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Pequeño circo. Nando CruzЧитать онлайн книгу.

Pequeño circo - Nando Cruz


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pero a Cancer Moon no los cita casi nadie. Es una generación puente, pero un puente roto, porque la generación del indie no se fijó en ellos. Es como si se la hubieran saltado.

      Esos grupos tenían un nivel mucho más alto que la mayoría de indies posteriores a la hora de recibir y resolver las influencias. Y en eso también influye la cultura de cada uno: lo que has leído, las películas que has visto… Todo eso te sirve a la hora de componer. No a nivel musical, pero sí para lo que quieres transmitir. Los grupos que llegan después estaban más por la labor de mirarse en el espejo del grupo que les gustaba y ahí cometían un error, porque, si te lees los créditos de los primeros discos de Sonic Youth, están llenos de referencias a Harry Crews, Flannery O’Connor, Richard Kern… Escritores, pintores, directores… Ellos ya tenían esas referencias. Sin embargo, estos grupos nuevos se fijan solo en Sonic Youth. Se quedan en la superficie. El Inquilino Comunista ya copiaban directamente a Sonic Youth.

      ROBER!: Si somos justos, tanto en Cancer Moon como en Los Bichos también había imitación. Había cosas que notabas que habían pillado al pie de la letra, pero esto ha pasado siempre y no es tan grave. El original total no existe.

      IÑIGO PASTOR: Esta gente tiene un bagaje anterior. Es gente que fue asumiendo la poca información que recibían. Josetxo Anitua era de Eibar, un pueblo entre San Sebastián y Bilbao. ¿Qué coño llegaba allí? ¿Cómo? Lo suyo viene muy de abajo y muy de dentro. Ante todo son personalidades muy definidas. Ahora todo el mundo te sabe hablar de Joy Division, pero es muy distinto haberlo vivido en una adolescencia de bicho raro. Hoy a todo el mundo le gusta la Velvet Underground, pero estas personas llevaron ese testigo. Y eso se nota en cómo vestían, cómo hablaban, cómo caminaban, cómo respiraban y, claro, en la música que hacían. Luego hubo lo que hubo.

      JAIME GONZALO: Tanto Josetxo de Cancer Moon como Josetxo de Los Bichos eran gente con vidas atormentadas. Por muchos factores. Y no los más románticos, sino los más cotidianos. En el caso de Ezponda, una madre enferma; en el de Anitua, una sexualidad mal asumida. Esa gente llevaba una vida ingrata. Dentro de sí tenían que haber muchos fantasmas, y veías que en otros grupos eso no existía: solo estaba el hedonismo de hacer música, el puro placer intelectual de hacerla. No había una necesidad de exorcizar fantasmas.

      FERNANDO PARDO: Cancer Moon, como Los Bichos o como El Desvän del Macho, era otro grupo que tenía ese «reconcentrado del Norte». Un reconcentrado muy reconcentrado. Con esa mirada torva…

      Cualquiera de los dos Josetxos eran un licor demasiado puro. Tú puedes pensar, «he conseguido el licor que tanto quería», se lo das a beber a tu abuela y la matas. ¡Eso hay que aguarlo! Ni siquiera se ha reivindicado demasiado con el tiempo. Era un quejido demasiado profundo que solo lo puede recibir alguien que emita el mismo quejido.

      IÑIGO PASTOR: Eso es justamente a lo que un artista no debe renunciar. Otra cosa es un oficiante de música, que sí tiene que hacer concesiones. Para los dos Josetxos su misión era sacar adelante sus historias. Y a tomar por culo lo demás. Eso es lo más grande y lo que los diferencia. Con ambos grupos tuve que negociar y hacer contratos. Y no eran fáciles, precisamente porque lo tenían muy claro.

      ROBER!: Con Josetxo hablaba alguna vez de reportajes donde se les metía en el indie, y él decía, «¿por qué me metéis aquí? Os llevo a todos cinco años y mi cultura es otra». Los Bichos y Cancer Moon eran grupos con mucho fondo. Uno de los males de la hornada indie es que tenían referencias muy obvias y cercanas. El tópico era: más atrás de los Pixies no han oído nada. Y se cumplía. Y si haces algo tan parecido a alguien sin tener más referencias, pierde interés.

      JAIME GONZALO: Entiendo que una vez muerto el perro, muerta la rabia. No dejaron nada. Igual escuchas hoy esos discos de Cancer Moon y Los Bichos y están trasnochados. No han conseguido superar el Zeitgeist del momento. Sencillamente son eso: chispazos. Tampoco le podemos dar más magnitud.

      ESA FORMA DE MIRAR

      IBON ERRAZKIN: Cuando estábamos grabando Entresemana56, me encontré a Josetxo [Anitua] un día y le dije que viniera al estudio. Hasta ese momento solo éramos conocidos, pero Teresa y Josetxo se conocieron allí y se hicieron muy amigos.

      TERESA ITURRIOZ: La primera vez que vi a Josetxo, no me lo podía creer. ¡No se podía ser más guapo! Parecía una estrella. Con ese pelo rubio ceniza largo, ese cinturón de nácar… «Pero, Ibon, ¡¿este chico quién es?! ¿De dónde ha salido?» Parecía salido de una foto de los grupos americanos que nos gustaban. Como si fuera de Love. Y era tan majo… Nos gustamos mucho desde el minuto cero, pero no fuimos novios.

      Coincidimos en el BAM. Él había ido a cantar en unplugged. Yo ni lo vi porque estaba muy cansada, pero luego estuvimos hasta las tantas leyendo el Corriere della Sera y riendo. Nos parecía interesante estar tomando cervezas a las cinco de la madrugada y leyendo la prensa italiana. Hacíamos el tonto, pero lo pasábamos muy bien.

      ROBER!: Daba gusto hablar con Josetxo. ¡Cómo clavaba sus opiniones! Era muy bonito cómo expresaba las cosas. «Es lo que yo pensaba, pero no sabía cómo decirlo, Josetxo», le decía. Y cuando tenías un problema, era el primero que aparecía para ayudarte y preocuparse. Un tío de esos que dices, «como este voy a conocer uno en la vida».

      TERESA ITURRIOZ:Tenía una forma de mirar… Prestaba atención incluso a las cosas más pequeñas que dijeras. Prestaba una atención como yo no he visto nunca. Pero sin agobiarte. Era muy sensible, pero la sensibilidad máxima la mostraba hacia los demás. No hablaba mucho de sí mismo. Era un tipo bastante reservado. Tampoco se ocultaba en ningún aspecto, pero no era alguien que te diera la lata con sus cosas. Estaba muy para los demás. Era muy generoso. Y cuando hablaba, no decía tonterías, pero, si las decía, eran tonterías muy divertidas.

      IBON ERRAZKIN: A partir de ese momento, nos unimos todos mucho más. Venía a Londres a verme a mí, venía a Madrid a vernos a los dos… Con Josetxo hemos viajado mucho de vacaciones a todas partes.

      A Josetxo le gustaban mucho Suicide, Television, Lou Reed y todo el rollo de Nueva York, que a mí también me gusta mucho. También le gustaba mucho el jazz, y cuando viví en Londres, escuché mucho jazz, así que ahí teníamos otro punto en común.

      ROBER!: Josetxo curró pinchando en el Kafe Antzokia todos los fines de semana durante años y años. Allí no podía poner la música que quería. Tenía que poner mucha música de grupos euskaldunes porque la chavalería quería oír los hits de entonces en euskera. Y aun así, veías que se lo tomaba en serio. Estaba como un león enjaulado, pensando qué canción podía poner después, aunque tuviese esas cotas tan marcadas. Hacía lo que podía.

      FERNANDO GEGÚNDEZ: Estuvo diez años en el Antzokia. La de payasos vasquitos que le iban y le decían «ponme tal, ponme cual»… Josetxo era un santo de la hostia. Nunca se mosqueó con ninguno. A todo el mundo le decía que sí. Nunca quedó mal con nadie, por borracho que estuviera. Luego, con alguno se hacía el loco y no se la ponía.

      Era excelente pinchando. Le obligaban a que una de cada tres o cuatro canciones que ponía fuera en euskera. Y sacar tanta música en euskera digna para una sesión de tres o cuatro horas era complicado. Un momento álgido en sus pinchadas era Suicide. En esa nave gigante como es el Antzokia y con esa reverberación, sonaba…

      A veces me acompañaba a la radio y me decía, «un día tenemos que hacer un programa, pero de puro terrorismo, puro terrorismo de verdad».

      ROBER!: Un día me llamaron del Ruta para que Atom Rhumba hiciésemos un concierto de versiones en su fiesta de aniversario. ¡Qué pereza! A los conciertos de versiones y tributo les tengo bastante manía. Es como ir a un museo de cera. Vale, las figuras se parecen, pero dan dentera. Y cuanto más se parecen, más dentera dan.

      Tanto con Anitua como con Josetxo «Bicho» siempre hablábamos de hacer algo juntos. Y se me ocurrió hacer un concierto con «las dos Josetxas», como los llamaba yo. Los dos eran mis referentes, y también era una manera de pincharlos para ver si volvían a hacer cosas. Los llamé, pero Josetxo «Bicho» al final no aceptó. En cambio, el otro Josetxo se apuntó como un loco. Tenía


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