Mitología china. Javier TapiaЧитать онлайн книгу.
Wang Pangu tenía la cabeza en el cielo y los pies en la Tierra, y con el paso de los milenios, tanto la cabeza como los pies fueron creciendo y dando vida a nuevas cosas y a nuevos movimientos.
En este crecimiento nacieron además los cuatro seres esenciales: el Dragón, el Feng Huang (la Grulla), la Tortuga y el Quilín.
Uniendo sus fuerzas con las de Wang Pangu, formaron las estaciones y los cinco elementos: el fuego, la madera, el metal, el agua y la tierra.
Pero Wang Pangu no era inmortal, y tras varios milenios llegó el día de su muerte.
Su muerte daría luz a una gran cantidad de las cosas que componen al universo y al mundo:
-De su aliento surgió el viento y las nubes.
-Sus ojos se convirtieron en el Sol y la Luna.
-De su barba las estrellas y todo lo que hay en el firmamento.
-De su voz salieron los truenos y los relámpagos.
-Sus extremidades serían los grandes pilares que separarían al cielo de la Tierra para que ya no estuvieran juntos y pegados.
-De su sudor nacieron las aguas menores y el rocío, la lluvia y la brisa, la humedad que da vida a todos los seres y a todas las cosas.
-De su cuerpo emergieron las cinco grandes montañas.
-De sus músculos brotaron los campos.
-De sus huesos brotaron los minerales y los metales.
-De su piel y vellosidades del cuerpo nacieron las plantas, las flores y los árboles.
-De su médula crecieron el jade, las perlas y otras piedras preciosas.
-Y de su sangre brotaron los grandes ríos y los mares.
Wang Pangu (también llamado P’an-Ku) al morir estaba lleno de pulgas, piojos y liendres, y de ellos nacieron todos los seres vivos que conocemos, incluidos los seres humanos.
Wang Pangu murió, pero sigue vivo y presente en todas y cada una de las cosas que vemos, oímos, presentimos y tocamos.
Antes de morir, Wang Pangu crecía y crecía en periodos de trece mil o de dieciséis mil años, dependiendo de las versiones, y cada vez que crecía y se hacía más y más grande la Tierra sufría diversos cambios, dependiendo de su humor. Si estaba contento el periodo era fértil y alegre, pero si estaba enfadado el periodo era gris, frío y triste. Así fue cómo pudo romper el huevo, creciendo y creciendo, desde ser un enano hasta ser un gigante, y no dejó de crecer hasta el día de su muerte.
El mundo lloró su muerte, porque aunque lo hizo todo, algunas cosas las dejó a medias o inconclusas, en desorden o sin pensar en su futuro.
En realidad hay muy pocas leyendas y mitos cosmogónicos en la mitología china, y la mayoría de ellos no aparecen por escrito hasta el siglo V de nuestra era. Hay muchas versiones sobre Wang Pangu, pero muy pocos puntos de vista ajenos al huevo primordial del cual nace el mundo y luego el universo.
La diosa Nüwa (o Niu-Kua)
La diosa Nüwa miró al mundo desde su ventana celestial y vio que faltaban muchas cosas, pero sobre todo una manera de que los seres mortales pudieran garantizar su continuidad sobre la Tierra, ya que muchos morían sin dejar descendencia y toda su especie desaparecía para siempre, así que les dio el don de la reproducción para que pervivieran embelleciendo los paisajes y haciéndole compañía a los dioses.
Nüwa tenía sus favoritos de entre todos los seres vivos.
La mantis religiosa era su preferida entre los insectos.
La grulla era su preferida entre las aves.
La tortuga era su preferida entre los anfibios.
El dragón era su preferido entre los grandes seres voladores.
La serpiente era su favorita entre los reptiles.
El caballo era su preferido entre las monturas.
La cabra era su preferida en la granja.
El mono era su favorito entre los favoritos.
El perro era su favorito entre los animales de compañía.
El cerdo era su preferido en los bosques.
La rata era su favorita entre los roedores.
El buey era su preferido en la montaña.
El tigre era su favorito entre los felinos.
A todos ellos les dio dones especiales, aunque también amaba a todos los seres de la creación. Para Nüwa todos son valiosos.
Nüwa tiene especial predilección por este mundo y sus habitantes, pero de vez en cuando debe subir a donde está la corte celestial para cumplir sus funciones como diosa.
También se ocupó de ordenar el mundo, de limpiar lo sucio y de combinar los elementos para que todo estuviera en armonía.
Así vivió Nüwa contenta miles y miles de años, manteniendo al mundo limpio y ordenado, hasta que un día se sintió sola y decidió crear a un ser que pudiera hablar y estar a su lado, no como mascota sino como su par, como su hijo, como su aprendiz y seguidor, aunque mortal, para que nunca quisiera compararse con los dioses. Por eso muchas leyendas cuentan que, si bien Wang Pangu creó al mundo, Nüwa es la madre de la humanidad.
Nüwa, madre de la humanidad.
Cuando Nüwa no está el mundo entero corre peligro, pero no las estrellas, porque si se ausenta de nosotros es porque ha ido a poner orden en otra parte del universo volando en su nube celestial. Es por eso que los seres de este planeta deben aprender a vivir en armonía por sí solos, porque Nüwa nos ayudará pero no puede estar todo el tiempo con nosotros.
Nüwa se irá y volverá, se casará con su hermano Fu Xi, primer emperador mítico de China, y tendrá descendencia divina, mediará entre hombres y dioses y siempre, eternamente, estará al cuidado de que todo marche en armonía en el universo, y protegerá a este mundo salvándolo de la destrucción y restituyendo lo perdido cuando los dioses o los humanos cometan excesos que lo pongan en peligro.
La nada y el todo
Cuenta una leyenda taoísta que antes no había absolutamente nada, pero esa nada contenía absolutamente todo lo imaginable, y que nunca hubo caos porque el caos es imposible, todo tiene su orden, favorable para algunos y desfavorable para otros, pero en perfecto orden.
El orden de la nada parece que no favorece al todo, pero, al contenerlo, tarde o temprano le dará espacio y tiempo para que inunde el universo entero.
Así nació el mundo y el universo que lo rodea, como una emanación de la nada, abriéndose paso desde lo más pequeño hasta lo más grande, como una simple chispa en un principio rasgando la oscuridad de la nada y sacando de su negro manto todas y cada una de las cosas y seres que habitan y que habitarán el cosmos entero, a veces de una forma explosiva y violenta, y otras veces en paz y armonía creciente, unas veces con formas divinas o dioses que duran eternamente, y otras veces con formas sencillas que brotan y desaparecen en un instante.
Todo está formado de y a partir de la nada, incluso el todo, por lo que desaparecer no significa morir sino transformarse continuamente, porque en realidad no hay principio ni final, sino cambios y emanaciones de la nada.
El todo tiene tendencia a inundarlo todo, a coparlo todo, a que todo sea luz en el universo sin una mota de sombra o de oscuridad, pero tarde o temprano volverá a refugiarse en el regazo de la nada, apagando su luz hasta que la nada lo emane de nuevo y vuelva a recorrer el firmamento creando las estrellas y a los seres que habitan en ellas.
El mundo y las estrellas que lo rodean no son más que una pequeña manifestación de la vocación que tiene el todo de cubrir el espacio y el tiempo, con una presencia corta y limitada pero gigantesca en comparación con la de los seres que la habitan.
Todo