Mujeres, cámara, acción. Rolando GallegoЧитать онлайн книгу.
A lo que Martha Bianchi agrega: “La Mujer y el Cine desarrolla una labor pequeña por lo modesta, pero muy grande por el contenido, por lo que significa la promoción de la mujer, la reflexión, el promover la reflexión entre los espectadores, entre la gente de la cultura”14.
Tímidamente, pero avaladas por una Ley de Cine que permitió la multiplicación de rodajes, las realizadoras comenzaron a trazar un mapa de realidades que hasta el momento no se había reflejado, con algunas experiencias previas a la sanción.
María Victoria Menis (Vecinas, A qué hora, Arregui, la noticia del día), Ana Poliak (Parapalos, ¡Que vivan los crotos!, La fe del volcán), María Teresa Costantini (El amor y la ciudad, Felicitas, Acrobacias del corazón), Gabriela David (Taxi un encuentro, La mosca en la ceniza), Carmen Guarini (Tinta Roja, Buenos Aires, crónicas villeras, La noche eterna), Paula de Luque (Cielo azul, Cielo Negro, codirigido con Sabrina Farji, Juan y Eva, Todas esas cosas), Paula Hernández (Herencia, Lluvia, Un amor), Inés de Oliveira Cézar (La entrega, Cómo pasan las horas, Extranjera, El recuento de los daños), aparecieron en el panorama cinematográfico con una impronta autoral única y precisa, nombres de un fenómeno que tal vez no tenga paralelismo en el mundo.
De esas camadas de nuevas directoras, Lucrecia Martel (La ciénaga, La niña santa, La mujer sin cabeza, Rey Muerto) se ha impuesto con su mirada lúcida sobre la realidad a partir de relatos sobre costumbres y usos, pero también con ambición de trascender su género adaptando, por ejemplo, la épica de Diego de Zama en Zama (2017), basada en la novela homónima de Antonio Di Benedetto, película por la cual ha vuelto a reafirmar su autoría y nombre.
“El gran conflicto y la gran pobreza que tiene el cine es que en estos cien años, en estos ciento y pico de años de existencia, ha sido un cine en manos de la clase media-alta blanca, en el mundo, al que han tenido muy poco acceso las mujeres y otras minorías; las mujeres no somos minoría, pero hemos tenido muy poco acceso, y ni hablar de grupos indígenas o directores indígenas, de la población negra”, afirma Martel.
“La incorporación de mujeres al cine es más rápida que la incorporación de otras clases sociales. El cine sigue siendo blanco y de clase media, como el turismo. Creo que el cine, sobre todo el que no tiene como única aspiración ser masivo, es una actividad riesgosa y muy agitada por las fluctuaciones del mercado y la tecnología. Eso significa una alta posibilidad de fracaso. En ese sentido me parece que las mujeres, por nuestra experiencia de estar lamentablemente en los márgenes del poder, estamos preparadas para fracasar. Y eso nos convierte en animales naturales para el cine. El riesgo no es algo que concebimos deportivamente. Es existencial. De modo que es inevitable que el cine más radical sea colonizado por nosotras. Ya verán. Como dijo Joslyn Barnes, sobrina de Djuna Barnes y coproductora de Zama, las mujeres fracasamos mejor”15.
Considerada en la actualidad como referente, su paso por festivales y premiaciones, y la profundidad de sus realizaciones, la han posicionado dentro y fuera del país como una directora única y una artista convocada por personalidades de otros campos, como, por ejemplo, la cantante y performer islandesa Björk.
“María Luisa Bemberg y Lucrecia Martel son dos personajes que, por distintos motivos, han sido muy importantes en mi carrera. Con María Luisa he tenido una vida más tranquila, más apacible, y con Lucrecia hemos tenido encuentros y desencuentros. Esos años en los que nos lanzamos con María Luisa con el descreimiento de todo el mundo a armar una productora y filmar cinco películas en una década, y algunas bastante complicadas de producción, fueron años en los que aprendí muchísimo, años que me llenan de mucha satisfacción”16, suma Stantic sobre dos directoras que han permanecido como estandartes en la realización cinematográfica local.
“Lucrecia Martel me parece que es de lo mejor del cine argentino que hemos tenido en muchísimas décadas. Mi sensación fue en Berlín y vi La ciénaga y me daba la impresión que fuera del cuadradito había un mundo, que estaba vivo, construía con tanto tejido. Además me encanta cómo trabaja el sonido y el lugar que le da en los rodajes y en la mezcla que muy pocos se lo dan. Eso te golpea en un lugar sensorial por este trabajo. Es alguien que logra películas muy vivas”, dice la realizadora Lucía Puenzo.
Una de las figuras relevantes, que ha logrado además desarrollar su carrera dentro y fuera del país, guionista, escritora de literatura y directora cinematográfica (Wakolda, XXY, El niño pez), heredera de una familia que ha mantenido el cine bien en alto.
“Yo escribía literatura y trabajaba como guionista en TV y cine; el cuento ‘Cinismo’17 lo leí desde que nació. Me enamoré y se lo pedí para escribir un guion pero para otro director. No estaba en mis planes dirigir. Cuando estaba buscando un director, apareció la beca de Cannes y la acepté. Ya había hecho un corto y estaba siempre en rodajes y lo dirigí con absoluta felicidad con el equipo de amigos que egresamos de ENERC y ninguno de los cabeza de equipo había hecho nada en largo y eso nos daba la sensación de estar haciendo un corto más”, reflexiona Puenzo sobre la experiencia de rodar XXY. Luego se sucederían El niño pez, Wakolda, la serie televisiva Cromo y La jauría, protagonizada por Daniela Vega (Una mujer fantástica), donde además ofició de showrunner.
En el último tiempo, y con la figura de estas directoras, otras han podido ejercer el rol con una mirada distinta del soporte, contando historias personales que a la vez pueden universalizar problemáticas.
Anahí Berneri, Sandra Gugliotta, Julia Solomonoff, Celina Murga, Natalia Smirnoff, Vera Fogwill, Ana Katz, Tamae Garateguy, Laura Citarella, Nele Wohlatz, Verónica Chen, Lucía Cedrón, Milagros Mumenthaler, Mónica Lairana, Florencia Percia, Majo Staffolani, etc., son solo algunos de los nombres que supieron forjar un camino en el universo de la realización.
Muchas de ellas lograron, tras estudiar y ponerse firmes en la concreción de su deseo, hacer carrera en el cine nacional, algo complicadísimo teniendo en cuenta costos, vaivenes económicos e intereses.
“Cuando empecé a interesarme seriamente por el cine (más como cinéfila que como cineasta), creía que el poder del cine era el de los sueños. En esa pantalla gigante, en esa oscuridad, en la calidad fotográfica estaba cifrada esa capacidad de transportarnos. Han pasado más de dos décadas. El cine y nuestra manera de verlo han cambiado radical, irreversiblemente. En muchos casos, pantallas gigantes han sido sustituidas por celulares. Entonces, es inevitable volver a preguntarse qué es el cine. Hoy mi respuesta es distinta. No es ya la magia de la imagen. Es el tiempo. Pero también el trabajo en el tiempo”18, dice Solomonoff (Nadie nos mira, El último verano de la Boyita).
En otros rubros también, como por ejemplo la dirección de fotografía, la carrera de una profesional como María Inés Teyssié (Tren Gaucho, La revelación, Potestad) ha doblegado una tarea que siempre había sido asignada a hombres.
En el 33 Festival Internacional de Cine de Mar Del Plata se decidió, una vez más, innovar al incorporar en el marco de la muestra el Primer Foro de Cine y Perspectiva de Género. Dato no menor es que por primera vez la muestra estuvo dirigida por una mujer, Cecilia Barrionuevo, quien hacía años se desempeñaba como programadora del Festival.
En las dos jornadas del foro participaron disertantes de diferentes espacios del cine (directoras, actrices, técnicas, productoras, periodistas, escritoras), como Lucrecia Martel, Calu Rivero, Muriel Santa Ana, Noemí Frenkel, Esther Díaz, Valérie Massadian, Julia Katherine, Florencia Etcheves, Marina Glezer, Camila Fanego, Silvana Di Francesco, entre otras, que expusieron ideas, compartieron conceptos, iluminaron a la audiencia con sus apreciaciones acerca del rol de la mujer y la necesidad del urgente cambio de paradigma e igualdad de condiciones.
El compromiso ha quedado plasmado en la Carta por la Inclusión y Paridad en el Cine, aquella que propone el 50/50 para el 2020. Por medio del documento, el Festival se compromete a compilar estadísticas desagregadas por género para disponer de datos fiables y reales sobre la presencia de proyectos liderados por mujeres,