que su suegro y amigos habían invertido en la empresa. Era inepto para los negocios y una carga para todos. Decidió, así, que la mejor opción era el suicidio. Se ahogaría en el lago. Tenía una buena póliza de seguros y la familia de su esposa cuidaría de ella mejor que él. Mientras se encaminaba al lago, se preparaba mentalmente para morir.
Pero algo lo paró en seco, algo que él describiría más tarde como una voz, procedente de las cercanías, o quizá de su interior, que le dijo: “En adelante no tendrás que esperar confirmación temporal de tus ideas. Piensas de modo correcto. No tienes derecho a aniquilarte. No te perteneces. Le perteneces al Universo. Jamás verás claramente tu importancia, pero podrás dar por sentado que cumples tu función si te esmeras en dar a tus experiencias las formas más beneficiosas para otros”. No habiendo oído voces nunca antes, Fuller no pudo menos que imaginar que ésta era real. Aturdido por tales palabras, se alejó del lago y se dirigió a casa.
Camino allá se puso a reflexionar en esas palabras y a reevaluar su vida, esta vez bajo una luz diferente. Quizá lo que antes había percibido como errores suyos no lo eran en absoluto. Había tratado de insertarse en un mundo (los negocios) al que no pertenecía. Para oír que el mundo se lo decía, le bastaba con escuchar. La experiencia de Stockade no había sido en vano; él había aprendido lecciones invaluables sobre la naturaleza humana. No había nada que lamentar. La verdad es que él era distinto. Imaginaba en su mente todo tipo de inventos –automóviles, casas, complejos estructurales– que reflejaban sus inusuales habilidades de percepción. Al mirar a su alrededor una fila tras otra de edificios de departamentos camino a casa, le dio la impresión de que la gente ya estaba harta de más de lo mismo, de la incapacidad de pensar en hacer las cosas de otra manera.
Juró entonces que, en lo sucesivo, sólo escucharía su propia experiencia, su propia voz. Crearía una forma nueva de hacer las cosas que abriría los ojos de la gente a posibilidades novedosas. El dinero llegaría a la larga. Cada vez que había pensado antes en el dinero, el efecto había sido desastroso. Cuidaría de su familia, pero tendría que vivir frugalmente por lo pronto.
Fuller cumplió su promesa al paso de los años. Perseguir sus peculiares ideas derivó en el diseño de formas de transporte y habitación de bajo costo y uso eficiente de energía (el auto y la casa Dymaxion), lo mismo que en la invención de la cúpula geodésica, estructura arquitectónica completamente original. La fama y el dinero llegaron poco después.
***
Ningún bien puede obtenerse nunca de desviarte del camino que fuiste destinado a seguir. Ocultas variedades del temor te asaltarán. Muy probablemente te desviarás a causa de la tentación del dinero, de perspectivas de prosperidad más inmediatas. Pero como esto no responde a nada profundo en ti, tu interés decaerá y, en definitiva, el dinero no llegará tan simplemente. Buscarás entonces otras fuentes de dinero fácil, que te alejarán cada vez más de tu camino. Y por no ver al frente con claridad irás a dar a un callejón sin salida profesional. Aun si tus necesidades materiales están satisfechas, sentirás un vacío interior que tendrás que llenar con cualquier sistema de creencias, drogas o diversiones. Aquí no hay posibilidad de arreglo alguno, ninguna forma de escapar a la dinámica. La hondura de tu pena y frustración te indicará lo mucho que te has desviado de tu camino. Escucha el mensaje de esta frustración, de esa pena, y deja que ellas te guíen con la misma claridad con que a Fuller su voz. Es cuestión de vida o muerte.
Retomar tu camino requiere sacrificio. No puedes tenerlo todo en el presente. El sendero a la maestría implica paciencia. Tendrás que concentrarte en él durante cinco o diez años, tras de lo cual cosecharás las recompensas de tus esfuerzos. Pero el trayecto estará lleno de retos y placeres. Haz de tu retorno a tu camino una resolución propia y comunícala después a los demás. Desviarse de la senda propia se verá así como algo vergonzoso. Al final, el dinero y el éxito que duran de veras no son para quienes se concentran en sus metas, sino para quienes lo hacen en la maestría y cumplen su tarea en la vida.
REVERSO
Hay personas que en su niñez no toman conciencia de sus inclinaciones o profesión futura, sino de sus limitaciones, con dolor extremo. No son buenas para cosas que otras parecen encontrar fáciles o manejables. La idea de un llamado en la vida les es ajena. En algunos casos, interiorizan los juicios y críticas de los demás y acaban viéndose como esencialmente deficientes. De no tomar precauciones, ésta podría ser una profecía condenada a cumplirse.
Nadie ha enfrentado más terriblemente este destino que Temple Grandin. En 1950, a los tres años de edad, se le diagnosticó autismo. Ella estaba aún por realizar grandes progresos en el habla, y se pensó que permanecería en esa condición, lo que implicaba internarla de por vida. Pero su madre quiso probar una última opción antes de rendirse y la envió con un terapeuta del lenguaje que, milagrosa aunque lentamente, le enseñó a hablar, lo que le permitió asistir a la escuela y aprender igual que los demás niños.
Pese a esta mejora, su futuro parecía limitado, en el mejor de los casos. Su mente funcionaba de otro modo; pensaba en imágenes, no en palabras. Para poder aprender una palabra tenía que representarla en su mente. Esto le dificultaba entender palabras abstractas o aprender matemáticas. Tampoco era buena para socializar con otros niños, quienes a menudo se burlaban de sus diferencias. Con tales trabas de aprendizaje, ¿qué podía esperar Temple hacer en la vida más allá de labores modestas? Peor todavía, tenía una mente muy activa, y sin algo en lo cual concentrarse, cedía a sensaciones de intensa ansiedad.
Cada vez que se alteraba, se refugiaba instintivamente en dos actividades de su agrado: interactuar con animales y producir cosas con las manos. En relación con los animales, en particular los caballos, poseía una misteriosa capacidad para percibir lo que pensaban y sentían. Se convirtió así en experta jinete. Y puesto que tendía a pensar en imágenes, cuando hacía cosas con las manos (como coser o trabajar madera), podía imaginar el producto terminado y armarlo después con toda facilidad.
Cuando tenía once años, Temple fue a visitar a una tía que era dueña de un rancho en Arizona. Ahí se dio cuenta de que ella tenía aún mayor empatía con las vacas que con los caballos. Un día observó con particular interés que algunas vacas eran colocadas en una tolva plegadiza que apretaba sus costados para relajarlas antes de que se les vacunara. Ella siempre había deseado que se le abrazara fuertemente, aunque no podía soportar que lo hiciera un adulto; sentía que no tenía control en esa situación y se aterraba. Pidió entonces a su tía que le permitiera meterse en aquella tolva. La tía accedió, y durante treinta minutos Temple experimentó la sensación de presión que había soñado siempre. Al terminar, sintió una tranquilidad enorme. Luego de esta experiencia, se obsesionó con ese aparato, y años más tarde logró producir una versión primitiva de él, que podía usar en casa.
Se obsesionó entonces con el tema de las vacas, las tolvas y el efecto del tacto y la presión en niños autistas. Para satisfacer su curiosidad, tuvo que desarrollar habilidades de lectura e investigación. Una vez que lo hizo, descubrió que poseía una fantástica capacidad de concentración; podía leer horas enteras acerca de un tema sin aburrirse en lo más mínimo. Sus investigaciones se extendieron poco a poco a libros de psicología, biología y ciencias en general. Dadas las habilidades intelectuales que había desarrollado, se le admitió en una institución universitaria. Sus horizontes se ampliaban pausadamente.
Años después cursaba ya la maestría en ciencias animales en la Arizona State University. Ahí resurgió su obsesión con las vacas; quería hacer un análisis detallado de comederos y tolvas en particular, para comprender las reacciones conductuales de los animales. Sus profesores no entendían ese interés y rechazaron su proyecto. Pero no siendo de quienes aceptan un no por respuesta, Grandin halló profesores de otras áreas que la apoyaron. Hizo su investigación y justo en ella percibió un destello de su tarea en la vida.
Grandin no estaba destinada a la vida universitaria. Era una persona práctica a la que le gustaba armar cosas y que necesitaba constante estimulación mental. Así, decidió forjarse una senda profesional peculiar. Comenzando