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Objetivo Principal: La Forja de Luke Stone — Libro n° 1. Джек МарсЧитать онлайн книгу.

Objetivo Principal: La Forja de Luke Stone — Libro n° 1 - Джек Марс


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y uno?

      El chico se encogió de hombros y sonrió.

      —No lo sé, tío, tal vez puedas adivinarlo.

      Luke casi se rio.

      —No puedo adivinarlo —dijo. —Tal vez puedas ayudarme un poco.

      —En salud —dijo el chico. —Somos el número treinta y uno en salud, según la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, somos el número uno en gastos de atención médica, si buscas algo de lo que estar orgulloso.

      Luke todavía sostenía la mano del chico.

      —Me enorgullecería romperte algunos huesos y ver el buen trabajo que hacen los médicos estadounidenses para soldarlos de nuevo. Pero es probable que prefieras arreglártelos en México.

      Swann echó la mano hacia atrás. —En Cuba, tal vez. O en Canadá.

      —Muy bien, Mark —dijo Don. —Estoy seguro de que el Agente Stone está contento de descubrir que ha estado arriesgando su pellejo todos estos años por un país con un desempeño medico tan mediocre.

      Don hizo un gesto con la cabeza hacia la instalación audiovisual. —¿Cómo va?

      Mark asintió. —La primera pantalla está lista para funcionar. Conexión de alta definición y alta velocidad. Puedes colocar ese teclado sobre la mesa y esa pequeña pantalla y acceder a cualquiera de tus archivos con solo iniciar sesión. Puedes elegir lo que quieras compartir y aparecerá en la pantalla grande. Puedo poner fácilmente esa capacidad a disposición de cualquier persona en el edificio; aunque quería que lo probaras primero, ver si te gusta.

      Don asintió. —Muy bien. ¿Qué pasa con los visitantes? También, ¿qué pasa al compartir información con otros lugares?

      El chico, Mark Swann, levantó las manos como diciendo: ¡No dispares! —Estamos en ello, pero vamos a necesitar un cifrado hermético, antes de comenzar a transmitir información fuera del edificio. Puedes enviar por correo electrónico lo que quieras, pero ¿en cuanto a colocar imágenes de video o datos que aparecen en otros lugares, o traer transmisiones hasta aquí? Eso sucederá en cada caso concreto con cada socio. La CIA, la NSA, la Casa Blanca si llegamos a eso, incluso la sede del FBI, todos tienen sus propios procedimientos y vamos a seguir sus pasos.

      Don asintió. —Está bien, Mark, ya me está gustando. ¿Puedes darnos al Agente Stone y a mí unos veinte, tal vez, treinta minutos? ¿Y traer aquí a Trudy Wellington?

      Swann asintió. —Por supuesto.

      Cuando se fue, Don miró a Luke.

      —Un niño divertido —dijo Luke.

      —Un niño prodigio —dijo Don. —Mi objetivo aquí es contratar a los mejores. Y cuando se trata de eso, no siempre es el tipo al que mejor le queda el traje. En términos de tecnología, por lo general no es así. Aquí somos vaqueros, Luke, somos los niños que sobrepasan los límites, eso es lo que quieren de nosotros. El mismo director del FBI lo dijo.

      —Estoy contigo —dijo Luke.

      —Deberías. Eres uno de los mejores miembros de operaciones especiales que he visto en mi larga carrera y en cuanto a sobrepasar los límites... bueno...

      De repente apareció una mujer joven en la puerta. En todo caso, era incluso más joven que el chico que se acababa de ir. Don estaba dotando de personal a este lugar con niños. Esta chica, sin embargo, era hermosa. Tenía el pelo castaño, largo y rizado. Llevaba una camisa de etiqueta y pantalones que abrazaban sus curvas. Llevaba unas gafas rojas grandes que le daban un ligero aspecto de búho.

      —¿Don?

      —Trudy, entra. Quiero que conozcas a Luke Stone, es el hombre del que te hablé. Luke, esta es Trudy Wellington. Ella es nuestra nueva agente de inteligencia. Es otra niña prodigio, se graduó en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) cuando era una adolescente, pasó un par de años en puestos de escucha de la CIA. Ahora está con nosotros, lista para dar un gran salto al siguiente nivel de espionaje.

      Luke le dio la mano a la joven. Ella era un poco vergonzosa, no se cruzaría con los ojos de él. Demonios, todavía era una niña.

      Luke miró de un lado a otro entre Don y Trudy. Notó algo en su lenguaje corporal...

      No, era imposible, Don había estado casado durante treinta años. Tenía una hija y un hijo que eran mayores que esta tal Trudy.

      —Trudy nos informará sobre la misión que tenemos entre manos.

      Trudy se sentó en la mesa de conferencias, Luke y Don hicieron lo mismo. Inmediatamente cogió el teclado, empujó el pequeño monitor hacia adelante y tecleó su información. El escritorio de su ordenador de oficina apareció en la gran pantalla plana de la pared.

      —¿Ya sabes cómo se usa esto? —dijo Don.

      —Sí, bueno... Teníamos cosas audiovisuales como esta en el MIT, por supuesto. No tanto como he visto en la CIA, pero imagino que lo tienen en alguna parte. Swann me dio acceso antes, creo que estaba presumiendo.

      —De todos modos, es genial —dijo Don.

      Luke asintió, casi se ríe de nuevo. Imaginó a Don con su mirada férrea, como lo había conocido en los últimos años: lanzándose en paracaídas en zonas de combate, dirigiendo a los hombres en el campo, matando implacablemente a los malos. Parecía casi absurdamente orgulloso de su pequeña agencia, sus artilugios de oficina y los jóvenes civiles a los que manipulaba con tanta facilidad. Bueno, bien por él.

      En la pantalla, apareció una identificación del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos. Mostraba a un soldado de pelo cortado a cepillo, mandíbula ancha y mirada amenazadora. Parecía sarcástico, irritado y listo para asesinar a alguien de un solo golpe. Parecía el tipo de persona que haría su servicio de combate en el extranjero, luego volvería a casa y pasaría el rato metiéndose en peleas de bar durante su tiempo libre. Un cliente rudo.

      Luke había visto a muchos tipos así. De hecho, había dejado inconscientes a algunos de ellos.

      —Voy a asumir que ninguno de vosotros tiene conocimiento previo del tema, o de la tarea en cuestión —dijo Trudy. —Podría hacer que esta conversación fuera un poco más larga de lo necesario, o puede que no. Pero tiende a garantizar que todos estamos en la misma página. ¿Os parece bien?

      —Bien —dijo Don.

      —Me parece bien —dijo Luke.

      Ella asintió. —Entonces vamos a empezar. El hombre de la pantalla es el antiguo Sargento del Cuerpo de Marines, Edwin Lee Parr. Treinta y siete años, natural de Kentucky, al sur de Lexington. Veterano de guerra, que estuvo en activo tanto en la invasión de Panamá en 1989, como en la Guerra del Golfo. También fue desplegado en un papel de mantenimiento de la paz al final de la guerra de Kosovo. Corazón Púrpura y una Estrella de Bronce por un servicio meritorio durante la invasión de Panamá. Honorable baja en diciembre de 1999, después de doce años de servicio.

      —Parr llegó a casa y se pateó todo el país durante un año y medio después de eso, haciendo trabajos de seguridad. Tenía una licencia de transporte oculta y era sobre todo un guardaespaldas personal, principalmente para hombres de negocios, a menudo para comerciantes de diamantes. Trabajó para una firma llamada White Knight Security y fue viviendo entre Nueva York, Miami, Chicago, Los Ángeles y San Francisco. Unos pocos viajes documentados a Tokio, Hong Kong y Londres, aunque no está claro cómo se manejaron las regulaciones sobre armas de fuego en esos casos.

      Luke observó los ojos enfurecidos del hombre. No parecía un mal trabajo para un veterano de guerra. Sin mucha acción, pero con mucho movimiento. Incluso podría gustarle a un hombre como...

      —Luego llegó el once de septiembre —dijo Trudy.

      —¿Se volvió a alistar? —dijo Luke.

      Ella sacudió su cabeza. —No. En un corto período de tiempo, hubo una enorme demanda de contratistas militares con experiencia. White


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