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Mitología Inca. Javier TapiaЧитать онлайн книгу.

Mitología Inca - Javier Tapia


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      Según las leyendas, Manco Cápac fue dios y hombre, que junto con su esposa funda el primer Imperio inca en el Cuzco, un imperio que no conquista ni se expande, pero que lleva la palabra de la creación y se preocupa por la educación de sus vecinos. Hay quien sitúa a Manco Cápac en el principio de los principios, pero según otros su reinado es relativamente reciente y debe situarse sobre el año 1200 de nuestra era.

      Antes de esto, ya existen el Cuzco, Tiahuanaco, Nazca y Titicaca, e incluso el puerto del Callao, y es ahí donde se inician los mitos que nutrirán después la mitología inca, como es el caso de Viracocha, deidad de la milenaria Tiahuanaco, que va a ser recuperado en la época estatal del Imperio para darle cuerpo al rito solar, y aprovechado por la Iglesia católica para introducir el monoteísmo al asimilar a Viracocha, el Creador, con su Jehová, que también es un ser creador.

      Por supuesto, el catolicismo en nuestros días está muy lejos de ser monoteísta con sus santos, vírgenes y ángeles, e incluso demonios, instalados en la corte celestial, pero en el siglo XVI la curia romana apostaba por un solo dios que era hijo y padre al mismo tiempo, y un espíritu santo que animaba a ambos y los unificaba, para que siendo tres, fueran solo uno; y Viracocha, que también tuvo un descendiente o reencarnación como dios del terremoto, Pachacámac, que si bien no era un ungido de elevadas convicciones morales, sí se le pudo asimilar con el Cristo de los Milagros, patrón de varios pueblos de la costa central del actual Perú.

      De hecho, para la curia romana de nuestros días solo existen Dios y el hombre, ni siquiera la mujer, a pesar de que Juan XXIII les haya otorgado el alma en el Aggiornamento de 1959, Jehová y su creación masculina, nada más, por más que el Vaticano tolere, debido en buena medida a la Conquista y los sincretismos necesarios, a vírgenes, cristos y santos de todos los colores y dones.

      Pilar del mundo

      No faltan los grupos esotéricos, como los teosóficos y rosacruces, que se han sumado a la fascinación mágica del laberinto inca, y sitúan a los Andes en la categoría de pilar del mundo, lo mismo que al Tíbet, donde a menudo se reúne la Hermandad Blanca para decidir el futuro del planeta.

      Si cae este pilar, el mundo se viene abajo, porque no es solo punto de reunión, sino centro energético que, unido a los otros tres pilares, crean una red electromagnética que protege al mundo de meteoritos y ataques extraterrestres.

      No son pocas las leyendas que a lo largo y ancho del mundo hablan de una época oscura hace once mil años, es decir, nueve mil años antes de nuestra era, con guerras nucleares entre los dioses, o los humanos de aquellos tiempos, con inundaciones, terremotos y catástrofes de todo tipo, creando desiertos donde antes había selvas frondosas, como es el caso del desierto de Atacama en el norte de Chile, el del Sahara en África, y el del Gobi en Mongolia.

      Las enigmáticas figuras del desierto de Atacama

      Como en Nazca, Atacama presenta grandes figuras talladas en el suelo, entre las ciudades de Antofagasta y Arica, que miden entre diez y trescientos metros, y que nadie sabe qué significan ni quién las hizo, pero que pueden tener entre diez y doce mil años de antigüedad.

      El misterio no queda ahí, porque tampoco nadie sabe exactamente cómo se formó un desierto tan árido y salino entre montañas de bosques húmedos y vegetación exuberante. Por supuesto, hay estudios y teorías científicas al respecto, que nos llevan a por lo menos tres millones y medio de años en la antigüedad, con el sistema de desiertos de los Andes y la Costa del Pacífico, y la posibilidad de que Atacama haya sido un lecho marino empujado tierra adentro por la acción de las capas tectónicas. Sin embargo, y en lugar de aclarar las cosas, estas bases científicas alimentan aún más las leyendas, ya que abren la puerta a la posibilidad de que la humanidad, o una humanidad anterior, haya vivido en aquellas épocas, conociendo tal vez a los últimos dinosaurios y dejando su impronta sobre el mismo suelo o en piedras labradas, como las de Ica, en pleno Perú, que tanta polémica han causado.

      Piedra tallada de Ica

      Para ser un fraude, las piedras de Ica son demasiadas, hay miles de ellas, están formadas por andesita, es decir, son piedras del mesozoico, era de los dinosaurios con cien millones de años de edad, por lo menos, labradas posteriormente, pero no se sabe cuándo, aunque sí se sabe que las piedras han sufrido el proceso natural de hacerse más calizas y blandas con el paso de millones de años, junto con el labrado, que en muchos casos resulta anacrónico, ya que en algunos casos las figuras de los dinosaurios van acompañadas de objetos voladores u operaciones quirúrgicas modernas.

      La ciencia, por supuesto, no puede validarlas, porque al hacerlo tendría que aceptar que algunas leyendas son más ciertas que la realidad impuesta por el pensamiento académico, y eso, desde un punto de vista occidental y científico, simplemente no debe ni puede ser.

      Pero las piedras están ahí, pueden verse y tocarse, analizarse y estudiarse, corroborar su edad y la edad de su tallado, por fuera de lugar que este parezca.

      ¿De qué estamos hablando?

      ¿De otras humanidades?

      ¿De la misma humanidad mucho más vieja de lo que parece?

      ¿De una humanidad que ha ido y venido de y hacia otros planetas cuando las cosas se han puesto mal en este mundo?

      ¿De vimanas sobre el Perú volando entre dinosaurios?

      ¿De guerras nucleares hace once mil años o mucho más?

      ¿De una historia que no es la oficial?

      ¿De uno de los pilares del mundo donde la humanidad ha renacido?

      ¿O simplemente de leyendas absurdas que no tienen fundamento alguno por más que las evidencias físicas estén presentes?

      El laberinto de la mitología inca parece no tener principio ni fin, ni orden lógico y cronológico por más que la religión en el periodo estatal intentara unificar creencias y criterios a través de ritos y cantares que la gente se aprendía de memoria desde la infancia y los cantaba a lo largo de toda su vida, como quien canta ahora las canciones de moda.

      Gracias a estos cantares conocemos hoy en día las leyendas de los primeros grandes incas, como la de Cápac Yupanqui, primer conquistador y fundador del amplio Imperio inca; o de su lejano antecesor, Manco Cápac, primer inca del Cuzco no imperialista; e incluso de Pachacútec, el gran organizador de las cuatro provincias y que inicia el periodo estatal de los incas.

      Había cantares oficiales y obligados, pero no faltaban los cantares propios de cada zona, los cantares preincas, sobre todo en lo que ahora conocemos como Ecuador y Bolivia, cuyas culturas prehispánicas han sobrevivido al Imperio inca, a la conquista, a la colonia española y al colonialismo intelectual eurocéntrico y norteamericano, con lo que sus cantares o leyendas nos dan otra visión del mundo andino.

      Cantar Preinca a Inti Raymi

      Nunca hubo un principio para lo que siempre dura, para lo que siempre es, aunque no siempre esté, aunque no siempre se manifieste.

      Nada comienza ni nada termina en lo que siempre dura.

      De la sombra sale la luz.

      De la luz nace la sombra.

      Lo que siempre dura está detrás de la luz y de la sombra.

      No vemos todo lo que hay.

      No vemos todo lo que ha sido.

      Lo que vemos a veces no está.

      Lo que vemos a veces es solo un sueño, una imagen.

      Los ojos a veces ven poco, o nada.

      Para nosotros todo comienza cuando la luz nos dice lo que vemos.

      Celebración del Inti Raymi

      Antes


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