Una mujer en pedazos. Giselle RumeauЧитать онлайн книгу.
Una mujer en pedazos
Una mujer en pedazos
Giselle Rumeau
Índice de contenido
Rumeau, GiselleUna mujer en pedazos / Giselle Rumeau. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Galerna, 2020.Archivo Digital: descargaISBN 978-950-556-770-61. Narrativa Argentina. 2. Novelas. I. Título.CDD A863 |
Corrección: Ignacio Merlo
Diseño de tapa e interior: Margarita Monjardín
©2020, Giselle Rumeau
©2020, Queleer S.A.
Digitalización: Proyecto451
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.
Inscripción ley 11.723 en trámite
ISBN edición digital (ePub): 978-950-556-770-6
A Josefina y Ricardo, mis queridos viejos, por su ejemplo.
A mi hermana Clarisa, por su amor incondicional.
A Tiago, Gonzalo y Julieta, por ser todo.
A Luis López, por sacarme del infierno.
GISELLE
I
Tapate las tetas, me dice Pato, tapátelas porque no voy a poder irme, dice, y se ríe enloquecido porque no sabe, no entiende cómo puede ser que le gusten tanto, vuelve a explorar las causas con su lengua caliente rozando mis pezones duros, despacio, lentamente, lame, besa, saca su mano de mi sexo húmedo, moja la areola con ese jugo y vuelve a lamer, pero esta vez me mira asustado porque no puede controlarse, porque desde que se despierta ya tiene ganas de chuparme las tetas, lo sé, podría pasarse horas devorándome o simplemente contemplándolas porque son lindas, me dice, por qué son tan lindas, pregunta, y le cuento que son así redondas y pulposas desde que tenía once años cuando salieron de golpe, sin avisar, con furia, yo no sabía qué hacer con esos globos incómodos y pesados como el portafolio del colegio esa mañana frente al espejo en la que se revelaron, lloraba, maldecía, me quejaba por su tamaño y las tapé avergonzada, las tapé durante toda mi adolescencia en las que nadie las tocó porque no caminaba derecha y los chicos no me miraban ni yo los miraba a los ojos, a Pato le cuesta creerlo, no, no puedo imaginarte encorvada, ocultándolas, y recuerda cuando me vio la primera vez en la revista, fascinado con la forma en que mis pechos se movían mientras caminaba apurada hacia él para saludarlo, supo en ese preciso instante en que me conoció que iba a tener problemas, cuenta, porque el sexo es eso para él, un problema, con su cabeza repleta de fantasías culposas, y quizá por eso le sorprende que me guste tanto hacerlo, ahora mismo me lo dice, cómo te gusta coger, mientras pego mi nuca a su boca, mi espalda a su pecho para hamacarme sobre su cuerpo y me pregunto si hay alguien en este mundo a quien no le guste, mientras le digo que sí, que es cierto, que me gusta pero me gusta con él, que solo quiero con él, que con él sí es fácil sentir, mojarse, enloquecer, no como las noches de otros amantes, en las que se entrega solo el cuerpo y no la cabeza o el alma, no quiero estar con nadie más, solo con vos, le digo cuando ya no puedo respirar de placer pero no entiende o no quiere saberlo porque en cuanto recupera el aliento prefiere lastimarme al decirme por favor salí con otro, alguien que me detenga, yo no puedo, no tengo voluntad ni fuerza para no buscarte, Pato cree que sería más fácil si yo le dijera que no cuando le aparecen las ganas desenfrenadas frente a mi escote, pero no está seguro, duda, se sienta en mi cama, se toma la cabeza, pierde sus manos en su pelo enmarañado y dice esto está mal, está muy mal, será porque esta vez no es como cuando veía a Sandra, con ella se trataba solo de sexo, en cambio conmigo es distinto, jura, porque con vos me río, me río mucho, hasta morir, de cualquier cosa, podría estar horas enteras con vos, no pararía nunca, repite, pero se acuerda de Ema, de que ella lo está esperando, de que ya lo llamó dos veces, papá cuando vas a venir, te hice un dibujo, y entonces se viste rápido, cierra los ojos para no mirarme y me quedo sola, sola y desnuda, sola con mis tetas redondas y pulposas, que esta vez no alcanzan para detenerlo.
II