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Mujeres, cámara, acción. Rolando GallegoЧитать онлайн книгу.

Mujeres, cámara, acción - Rolando Gallego


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rel="nofollow" href="#litres_trial_promo">Las hijas de la libertad La rebelión de las boquitas pintadas Violencia instalada

        Capítulo 10. Frente a la desigualdad y el abuso Las cartas sobre la mesa La denuncia de Thelma Juan Darthés, la entrevista completa Abusos en el set de cine El cambio de la historia

        Capítulo 11. El último tramo

        A modo de conclusión

        Posible recorrido de películas para acompañar la lectura

        Bibliografía consultada y utilizada seleccionada

        Créditos

        Otros títulos de esta editorial

      Para todas las que hicieron y hacen el cine argentino.

      Para Gianni, Anabella y Fausto

      Introducción

      Como profesionales del periodismo asociado al entretenimiento y al espectáculo, hemos entrevistado a lo largo de los años a mujeres de la industria del cine y la televisión, y hemos visto, con sorpresa en algunos casos, la imperiosa necesidad de imponer criterios más allá de una perspectiva de género.

      La mirada sobre el trabajo de la mujer en el cine se ha precipitado, con la activa participación de mujeres de la industria, en el proceso del compromiso femenino por causas sociales tan justas como el pedido mayoritario para frenar el alarmante crecimiento de los femicidios en nuestro país, cristalizado en el grito de “ni una menos”, con su organización espontánea y multitudinaria, que sorprendió a la sociedad que asistía anestesiada a las noticias sin involucrarse.

      Luego, la lucha por la legalización del aborto, con los pañuelos verdes como estandarte y divisa, redobló la apuesta: mujeres del cine, actrices, directoras, productoras fueron la cara más visible de un fenómeno que trascendió fronteras y sumó adhesiones en el mundo entero.

      La lucha sumaba espacios y exigía, cada vez más, un lugar de igualdad ante problemas sociales y creación artística, y a la vez, política.

      Acompañando este fenómeno, apoyando cada palabra escuchada en entrevistas y asistiendo a funciones en las que la pantalla nos devolvía imágenes potentes, intercambiando ideas y reflexiones en todo el país, somos testigos de privilegio de un proceso que, con dificultad, pero irrefrenable, llegó para quedarse.

      ¿De qué se habla cuando se habla de cine feminista o simplemente cine hecho por mujeres?

      ¿Hay algo que lo caracteriza y define?

      Ya no se trata de enunciar el empoderamiento femenino. Ya está, es un hecho. En la sociedad, en la industria del cine, en las productoras, actrices, directoras y equipos técnicos, todas configuran un fenómeno que es visto como de avanzada en el mundo, en comparación a otras cinematografías e industrias del entretenimiento en donde aún se discute y señala la poca participación de las mujeres y la voz masculina acalla el fenómeno conocido globalmente como #MeToo.

      El camino recorrido desde la negación del nombre en los créditos de una producción a películas realizadas solo por mujeres es largo, rico, potente, justo, injusto, vigoroso, débil, pero siempre interesante, digno de ser escuchado e investigado.

      Las protagonistas de este libro hablan y reflexionan. Voces diversas, contradictorias entre sí, pero no por eso en conflicto, sino complementarias, son las figuras de un camino posible que ofrecemos desde las páginas de este libro. Hay muchísimos más, los invitamos a recorrerlos y sumar ideas.

Bemberg

      CAPÍTULO 1

       Pioneras

      “La mujer ha sido tan condicionada a desvivirse por los demás, que le cuesta tomarse en serio. Creo que esa es una de las razones por las que hay tan pocas mujeres directoras de cine en el mundo. De lo contrario, yo tendría que creer que soy genial y no lo soy”.

      El cine, como práctica profesional, se ha establecido alrededor de un universo masculino con normas y leyes, implícitas y explícitas, que han imposibilitado el desarrollo de la mujer en el soporte a la par de la activa participación masculina, que impuso, desde sus orígenes, una mirada potente sobre el rol que las mujeres debían ocupar en él.

      Si bien las historias protagonizadas por personajes femeninos se multiplicaron, su creación estuvo casi siempre condicionada por hombres que recurrían a estereotipos y estructuras obvias para narrar cuestiones asociadas a tramas que siempre revalidaban un punto de vista machista.

      Así, en el largo desarrollo del cine en Argentina, estas historias fueron dirigidas, producidas, pensadas por hombres. Porque la Industria, si es que se puede hablar de una industria del cine en el país, siempre ha relegado a las mujeres a la participación en roles menores.

      Son contadas con los dedos de la mano aquellas mujeres que se animaron a superar los obstáculos y la discriminación en el seno de la industria para poder participar como un miembro más de esa comunidad, dejando de lado las consecuencias desfavorables que por el afán de conseguir concretar sueños las han doblegado ante la escala jerárquica machista.

      Contadas con los dedos de la mano, sí, pero estas pioneras, arriesgadas, valientes, iluminadas, forjaron un camino que ha posibilitado la posterior inserción de la mujer en el medio más allá de los encasillamientos más tradicionales, que la relegaban a roles como la confección de vestimentas, el maquillaje y peluquería, asociados a la división del trabajo machista. Ellas demostraron, con trabajo, empeño y creatividad, que el mundo del cine también es de las mujeres.

      Al hablar de cine realizado por mujeres, los primeros nombres que aparecen en el panorama son los de Emilia Seleny, María B. de Celestini, Elena Sansinena y Renée Oro, directoras de los films La niña del bosque (1917), El pañuelo de Clarita (1919), Mi derecho (1920), Blanco y Negro (1920), La Argentina (192?), respectivamente, películas de corte documental en las que las directoras pudieron apropiarse de la técnica de una forma netamente intuitiva pero con conciencia sobre su rol en ella.

      Estas producciones lograron cierta notoriedad, y en el caso de algunas, como en el de Oro, les permitieron trascender fronteras desarrollando también la dirección en países vecinos como Chile.

      Por esa misma época, Camila Quiroga (Camila Josefa Ramona Passera), actriz de producciones como Resaca (1916), de Atilio Lipizzi, o Viento Norte (1937), de Mario Soffici, logró crear junto a su marido Héctor Quiroga su propia productora (primero en Platense Films S.A. y luego en Quiroga-Benoit Film), su propia compañía de actores, y hacia 1919 fue una de las impulsoras de la Asociación Argentina de Actores.

      En ese arranque vigoroso del cine como industria, con miles de espectadores agolpándose a ver la nueva tecnología de entretenimiento, la disparidad entre mujeres y hombres ejerciendo el rol de dirección y otros de importancia es notoria


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