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La Divina Comedia. Dante AlighieriЧитать онлайн книгу.

La Divina Comedia - Dante Alighieri


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obligándolo a concretar, a materializar y a dar forma a lo que es más espiritual e impalpable, aún a Dios mismo. Aquel mundo literal lo hechiza, lo persigue, lo asedia y no descansa hasta que recibe de él su forma definitiva; y ya no es letra, sino espíritu; ya no es imagen, sino realidad; un mundo en sí cabal e inteligible, perfectamente realizado. Visión y alegoría, tratado o leyenda, crónicas, historias, loores, himnos, misticismo y escolástica, todas las formas literarias y toda la cultura de la época están aquí encerradas y animadas en este gran misterio del alma y de la humanidad: poema universal en que se reflejan todos los pueblos y todos los siglos que constituyen la edad media.

      Más este mundo artístico, nacido de una contradicción entre la intención del poeta y su obra, no es acabadamente armónico, no es poesía pura. La falsa conciencia poética perturba la obra de aquella espontaneidad genial, y pone en ella un no sé qué de inseguro y de no acabado, una mezcla y crudeza de colores. El pensamiento, en su desnudez escolástica; o exornado con imágenes que sin embargo no bastan a vencer su abstracción, tiene demasiada importancia. Sus figuras alegóricas recuerdan en ocasiones a los monstruos orientales más que a la serena belleza griega: lo mismo las entidades abstractas que los personajes conscientes y libres. A menudo, preocupado por el segundo sentido que tiene en mientes, agrega pormenores extraños a la imagen, lo que perturba y distrae al lector, interrumpiéndole el libre vuelo de la fantasía. La presencia constante de otro sentido que aligera la representación y a veces la penetra, menoscaba la claridad y la armonía. Aún el estilo, enmarañado de cuando en cuando con asuntos lejanos y sutiles pierde su claridad y se torna confuso y turbio. No es un templo griego sino una catedral gótica, llena de vastas sombras, en donde pugnan elementos contrarios, que no han sido bien armonizados. A veces es tosco; otras, delicado. En ocasiones, poeta docto y en otras, popular. Ora pierde de vista a la verdad y se entrega a sutilezas, ora la intuye rápidamente y la expresa con sencillez. Ya es un cronista burdo, ya un pintor acabado. Cuándo se pierde en cuestiones abstractas; cuándo, en medio de ellas, hace germinar la vida. Aquí desciende a cosas pueriles, allá se remonta a excelsitudes sobrehumanas. Al ocuparse en un silogismo brilla la luz de una imagen; mientras teologiza estalla la flama del sentimiento. En ratos os halláis ante una fría alegoría y repentinamente sentís a la carne estremecerse con ella. Su credulidad nos hace hoy sonreír; luego su audacia nos llenará de asombro. Fué un pequeño mundo donde se reflejaba toda la existencia de entonces.

      Los elementos contrarios que fermentaban en una sociedad en estado aún de formación contendían en él, sin que se diera cuenta de ello. Si miráis sus aspiraciones encontraréis que en ellas todo es armonía. Filósofo, piensa en el reino de la ciencia y de la virtud; cristiano, contempla el reino de Dios; patriota, suspira por el reino de la justicia y de la paz; poeta, sueña una forma toda luz, proporción y armonía, lo bello stile; su autor es Virgilio. Mientras más grande era la barbarie y la ignorancia, mayor su aspiración hacia un mundo armónico y concorde. Mas el poeta se halla rodeado por esta burda realidad, por esas formas discordes; se apesadumbra y le falta la serenidad del artista y saca de su fantasía un mundo del arte, en gran parte realizado, pero donde se encuentra aún las asperezas de una materia domeñada imperfectamente.

      Penetremos en este mundo, mirémoslo e interroguémoslo. Porque un argumento no es tabula rasa, donde podamos escribir a nuestro antojo, sino mármol entallado, que tiene en sí mismo su concepto y las leyes de su desarrollo. La virtud mayor del genio consiste en entender su argumento, ser uno con él, apartando todo lo que le sea extraño. Es necesario apasionarse por él, vivir dentro de él, constituirse en su alma o su conciencia. De modo semejante el crítico en lugar de imponerse reglas abstractas y juzgar con el mismo criterio la Comedia y la Ilíada, la Gerusalemme y el Orlando Furioso, debe estudiar el mundo creado por el poeta, interrogarlo, indagar su naturaleza que contiene forzosamente su poética o sean las leyes orgánicas de su formación, su concepto, su forma, su génesis, su estilo. ¿Qué cosa es el otro mundo?

      Es el problema del destino humano resuelto, la explicación del misterio del alma, el fin de la historia del hombre, el mundo perfecto, lo eterno presente, la inmutable necesidad. En la naturaleza ya no ocurre el accidente; en el hombre ya no hay libertad. La naturaleza está predeterminada y fijada por una lógica preconcebida según la idea moral. Lo real y lo ideal se vuelven idénticos; la apariencia y la sustancia son una misma cosa. El hombre ya no tiene libre albedrío: está ahí fijo e inmóvil como la naturaleza. Toda acción ha cesado; se ha roto todo vínculo que une a los hombres en la tierra; patria, familia, riquezas, dignidad, costumbres. No existe sucesión ni desenvolvimiento, ni principio, ni fin; falta la narración, el drama. El individuo desaparece en el género. El carácter, la personalidad no tiene modo de manifestarse. Eterno dolor, gozo eterno, sin eco, sin variación, sin contraste ni grado. No hay epopeya porque falta la acción; no hay drama porque falta la libertad; la lírica es la inmutable y monótona expresión de una sola aria; queda la existencia en su inmóvil manera de ser, la descripción de la naturaleza y del hombre.

      ¿Qué cosa es, pues, el otro mundo—con relación al arte? Visión, contemplación, descripción: una historia natural.

      Más en esta visión penetra la leyenda o el misterio porque dentro está representada la comedia o redención del alma en su peregrinaje desde lo humano a lo divino, da Fiorenza in popol giusto e sano. Tiene pues la apariencia de un drama que se desarrolla en el otro mundo, y sus actores son Dante, Virgilio, Catón, Estacio, el demonio, Matilde, Beatriz, San Pedro, San Bernardo, la Virgen, Dios; drama alegórico como lo es la comedia del alma, Commedia dell'anima. Digo apariencia de un drama, porque la santificación no nace del obrar sino del contemplar, y Dante contempla, no obra, y los otros adoctrinan, enseñan. El drama, en consecuencia, se desvanece en la contemplación.

      Así concebido, este mundo era el de los misterios y las leyendas y se convertía en mundo teológico-escolástico en manos de los doctos. Dante lo ha realizado, lo ha hecho existir en el arte; ha creado esa naturaleza y ese hombre. Y si su mundo no es perfectamente artístico, la falta no es de él sino que aquel mundo en donde el hombre es naturaleza y la naturaleza, ciencia, y del cual se ha desterrado a lo accidental y a la libertad, los dos grandes factores de la vida real y del arte.

      Si Dante hubiera sido fraile o filósofo, apartado de la vida real, se habría encerrado en esas formas y en esa alegoría sin salir de ellas. Mas Dante, al entrar en el reino de los muertos lleva consigo todas las pasiones de los vivos, y las preocupaciones terrenas. Descuida ser un símbolo o una figura alegórica, y es Dante, la más potente individualidad de aquel tiempo, en la cual está compendiada toda la vida de la época, con sus abstracciones, sus éxtasis, sus pasiones impetuosas, su refinamiento y su barbarie. A la vista de un ser viviente y al oír sus palabras, las almas renacen por un instante, sienten de nuevo la antigua vida, se tornan hombres; en lo eterno vuelve a aparecer el tiempo; en el seno de lo porvenir, vive y se mueve Italia, y más bien aún, la Europa de aquel siglo. Así la poesía abarca toda la vida, cielo y tierra, tiempo y eternidad, lo humano y lo divino; y el poema sobrenatural conviértese en humano y terreno, con la marca del hombre y del tiempo. Reaparece la naturaleza terrenal como oposición o parangón o remembranza. Reaparece el accidente y el tiempo, la historia y la sociedad en su vida exterior e interna; apunta la tradición virgiliana con Roma por capital del mundo y con la monarquía preestablecida; y dentro de este marco magnífico, pasa ante nuestros ojos la historia de la época: Bonifacio VIII, Roberto, Felipe el hermoso, Carlos de Valois, los Cerchi y los Donati, la nueva Florencia y la antigua, la historia de Italia, y la historia de Dante, sus iras, sus odios, sus venganzas, sus amores, sus predilecciones.

      Así se integra la vida; el otro mundo sale de su abstracción doctrinal y mística; cielo y tierra se confunden; síntesis viviente de esta inmensa comprensión, Dante es espectador, actor y juez. La vida, contemplada desde el otro mundo adquiere nuevas actitudes, sensaciones e impresiones. El otro mundo visto desde la tierra, se reviste de sus pasiones e intereses. Y resulta de todo una concepción originalísima, una naturaleza nueva y un hombre nuevo. Son dos mundos omnipresentes, en reciprocidad de acción, que se suceden, se alternan, se cruzan, se compenetran, se explican y se iluminan mutuamente, en perpetua vuelta. Su unidad no reside en un protagonista, ni en una acción, ni en un fin abstracto y extraño a la materia; está en la misma materia; unidad interior e impersonal, viviente, indivisible; unidad


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