Эротические рассказы

Japen. Eugenia RatcliffeЧитать онлайн книгу.

Japen - Eugenia Ratcliffe


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01:08 - RUGE: ⚡

      20/11/2015, 01:09 - Veinticuatro: ?

      20/11/2015, 01:09 - Veinticuatro: Jaja En q andas??

      20/11/2015, 01:13 - RUGE: Acá terminando algunas cosas

      20/11/2015, 01:13 - RUGE: Vos

      20/11/2015, 01:14 - Veinticuatro: Llegue de ensayar hace unos minutos

      20/11/2015, 01:14 - Veinticuatro: Querés q nos veamos un rato?

      20/11/2015, 01:15 - RUGE: Pero tiene q ser un rato nada mas

      20/11/2015, 01:15 - RUGE: Xq mañana me levanto re temprano

      20/11/2015, 01:15 - Veinticuatro: Dale

      20/11/2015, 01:18 - Veinticuatro: Salgo

      20/11/2015, 01:18 - Veinticuatro: En 3

      20/11/2015, 01:19 - RUGE: Ok

      20/11/2015, 01:22 - Veinticuatro: A 2 cuadras

      Vino en menos de lo que tarda un rayo en quemar la tierra si la toca. Tenía tanta necesidad de amor después de Happn2… La pasamos bien; se fue rápido.

      Dos Happns en menos de dos horas treinta minutos.

      ¿Y qué? Está pasando.

      7

      Es bastante probable que haya intentado suicidarme. Estoy tirada en la mitad de una bicisenda. Me sangran la pera y las manos, y varios raspones arden en mis rodillas. Cinco desconocidos me rodean preocupados.

      —No creo que se haya fracturado nada –le escucho decir a uno. Su cara aparece y desaparece, alumbrada por los focos de los autos que cruzan la bocacalle y aminoran la marcha para contemplar mi pequeña tragedia.

      —¿Decís que la levantemos? –pregunta otra voz, en la oscuridad.

      Le ordeno acciones a mi cuerpo, pero no logro mover más que un dedo. Lo estiro inútilmente e intento alcanzar mi celular que parpadea a pocos metros, en la vereda.

      —Es mejor que no te muevas –dice una voz, y una mano acaricia mi cabeza–. ¿Necesitás avisar a alguien?

      —¿Qué quiere? ¿Seguir jodiendo con el celular? –gritan a un costado.

      Parece que pedaleaba con la vista y los dedos concentrados en el teléfono. Así me explican, cuando acuerdan entre todos sentarme en el cordón y darme agua para que me recomponga. Rodeada por un círculo de piernas, empiezo a recordar. Iba en bici, volvía de unas cervezas con Mechi y Juli. Un tanto alcoholizada y triste. En cada esquina aprovechaba los semáforos para dar corazones indiscriminadamente a los Happns que levantaba con el celular.

      —Es un peligro lo que hiciste –gritan.

      —Te vi de atrás. Nunca frenaste.

      —Yo también, te podrías haber matado.

      —Ni siquiera amagaste a volantear.

      Voces. Que no entienden que buscar a Happn3 se está poniendo complicado. Abundan los “CEO and FOUNDER”, los “Socio y gerente”, los “Owner en”. Los publicistas, los músicos, los freelancers, los idiotas.

      Están los que intentan el enganche con una foto que da aventura, deporte extremo, aire libre. Los que se inclinan por la selfie sexy. ¿Cómo una selfie puede resultar sexy con el fuera de campo que supone? No hay nada más triste que imaginar las mil quinientas fotos que vinieron antes –y después– de la elegida; las tres mil doscientas posturas y contorsiones, el celular recalentando, la memoria estallando. Los que simplemente van por algo más misterioso donde no se les adivine la cara. Y los que prefieren el camuflaje de la foto grupal.

      Yo los amo a todos. Durante esta búsqueda descubrí un patrón, una regla y un regalo.

      Patrón: serán Happns aquellos a los que en menos de cuarenta y ocho horas de empezar a hablar agendo con un apodo. Por el momento, dos. El resto son algo así como Hppn / Hp / Happnnn / Hpn / Happen. O solo números. Y me los confundo. Hablan de más y se complica; quieren saber y se complica. Dejo de contestarles y, tras recibir varios “estas?” / “nos vemos?” / “clava vistos” / “no me dejes hablando solo”, los elimino. Algo debe irse para que algo nuevo entre. Así pasó con vos y tu ropa. Te la llevaste un jueves, mientras yo estaba en Mar del Plata. El lunes, además del placard todo para mí, ya tenía a Happn1 en la puerta de casa. Algo verdaderamente se destraba cuando soltamos. Ahora sí estamos en el mismo plano, ahora sí podemos ser amigos, pero no.

      Regla: si va a ser Happn será al instante. De lo contrario, quedan naufragando en mi celular con conversaciones ridículas y demasiada información en mi cabeza que hace que los confunda. A poco de charlar un rato ya no sé quién es CEO and FOUNDER, quién es freelance y quién simplemente es full time en cualquiera. Dejan de interesarme.

      Regalo: la música. Extrañamente, cada Happn me deja buena música. Más aún si se concreta. Han llegado a mi vida: Public Service Broadcasting, Okay Kaya, The Soundtrack of Your Life, The Pretty Things, entre otros.

      GRACIAS.

      Devuelvo la botellita de agua a un ciclista con casco, luces en las ruedas y remera iridiscente. Lo que se dice, un aferrado a la vida. Me paro como la sombra de algo roto en la oscuridad. Sacudo el polvo y la sangre de mis rodillas. Y subo a la bici.

      El grupo de desconocidos me mira. No les doy tiempo a nada. Pedaleo fuerte, rápido.

      Avergonzada.

      Alcanzo velocidad. Siento unas gotas calientes encalladas en mis lagrimales. Giro la cabeza y, en la distancia, los veo aún reunidos. Parecen un pequeño consorcio de luciérnagas o perros en la ruta a quienes los ojos les brillan encandilados.

      —Dejen morir en paz –les grito, desaforada, y vuelvo la vista al frente. Tarde. Me voy de lleno contra un conteiner de basura. Caigo. Una sensación conocida.

      Los pedidos de auxilio son, casi siempre, contradictorios.

      8

      Diler me lame un dedo del pie. Lo veo con el único ojo que logro abrir, tirada en el piso –al menos– seco. No hay signos de inundación ni catástrofes domésticas. Me duele el cuerpo. Tengo sed y una costra de sangre esparcida en la cara. Llego a tocarla con la punta de la lengua. Se siente rancia, salada. Lentamente recobro los sentidos. Escucho a la heladera detenerse. Hay molestias que se perciben recién cuando nos faltan. Así me pasa, a veces, con los licuados que preparabas los sábados a las siete de la mañana antes de tus partidos de fútbol, los veinte pares de zapatillas blancas con los que acaparabas el placard, tus pilas de devedés pirateados ocupando espacio en la biblioteca o el cuadrito de River que ahora es un contorno vacío en la pared de la habitación.

      Diler trepa con cuidado a mi pecho, como si supiera que necesito de otro ser vivo para volver a conectar con este lado. Ronronea. Pincha, acaricia. Ronronea. ¿Cuánto tiempo estuve dormida?

      9

      Con Veinticuatro nos vemos dos o tres veces por semana. El contacto físico solo se da segundos antes y durante el sexo. Ya tenemos una rutina. Bastante ridícula, pero aún no lo suficiente como para cansarnos. Me manda un mensaje cuando está saliendo a nuestro encuentro. En menos de tres minutos le abro. En la entrada, inventamos un tema que nos alcance para el ascensor que es hidráulico, demora en subir. En la demora, le miro la cara como si estuviese fuera de mí misma y de todo. Últimamente estoy bastante así.

      Afuera.

      La próxima vez voy a avanzarlo ahí. Yo. Va a ser la primera vez que lo avance. Quizás la distancia hidráulica hasta el cuarto piso alcance también para usar la boca, la lengua, los dientes, y ese sea el gesto que lo cambie todo y nos aleje de la rutina para empezar una nueva, de avances en el ascensor.

      Mientras tanto, Happn2 –Rocker– es un fiasco. Un delirio, un sátiro, un raro, etc. Y me encanta. No volvimos a vernos, al menos aún todo sigue por chat. Me gustaría volver a verle la cara en persona. En cambio, recorro una y otra vez su vida en Facebook, Instagram, Happn, Soundcloud, Twitter. A


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