Como desees. Cary ElwesЧитать онлайн книгу.
la máscara y la piel, de manera semejante a como entiendo que hacen con los actores que interpretan a Batman.
Tras limpiarme la cara, vino a buscarme un asistente de producción que me dijo que Rob quería verme en su despacho. Fuimos hacia la oficina de producción siguiendo las señales que decían BUTTERCUP FILMS, LTD y subimos al piso de arriba. Cuando entré, Rob se puso en pie detrás del escritorio y me recibió con esa cálida sonrisa suya.
—Hola, Cary. ¿Cómo estás? —Uno de los típicos estribillos cantarines de Rob.
—Genial, gracias.
—Me alegro de verte. —Me dio un abrazo de oso.
Habría que remarcar que todos los abrazos de Rob son abrazos de oso.
—Bueno…, ¿cómo ha sido lo del molde de la cara?
—Raro —respondí.
—Sí, ¿verdad? —Se rio—. ¿Te han metido las pajitas por la nariz?
—Sí. Y casi vomito a través de ellas.
Rob se rio entre dientes.
—Ven, quiero enseñártelo todo. Tenemos un equipo estupendo —comentó—. Y quiero que los conozcas.
Fue un detalle por parte de Rob extender la invitación; no hay muchos directores que hagan eso con sus actores durante la preproducción. Pero Rob era diferente. Más tarde sabría que había escogido personalmente a casi todos los miembros del reparto.
Conocí a muchos de ellos durante el día, desde los contables a la gente del departamento de arte y casi todas las personas que estaban en medio. Cada vez que nos cruzábamos con alguien, Rob se detenía y nos presentaba, y, con un entusiasmo constante, decía:
—Y este es Cary. Va a interpretar a Westley.
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CHRIS SARANDON
El equipo era fantástico. Los equipos con los que he trabajado en Inglaterra, en general, son muy divertidos. Muchos de ellos son gente de clase trabajadora, hombres y mujeres, y de trato fácil. Son fabulosos.
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En el departamento de arte conocí a nuestro diseñador de producción, Norman Garwood, con quien acabaría trabajando en dos películas más. Norman es un tipo entusiasta y dulce, y, obviamente, con mucho talento. Había trabajado en dos magníficas películas de Terry Gilliam, Los héroes del tiempo y Brazil, y en El misionero, todas ellas con uno de mis actores de comedia favoritos, Michael Palin (hablaré más sobre él luego). Norman era claramente uno de los favoritos de los Monty Python, lo que para mí lo convertía en alguien perfecto para nuestra producción, dado que yo mismo era un admirador de los Python. Cada centímetro de las paredes estaba cubierto de dibujos maravillosos y pinturas de todos los sets, desde la cabaña del Milagroso Max hasta la suite de Buttercup en el castillo de Florin, y de la habitación de Fred Savage hasta la Fosa de la Desesperación. Eran sencillamente mágicos. Realmente se veía cómo la mitología de la película tomaba forma. Cuando expresé mi emoción ante la imaginería visual que me rodeaba, Norman sugirió a Rob que me ofreciera un tour por los sets que ya se estaban construyendo.
—Oh, sí. ¡Tienes que verlos! —dijo Rob con entusiasmo—. Son una maravilla.
Rob me llevó fuera y caminamos hacia el escenario H, donde carpinteros, yeseros y pintores estaban inmersos en el proceso de construir el plató para el Pantano de Fuego, que comenzaba a llenarse de árboles falsos, enredaderas, lianas y setas gigantes. El nivel de detalle era extraordinario. Recuerdo volverme hacia Rob y decir:
—¡Guau! ¡Es como El mago de Oz!
—Es bastante chulo, ¿verdad? —respondió él.
Entonces, me llevó hasta el escenario C, y cuando entramos en el set me quedé maravillado ante la visión del enorme acantilado donde el famoso duelo entre Westley e Íñigo Montoya tendría lugar. En el estudio de sonido, con su telón de fondo de un cielo azul con nubes, sentí una palpable sensación de… no alivio, sino más bien alegría. No tenía ninguna duda de que Rob lo lograría; simplemente no había imaginado cómo iba a hacerlo. Ahora estaba convirtiéndose en una realidad. Sabía que era la producción más costosa en la que ninguno de nosotros había estado involucrado jamás, y gran parte de su éxito dependía de quien interpretaba a Buttercup y del tío que interpretaba a Westley.
¡Ups!
Mientras regresábamos a las oficinas de producción, le pregunté a Rob sobre el resto del reparto. Mencionó que ya había contratado a sus amigos Billy Crystal y Chris Guest, lo cual era genial. Y que Mandy Patinkin haría de Íñigo Montoya, el español vengador. No recordaba los papeles de Mandy en aquel momento, pero asumí, dado el meticuloso casting de Rob, que sería una elección perfecta. Luego, repasó una alineación estelar de talentos con los que aparentemente estaban en negociaciones, incluido a Wally Shawn para el papel de Vizzini.
—¡Oh, me encanta! —comenté—. Mi cena con André es genial.
—Fabulosa —dijo Rob—. Y creo que también tenemos a Chris Sarandon para hacer de Humperdinck y a Carol Kane para la mujer del Milagroso Max.
—No puede ser —respondí, incrédulo.
—Menudo casting, ¿eh? —Sonaba casi tan emocionado como yo.
Estaba resultando ser una producción mucho más grande de lo que me había imaginado al principio.
—Y tenemos mucha suerte. También hemos encontrado a nuestra Buttercup —añadió Rob—. Nos ha llevado un tiempo, pero hemos dado con ella.
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CHRIS SARANDON
Mi exmujer, Susan Sarandon, había hecho una película con Robert Redford, y, en aquella época, Redford tenía los derechos cinematográficos del libro. Quería hacer la película y le dio una copia para que la leyera. Yo también la leí, y simplemente aluciné. Había una combinación tan maravillosa de aventura, romance, sátira y parodia; el autor se divertía con diferentes géneros. Y simplemente pensé: «Esto es maravilloso, espero que se haga esta película». Pero por supuesto, pasaron los años y no sucedió nada. Así que, haciendo un salto de imagen a muchos años después, de repente recibo una llamada de uno de mis agentes diciendo: «Rob Reiner y Bill Goldman quieren que hagas una prueba para La princesa prometida para el papel del príncipe Humperdinck», y yo contesté: «Madre mía. ¡Esto es un sueño hecho realidad! Adoro ese libro».
CAROL KANE
Tuve la grandísima suerte de formar parte de esto. Recibí una llamada de Rob para participar e interpretar el papel de la esposa de Billy. En aquel momento, estaba haciendo una obra en Williamstown. Creo que ni siquiera lo pensé demasiado. Simplemente dije que sí. La idea de ser la esposa de Billy en un enorme cuento de hadas era algo así como…, bueno, no es algo que te pienses. Simplemente lo haces. Luego leí el guion y me encantó. Entonces, Billy y yo nos juntamos más tarde en mi apartamento de Los Ángeles y nos construimos una especie de vida, una pequeña historia para nuestros personajes.
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Me intrigaba la fascinación de Rob con su descubrimiento de la Buttercup «perfecta».
—¿Cómo la has encontrado? —pregunté.
—Resulta que el director del casting había tenido su foto en la pared todo el tiempo. Pero por algún motivo nunca la convocamos, porque estábamos demasiado ocupados buscando actores británicos.
—¿Quién es? —pregunté con curiosidad.
—Se llama Robin Wright. ¿Has oído hablar de ella?
No era el caso, y lo admití.
Rob asintió.
—Está en ese programa de tele, Santa Barbara; es un culebrón diurno. Pero no te dejes