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Dos versiones de la muerte. Pedro Antonio de AlarcónЧитать онлайн книгу.

Dos versiones de la muerte - Pedro Antonio de Alarcón


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      El 16 de diciembre de 1875 Alarcón es elegido miembro de la Real Academia Española, a la cual ingresa el 25 de febrero de 1877 con el discurso: La moral en el arte. En el mismo año funge como senador por Granada.

      Desde 1878, Alarcón radica en su casa de Valdemoro en Madrid, desde donde publica, en 1882, La pródiga, su última novela, de nueva cuenta con ideas moralizantes. La crítica no es muy asidua a comentarla y ello motiva el cese de labores literarias de nuestro autor.

      El 30 de noviembre de 1888 queda hemipléjico tras un derrame cerebral y el 19 de julio de 1891 muere en Madrid a los 58 años.

      III

      "El amigo de la Muerte" cuento firmado en 1852, precede al episodio del desafío con García de Quevedo; sin embargo, pareciera que adelanta de manera profética el encuentro del autor con su destino, pues en el relato hay un duelo con idéntico desenlace. Este "cuento fantástico", subtitulado así por Alarcón, refiere, desde un narrador omnisciente, la vida de Gil Gil, hombre que podía ver y escuchar a la Muerte, personaje alegórico con el cual traba amistad, como bien anuncia el título y recuerda el narrador a cada instante.

      Aunque al inicio el relato se presenta con un corte realista, conforme el lector avance en los pretendidos méritos y fortuna del personaje, podrá notar que se trata de una narrativa a caballo entre dicha tendencia y la romántica, no solo en estilo, sino también en contenido. Sirva como ejemplo la primera aparición del ideal de la muerte:

      Era una de esas tristísimas tardes en que parece que hasta los relojes tocan a muerto; en que el cielo está cubierto de nubes y la tierra de lodo; en que el aire, húmedo y macilento, ahoga los suspiros dentro del corazón del hombre; en que todos los pobres sienten hambre, todos los huérfanos frío y todos los desdichados envidia a los que ya murieron [...] La idea de la muerte ofrecióse entonces a su imaginación, no entre las sombras del miedo y las convulsiones de la agonía, sino afable, bella y luminosa, como la describe Espronceda.

      Parte singular del relato radica en la descomunal oportunidad que da Alarcón a su personaje cuando se le revelan los misterios de la existencia gracias a la Muerte, pero sobre todo porque eso mismo lo caracteriza bajo el sello de la XII humanidad falible. Así, el contacto con lo histórico es una brecha natural a seguir, pues reafirma la existencia de Gil Gil en el orbe mundano; esto se explicita cuando se convierte en pieza clave del episodio de la Sucesión Española a finales de agosto de 1724.

      El viaje fantástico que significa este breve pero rico episodio en la vida del protagonista, tanto anímica como físicamente (como ejemplo baste recordar el alucinante paseo alrededor de la Tierra arriba del coche de la Muerte), culmina con un final sorpresivo que mueve a la reflexión desde una retórica tradicionalista, pero tamizada por una óptica que anuncia nuevas narrativas prontas a desarrollarse en el siglo subsecuente.

      IV

      Por otro lado, "La mujer alta", relato fechado en 1881, supone un regreso al carácter de la oralidad romántica, pero con una vuelta de tuerca que ubica al relato dentro de la contemporaneidad del autor, puesto que la increíble anécdota está al cobijo de un intricado esquema que supone tres narradores distintos, uno dentro del otro: el primero es el que construye a Gabriel y a sus compañeros desde la cumbre del Guadarrama en 1875; el segundo es el mismo Gabriel, quien a su vez funciona como vehículo para dar voz de lo acontecido a Telésforo, el cual, tercero y último, refiere su extraordinaria fábula, ocurrida entre 1857 y 1860, con la horrible vieja, objetivo principal del "cuento de miedo", subtítulo que sustenta este esquema narrativo en manos del lector.

      Cuarenta y dos años han pasado desde la publicación de El estudiante de Salamanca y el personaje de Telésforo muestra atisbos de homenaje hacia el don Félix de Montemar de Espronceda en la aparición de la mujer sola en la calle y la entrada a esta escena del protagonista proveniente de la ruina del juego. Las descripciones de la horripilante figura de la vieja desdentada y burlona con el diminuto abanico ubican al relato dentro de la tradición romántica, lo cual recuerda que, por estos años, también Gustavo Adolfo Bécquer se vio seducido por volver a la exacerbación sentimental y espiritual del genio romántico con sus Leyendas.

      Sin embargo, hay un elemento que cabe resaltar en Alarcón y que lo pone un paso más allá: el relato de Gabriel, como a su vez el de Telésforo, se pone a escrutinio de los interlocutores por ver si le encuentran una explicación racional, pues quiere probar su tesis: ".reducida a manifestar, aunque me llaméis oscurantista, que en el globo terráqueo ocurren todavía cosas sobrenaturales: esto es, cosas que no caben en la cuadrícula de la razón, de la ciencia ni de la filosofía, tal como se entienden hoy (o no se entienden)." Pero estas argumentaciones, que se proyectan como finales, son cen-suradas por el primer narrador, dejándolas a consideración del lector bajo una premisa que se menciona por la mitad del relato: "¡Es mucho más fácil pronunciar la palabra locura que XIV hallar explicación a ciertas cosas que pasan en la Tierra!"

      V

      La muerte permea ambos relatos: redentora y afable en uno, horrible y fatídica en el otro. Alarcón toma ambas ideas del imaginario de lo humano; ya sea como personaje alegórico o representada por una pesadilla febril, el misterio de la muerte se adereza en estas narraciones que invitan a abrir la mente para dar cabida a una reflexión desde un camino alterno opuesto al racional.

      Esta tendencia está integrada ya al siglo xix bajo la prontamente arraigada idea positivista de pasar todo por el tamiz de la experimentación científica. Nuestro autor propone para ello una prueba inversa, pues pide despojarse del velo de la razón para ponerse el de la imaginación creadora. Esta acción permite aquilatar las posibilidades que despliega el lenguaje para presentar terrenos narrativos como alteraciones de la realidad tangible.

      Ya sea desde lo onírico o el ensueño, la muerte, para Gil Gil o para Telésforo, funcioPna como una solución liberadora que significa un umbral hacia otra realidad más allá de la vida o hacia la construida (y muy dignamente para ser habitada) desde la literatura.

Hugo Enrique del Castillo Reyes

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