Эротические рассказы

Historia de las ideas contemporáneas. Mariano Fazio FernandezЧитать онлайн книгу.

Historia de las ideas contemporáneas - Mariano Fazio  Fernandez


Скачать книгу
instructiva: en el fondo del proyecto enciclopédico se sostenía una ideología de tipo racionalista, que ponía en duda las certezas recibidas por la tradición, y juzgaba —aunque en forma moderada, por prudencia política— los mismos fundamentos del poder político y de la Iglesia Católica.

      Hija de su tiempo, la Enciclopedia no se la debe ver sólo como un manifiesto anticlerical —cosa no del todo justa, dado que hay voces concernientes a la fe escritas con un criterio bastante ortodoxo—, sino también como una revaloración positiva de las artes y oficios populares. Efectivamente, la Enciclopedia ofrecía por la primera vez al lector curioso un cuadro casi completo de los oficios manuales, de las técnicas agrícolas, de los diversos y complicados procesos de trabajo artesanal. El empirismo —que está en la base de la Ilustración, junto con muchos elementos del racionalismo— y la consideración del universo material como una inmensa máquina — tout court, el mecanicismo— servían de marco teórico adecuado para la rehabilitación de los oficios técnicos.

      Los dos principales responsables de la Enciclopedia, como hemos ya mencionado, fueron Denis Diderot (1713-1784) y Jean Le Rond D’Alembert (1717-1783). El primero recibe el influjo de Shaftesbury, y escribirá un Ensayo sobre el mérito y la virtud, que es una traducción de la obra del inglés, con añadidos personales. Estuvo en Rusia, donde tuvo con su protectora, la zarina Catalina II, conversaciones filosóficas. Respecto a su actitud religiosa, pasa por distintas etapas, donde no están ausentes el deísmo, el panteísmo y el ateísmo. Diderot no tiene un sistema filosófico estable, y para lograr obtener una idea de conjunto de su pensamiento habría que hacer coincidir el materialismo de su Sueño de D’Alembert con el idealismo moral de algunas de sus voces de la Enciclopedia.

      El pensamiento de D’Alembert parece más coherente. Además de filósofo, fue un gran matemático y físico. Desde el punto de vista de su filosofía tiene particular importancia el Discurso preliminar de la Enciclopedia. D’Alembert considera que Locke es el padre de la filosofía científica, y ve con satisfacción el progreso de la filosofía en el Siglo de las Luces. En la base de su concepción filosófica existe un fenomenismo decidido, que es un auténtico positivismo avant la lettre: tanto el filósofo como el científico deben describir y poner en relación los fenómenos observados empíricamente. Superar el límite del fenómeno es ir más allá de las capacidades del conocimiento. Por lo que se refiere a la moral, D’Alembert piensa que se basa en la conciencia del deber hacia el prójimo, conciencia que servirá de punto de apoyo para fundar una sociedad civil sobre la base del acuerdo del propio interés con el fin de la sociedad, que coincide con el bienestar y la felicidad comunes.

      c) El materialismo

      Si el símbolo de la Ilustración francesa es la Enciclopedia, los dos desarrollos teóricos más interesantes —uno a causa de su radicalidad, el otro por las vastísimas consecuencias históricas que tuvo— son el materialismo y la teoría político-social.

      Respecto al materialismo, su representante más clásico es Julien Offray de La Mettrie (1709-1751). En su célebre obra El hombre máquina, y también en su Historia natural del alma y en El hombre planta, desarrolla un materialismo de base, que hace depender todo de la sensibilidad, incluidas las ideas. La clave para entender qué es el hombre reside en los procesos fisiológicos. La diferencia entre el hombre, el animal y la planta es sólo de grado. Agnóstico en campo religioso, hedonista en materia moral —La Mettrie escribió una obra intitulada El arte de gozar o la escuela de la voluptuosidad—, este médico-filósofo expresa uno de los posibles desarrollos radicales del empirismo ilustrado.

      En la misma línea materialista se mueve el barón Paul d’Holbach (1723-1789), nacido en Alemania pero de formación francesa. D’Holbach compuso el texto más importante del materialismo del siglo XVIII: el Sistema de la naturaleza o de las leyes del mundo físico y del mundo moral (1770). Este autor profesa un cierto atomismo: todas las cosas son el resultado de un conjunto de átomos estructurados de formas distintas. Los principios del movimiento no son externos, sino internos a las cosas: la atracción y repulsión entre los átomos. En el caso del hombre, estos dos principios se llaman amor y odio. El hombre, como todas las otras cosas, tiende a conservar la propia existencia. El amor propio, por lo tanto, es el principal motor de la vida humana. Esta tendencia no es incompatible con la búsqueda del bienestar general. Enemigo de toda forma de religiosidad, considera que la ignorancia y el miedo son el origen de la noción de divinidad, y que la religión aumenta el ansia y el miedo. Una vez que se elimine la religión, se podrá cambiar el sistema político del Ancien Régime, y sustituirlo por otro más racional. Cabe aclarar que d’Holbach no es partidario de una revolución violenta.

      Etienne Bonnot de Condillac (1715-1780) no es un materialista en sentido estricto, pero su sensismo radical lo acerca a esta corriente de pensamiento, si bien deja espacio en su sistema al espíritu y a la trascendencia. Condillac publica en 1746 un Ensayo sobre el origen de los conocimientos humanos, en el que se muestra un fiel discípulo de Locke: todo conocimiento tiene un origen empírico, ya se trate de una idea simple o de una compuesta.

      Condillac, sin embargo, va madurando su pensamiento y llegará a posiciones gnoseológicas personales. En el Tratado de los sistemas (1749) critica fuertemente los sistemas metafísicos del siglo XVII: Descartes, Malebranche, Spinoza y Leibniz partieron de definiciones, y después, mediante un método geométrico, llegaron a conclusiones que son arbitrarias. Ciertamente hay que sistematizar los conocimientos, pero partiendo del dato fenoménico provisto por los sentidos.

      En el Tratado de las sensaciones (1754), Condillac se aleja de Locke al afirmar que incluso las operaciones mentales como juzgar, querer, comparar, son sólo sensaciones transformadas. Para convencer al lector de que la única fuente de nuestro conocimiento es la sensación, Condillac propone una analogía: imaginémonos una estatua privada de todo conocimiento. Partiendo de uno de los sentidos más rudos, el olfato, Condillac reconstruye todo el proceso del conocimiento hasta llegar a la misma inteligencia. En una obra posterior, el Ensayo sobre el entendimiento humano, explica que la voluntad está determinada por un malestar del espíritu, que siente necesidad de un bien que está ausente. Este malestar o inquietud es el primer principio de todos los hábitos de nuestra alma. Este mismo argumento es desarrollado en el Resumen razonado, añadido posteriormente al Tratado de las sensaciones, y en el Tratado de los animales. Por este motivo, existen interpretaciones voluntaristas del sistema de Condillac, puesto que toda pasión e idea dependen de la determinación de la voluntad.

      Menos abierto parece el materialismo de Claude Adrien Hélvetius (1715-1771), quien en su libro Del espíritu reduce todas las capacidades del hombre a percepción sensorial. Este reduccionismo se aplica también a la vida ética, donde el principio fundamental de la conducta consiste en la búsqueda del placer. La educación debe enseñar a los hombres a hacer coincidir el interés personal —la búsqueda del placer— con el interés general de la sociedad, que al final llevará a un placer mayor. Para que este proceso educativo sea eficaz, en la sociedad debe imperar la libertad política y se debe generalizar la religión natural.

      d) La teoría político-social

      La otra línea especulativa que ha merecido la atención de los historiadores


Скачать книгу
Яндекс.Метрика