Mujeres, cámara, acción. Rolando GallegoЧитать онлайн книгу.
En Colección especial “Ídolos del Espectáculo Argentino” de Clarín.
2 En autobiografía La Calle y Yo.
3 En Colección especial “Ídolos del Espectáculo Argentino” de Clarín.
CAPÍTULO 3
Reflexiones sobre el cine hecho por mujeres
“El cine es una oportunidad para reflejar mal la realidad y quizás de esa manera revelar el artificio de lo real”.
Lucrecia Martel
Al preguntarnos sobre la existencia de un cine asociado al género, muchas de las respuestas escapan a encasillamientos o preconceptos, y si tal vez se asocia lo femenino a las películas por el solo hecho de que una mujer las dirige, se está prejuzgando un corpus de obras cinematográficas que, en realidad, deben ser valoradas por su condición artística más que por quién las ha realizado.
En esa confusión de ubicar todo en un mismo plano, feminismo e imaginería femenina pueden pasar por un mismo punto, cuando en realidad plantean el primero una posición ante el mundo, y la segunda, una manera de representarlo.
“El género propio no se ‘hace’ en soledad. Siempre se está ‘haciendo’ con o para otro, aunque el otro sea solo imaginario (…) los términos que configuran el propio género se hallan, desde el inicio, fuera de uno mismo, más allá de uno mismo, en una socialidad que no tiene un solo autor (…)”1.
“El feminismo en sí mismo es polifacético, las posibles dimensiones y permutaciones de interrelación entre él y el cine se vuelven enormemente numerosas (…) el cine de mujeres es diferente del cine feminista, las películas de esta última franja no constituyen un patrimonio de las mujeres porque los hombres también pueden producir obras de carácter feminista”2.
Un buen ejercicio para determinar cuestiones asociadas al cine que el patriarcado ha producido en los más de cien años de existencia, y evidenciar la impronta masculina en las películas, es el reconocido test de Bechdel.
Esta prueba, creada por Alison Bechdel en su cómic Dykes to Watch Out For, buscaba visibilizar casi de manera humorística una realidad que la artista quería mostrar y denunciar.
En el relato, uno de los personajes protagonistas manifiesta que para ver una película tiene que cumplir al menos tres requisitos. El primero es que aparezcan, al menos, dos personajes femeninos. El segundo es que mantengan una conversación entre ambas en algún momento. Y el tercero, que en esa conversación no hablen sobre algún hombre.
Con el correr de los años la prueba se utilizó para determinar la inequidad de género que predomina en la industria del entretenimiento, con algunas variantes como, por ejemplo, que los personajes femeninos que interactúan tengan nombre, o que hablen durante al menos dos minutos a lo largo de la película.
“Todo lo que limita es una forma de ghetto, cine latinoamericano, cine de negros, de mujeres, de judíos. Lo deseable es lo que me pasa a mí cuando me invitan a certámenes internacionales en que competimos hombres y mujeres (…). Cine de mujeres hay muy poco. Los distribuidores que son hombres, y muy zonzos, no compran películas de mujeres porque piensan que no funcionan y están muy equivocados”3, disparaba en 1989 María Luisa Bemberg.
Dolores Fonzi, actriz, suma una reflexión sobre el feminismo: “Ser feminista tiene que ver con la lucha contra la desigualdad e injusticia (…). Sinceramente me agota tener que explicar todo el tiempo lo mismo”4. Y en ese escapar a recortes hay muchas realizadoras, actrices, editoras, asistentes de fotografía, jefas de área, que piensan de manera contrastante entre sí, pero que tienen una similitud, la de enfrentar el cine de mujeres desde otra posición, una que las acerca a la sensibilidad característica de las propuestas, tan mencionada por varias.
“Yo amo el baño unisex, porque además hay una infinidad de grupos más allá de mujeres y hombres, y va a ver inimaginables más, y la verdad que a mí la educación que más me interesa, y no quiere decir que como mujer no haya estado y vaya a estar en miles de aspectos sometida, es poder pensar una igualdad de verdad, que el par es par, eso sí es feminista. En Mi amiga del parque había una aventura que me representaba, una supuesta tentación, un deseo vital que gana al género, porque podría haber sido cualquiera. No es lo mismo, pero me gusta darle prioridad al feminismo desde la igualdad. No es fácil, porque hay que armar todo de nuevo. No se puede deconstruir el patriarcado sin pensar en el capitalismo y la propiedad privada. Hay muchas ideas, nada inocentes, que están en auge. Para mí es a por todo, esa instancia es muy complicada del patriarcado, es una consecuencia lógica de la propiedad privada. Hay que moverse, perder comodidad todos, más allá de cuánto se gana y tiene”, dice Ana Katz (Sueño Florianópolis, Mi amiga del parque, Los Marziano, El juego de la silla), una realizadora y actriz que escapa a etiquetas.
Y agrega: “Cuando me preguntan sobre dirigir cine y ser mujer cómo me planto ante un equipo, no se me ocurre. Me parece que hay muchas cosas que, para dejar de ser un tema, tienen que dejar de ser un tema. Hay algo que tiene que dejar de pasar y hay que asumir muchas cosas. Es un momento alucinante, de raíz de transformación, y si me preguntás qué quiero hacer con esa raíz, desde chica, desde El juego de la silla, siempre trabajé con la identidad de género, por eso hay que ir a por más, y el tema de la propiedad privada es clave”.
Mercedes Morán (El ángel, Familia sumergida, El amor menos pensado), protagonista de Sueño Florianópolis, dirigida por Katz, suma: “Ana es una directora que conoce mucho de procesos íntimos, femeninos, que son contradictorios, que van y que vuelven, y que el folclore los ha llamado ‘histeria femenina’, descalificándola, que no creo que sean solo femeninos, pero que el modelo patriarcal lo menciona así, ‘Histérica, estás indispuesta’, y se los trabaja de manera sutil, no se dan respuestas. Como actriz tenía algunas preocupaciones más frívolas, que tienen que ver con la imagen y la exposición, porque iba a estar en una playa, en traje de baño, a mi edad, y son cosas que pienso”.
“No hay un cine ‘femenino’, creo que hay una cantidad de mujeres que están dirigiendo que tienen una mirada de su género. Algunas tienen conciencia de su género y otras no. Como hay directores que se han sentido curiosos por el universo femenino y con ellos cuando construyo mis personajes, que son siempre mujeres, tengo buena comunicación. Sí es cierto que se están contando en el último tiempo más historias de mujeres protagonistas, que en equipos se han sumado más mujeres y eso permite hacer una lectura de alguna escena diferente, y pasan cosas que repensás. Como, por ejemplo, hacés un personaje que tiene una situación con otra persona, no su marido. Llega a su casa y se baña, ¿por qué lo hace?, ¿para que no le queden rastros?, ¿para lavar culpas? Pasémoslo para más adelante. Hay que correrse de los arquetipos de heroína: la madre, la esposa, la hermana, la mujer ideal. Esto es algo que yo hice siempre sin darme cuenta de que estaba trabajando por una causa. Cuando hice Roxi, en Gasoleros, lo primero que le dije a Adrián Suar es que no quería hacer una heroína convencional, quería hacer una mujer que se equivoque, con zonas oscuras, que tenga defectos, una mujer real. Él me decía quiero empatía, y yo le dije que justamente así iba a funcionar. Siempre estuve en procura de buscar verdades en mis actuaciones, que sean reales. Y ahora se está dando esto, dejando de lado la victimización, roles periféricos. Y tengo suerte con el trabajo y lo que se está dando en la sociedad y que el cine lo refleje”, concluye Morán.
“Yo he armado equipos de mujeres medio de casualidad, siempre estuve aliada a grandes mujeres, nos cuidamos, pero yo no quiero ser como un hombre convencional. Antes era una mesa de reuniones en una empresa solo tipos, y ahora poner yo sólo mujeres, devolvérselas, porque justamente, como te dije, me gusta el baño ‘unisex’. Me gustan las ideas, los corazones. Mi defensa no es por no ser feminista, al contrario, hay que ir por el mercado y la propiedad privada, y cuando te ponés muy proteccionista