Pequeño circo. Nando CruzЧитать онлайн книгу.
en el Agapo, en La Vía Láctea y en casi todos los bares. Después estuve trabajando de mensajero hasta que las giras empezaron a ser tan largas que, cuando volvía, ya me habían echado. Encontré que lo único que podías combinar con tocar en un grupo y que diera dinero en las épocas chungas era trabajar en un bar. Muchos músicos pinchaban, trabajaban de porteros o ponían copas. ¡Benditos bares!
JUAN HERMIDA: Dejé de ir a La Vaca Austera porque todos los clientes eran músicos. Yo iba a relajarme con mi novia y ellos miraban con quién hablaba o dejaba de hablar. «Tío, ayer coincidí contigo y no me saludaste», me decían. Y yo, «pues haber venido tú». «Ya, pero es que estabas hablando con ese otro que nos ha robado un bolo.» Había un componente de ego muy fuerte motivado por el alcohol y las drogas. Y el corral era muy pequeño.
El ambiente fuera de Madrid era muy diferente. Todo el mundo te abría los brazos y te hacía sentir como en casa. Esto siempre me pasó en Euskadi: allí el espíritu de bares, tiendas, medios y grupos era de colaboración.
Malasaña duró muy poco: apenas tres años. El alcohol y las drogas lo degradaron.
FERNANDO PARDO: Los años dorados de Malasaña fueron del 88 al 91.
EL CORTE EN TECNODISCO Y LAS PORTADAS EN ALG
CARLOS GALÁN: El piso de Hortaleza 70 donde nos instalamos estaba en un edificio infecto. Suena a tópico neoyorquino, pero es real: llegaba por las mañanas y había gente durmiendo por las escaleras, mendigos… Compartía oficina con una editorial de música, Fuga. A la entrada había un pequeño espacio que me realquilaron y donde puse unas estanterías, una mesa hecha con un tablón y un teléfono. Ahí tuve mi primer fax.
En esa oficina viví la misma sensación que había vivido en Munster. Era un cuchitril y tenía delante a Mikel Sagües, de Purr23, mirándome y diciendo, «jo, qué suerte dedicarte a esto». Y yo pensaba, «¿pero no ves dónde estoy metido?».
Al principio estaba yo solo. Gema aún estudiaba y no se podía dedicar al sello. Los primeros años eran disfrute puro y duro. Desde que me levantaba hasta que me acostaba: hacer una entrevista, contactar con otro fanzine para intercambiar, ir al apartado de correos a ver si me había llegado una maqueta, una carta de un grupo que contestaba una entrevista seis meses después, El tubo de Bilbao, los pedidos… La gente no hacía el pedido y punto: te mandaba cartas contándote lo que les gustaba del fanzine.
A última hora del día, iba a La Vía Láctea a ver si se habían vendido fanzines. Ibas con la mochila llena y la ibas vaciando. «¡Coño, quedan dos! ¡Mañana te traigo más!» Y, por la mañana, lo mismo, pero por las tiendas de discos: a Del Sur, a Melocotón… Lo llamábamos «el recuento». Dejabas cinco discos en depósito, quedaban tres…
Estuve haciendo de figurante en El Zorro, una serie norteamericana que emitía Antena 3. Hacía de mejicano. Nos recogían en autobús a las cinco de la mañana, nos llevaban a Colmenar Viejo, nos plantaban un bigote y un poncho… De vez en cuando, venían artistas norteamericanos. Mi papel estelar fue sacar de una taberna a Philip Michael Thomas, el negro de Miami Vice, porque se había enfrentado al Zorro. De las cinco o seis horas que tenía que estar allí, igual solo actuaba media hora. El resto lo pasaba escuchando música, escribiendo cosas del fanzine…
Hice eso cuatro meses al año durante tres años. Muchas veces iba de empalmada porque había estado repartiendo fanzines por Malasaña hasta tarde. Pero, bueno, tenía diecinueve años. Y cuando no tenía que rodar, me echaba a dormir en el granero del pueblo mejicano para recuperar sueño. Me pagaban seis mil pesetas al día. Un sueldazo.
IÑIGO PASTOR: En los primeros discos que hicimos, fuimos víctimas de la estafa del sello Rocco, un tipo de Toledo que editó a El Pecho de Andy. Hacía unos anuncios donde decía, «fabrica tu disco». Lo vi en el fanzine 27 puñaladas de Sevilla y acudí a él. Pero ya no era que te cobrase lo que quisiera por fabricarte el disco, sino que empecé a ver el primer disco que hicimos —el que salían Spacemen 3, Surfin’ Lungs, Los Enemigos y Sex Museum— con portadas de diferentes colores. Hizo las ediciones que quiso. No era muy inteligente, el tipo, porque los llevaba a las mismas tiendas.
Así supe dónde los fabricaba. Era Tecnodisco, una fábrica que había en un polígono industrial de Madrid. Fui a enterarme y aprendí a hacerlo yo.
CARLOS GALÁN: Decidí sacar un disco con el fanzine porque lo hizo La herencia de los Munster. Fui a Iñigo y le dije, «¿qué costaría esto? ¿Qué tengo que hacer?». Vi que era relativamente barato y no muy complicado.
Wipe Out Skaters eran amigos míos de Madrid, a Corn Flakes los conocía porque le habían mandado la maqueta a Iñigo, a La Perrera los conocía porque Txeroki, de Basati Diskak, me había mandado la maqueta del disco, e Iñigo me colocó a Cerebros Exprimidos, que ya eran de Munster. Me fue bien porque le vi un rollo conceptual: una «blood side» con Cerebros Exprimidos y La Perrera, y una «skate side» con Wipe Out Skaters y Corn Flakes.
Todo fue por carta. Por supuesto, los grupos no firmaban nada. No le decías a La Perrera, «te mando un documento para que me cedas el tema». Hicimos una primera tirada de mil, porque yo estaba un poco cagado, y luego otros mil. Luego les mandaba unas copias a cada grupo y ya está.
Uno de nuestros aliados del principio fue Potencial Hardcore, un sello de Vallecas que sacaba grupos como Non Servium, Sin Dios y todo eso. Con Fernando «Potencial» falsificamos nuestra primera licencia fiscal para fabricar. Éramos mundos totalmente distintos, pero había cierto punto de unión.
IÑIGO PASTOR: Conocí a Fernando Delgado en el Rastro vendiendo casetes suyos y otros que obtenía de intercambios con sellos alemanes y suecos. Estaba a la entrada, donde los puestos de tema político. El perfil de los artistas de Potencial Hardcore era anti-SGAE y anti-Hacienda. Él aglutinó el movimiento punk y costra de casa okupada. La suma de todas sus producciones y discos editados se comería con patatas a la mayoría de sellos de la movida indie que la gente cree que tuvieron cierta repercusión. Hacía miles y miles y miles de casetes, singles y CD que estaban en las casas de la gente. Y al final eso es lo que importa.
CARLOS GALÁN: Automáticamente, al sacar el primer single, «Lagarto»24, de Animal Records, que tocaba en Los Imposibles, me contó que quería autoeditarse un disco. Le dije, «si quieres, lo hacemos a medias: vosotros ponéis el máster y yo, la fabricación». Lo presentamos en el Ya’sta en una fiesta donde se regalaba el single con la entrada y ahí empezó la dinámica de sacar, sobre todo, grupos de amigos: Arena 69, Wipe Out Skaters…
Los grupos te mandaban una canción en una casete, de esa casete hacías un DAT en un estudio, que por supuesto te había recomendado Iñigo, y con ese DAT te ibas a hacer el corte al polígono industrial Urtinsa, donde estaba Tecnodisco. Todos empezamos a fabricar allí porque allí empezó Iñigo.
El corte era algo alucinante. Un señor con bata blanca de médico entraba en una sala, colocaba el acetato, ponía la canción y veías cómo se iban grabando los surcos… Lo sacaba, lo escuchabas, dabas el visto bueno y te ibas.
IÑIGO PASTOR: En la mayoría de discos que yo tenía ponía «Offset ALG». «¿Y qué coño es “Offset ALG”?», pensaba yo. Era una imprenta en Cuatro Caminos. Todos los que trabajaban allí tenían más de cincuenta años. Se dedicaban única y exclusivamente a hacer carátulas de singles, LP y casetes. Estos tíos llevaban haciendo carátulas desde los años 60.
CARLOS GALÁN: El señor Piñeiro, de ALG, era un ogro, pero empezamos a aparecer esos niñatos a hacer portadas de singles en un momento en que el single era un objeto absolutamente en decadencia, y le enternecimos.
Y luego estaba el encalomado, una palabra que nos inventamos y que consistía en coger los discos y meterlos en las fundas.
Yo mandaba los fanzines en un sobre, pero cuando empecé a incluir discos, mandar paquetes era artesanía pura: había que rellenar un papel, atar el cartón con una cuerda, ponerle un plomillo… Iñigo incluso me enseñaba truquillos para reciclar el plomillo o me decía dónde comprar la cuerda más barata.