Ópera Nacional: Así la llamaron 1898 - 1950. Gonzalo CuadraЧитать онлайн книгу.
la ocasión165. La compañía italiana de Padovani, que tenía a su cargo la temporada oficial, llegaría a Valparaíso recién el 7 de junio, para comenzar con la temporada santiaguina el 14 del mismo mes, sin embargo Acevedo cuenta con cantantes que le eran conocidos, solventes, profesionales, y que al parecer tenían entusiasmo por las óperas nacionales: la soprano extranjera Carola Carolli de Basañez para el rol de Fresia, (alumna de Matilde Marchesi: una de las más célebres pedagogas de fines del XIX), y el bajo chileno Manuel J. Zaldívar como Colo-Colo166, ambos participantes del estreno de la Velleda de Hügel unas semanas antes en Valparaíso; además hay que citar que Acevedo conocía a Zaldívar hacía al menos dos años puesto que en el mencionado estreno de “La resurrección de Cristo” de Perosi la prensa destacaba la labor de varios solistas, entre ellos, Zaldívar. En el rol protagónico de Caupolicán se contaba con el tenor Félix Rocuant Hidalgo, único amateur, en ese tiempo periodista y redactor noticioso de La Nación, poeta, que aunque se menciona que participaba en algunos espectáculos de zarzuela, no tuvo en el canto su actividad profesional167. Según el diario La Tarde del 19 de mayo, Caupolicán I contaba con elementos decorativos del propio Teatro Municipal y con la participación del coro que tomaría parte de la temporada de ese año, ya que se le menciona como “Coro de la Compañía Lírica Italiana”.
Acevedo también publicará el libretto de su ópera en la que se aclara que se trata de la obra de un “maestro chileno”, dicho esto con evidente orgullo. Lamentablemente no existe hasta el momento ejemplar alguno de este que haya sobrevivido pero sabemos de su existencia por una cita de José Toribio Medina en su compilación sobre obras inspiradas en la La Araucana de 1918168.
Como el espectáculo parecía breve, en la primera parte (tal como ocurrió con el estreno de Velleda) se ofrecieron obras musicales de muy diversa índole: la obertura de Tannhäuser de Wagner, un solo de citara de Löhr, un vals de Francisco Tárrega y una jota de Ballester (ambas para solo de guitarra), la “Pieza concertante Nº 89” para piano y orquesta de Hümmel (en la que intervino como solista Águeda Amalia, la hija de Acevedo) finalizando con una marcha orquestal de Gillet (quizá Ernest Gillet), una mezcla de los quehaceres e intereses musicales no solo de Acevedo, sino de los compositores e intérpretes nacionales de fin de siglo XIX, navegando entre aspiraciones musicales “serias” (la obertura de Tannhäuser podría incluso verse como un gesto vanguardista) y soirées saloneras con piezas de pintorescas de ocasión.
El presidente Riesco no solo asistió al estreno, sino que aceptó la dedicatoria de Acevedo.
El periodista I: De la crítica
Cuando se escribe una crítica o descripción musical, hay doble conciencia: por una parte (de)muestra la pericia de quien la emite y por tanto es un resumidero de su cultura e intereses, pero también es una radiografía (no tan obvia, sino que hay que verla a trasluz) de lo que él cree que puede interesar o, mejor aún, es necesario que sepa o no sepa el hipotético lector, qué debe ser defendido, preservado o cambiado. Este pensamiento puede compartir credos o posturas del medio en el que escribe, por lo que también puede ser vía de exteriorización y divulgación. En resumen, no son ni inocentes ni involuntarias.
Las críticas escritas al Caupolicán I comenzaron a aparecer el dos de junio. En total hemos pesquisado seis, algunas muy escuetas, y otras bastante extensas y detalladas, algunas meras descripciones del evento, otras con extensos análisis musicales, estilísticos y sociales, haciendo un interesante barrido de posibilidades de lo que era el periodismo descriptivo y/o la crítica musical al cambio de siglo. Como es obvio, la opinión de Pedro Antonio Pérez-“Kefas”, que quizá hubiera tenido palabras de aliento ante la nueva ópera nacional, está ausente pues recordemos que era parte interesada al ser el autor del libretto.
El Diario Ilustrado, donde habían publicado la carta personal de Acevedo, hace mención de la buena concurrencia al teatro. En materia musical resalta el preludio, que agradó al punto de suscitar “aplausos entusiastas y sinceros”, como una de las “bellezas musicales” que tenía la obra. La interpretación es calificada como “satisfactoria”, destacando la labor de Rocuant: “Voz agradable y sonora, emisión perfecta y cualidades de cantante bastante envidiables”. Finalmente da la sentencia de un estreno “halagador para el maestro Acevedo y para los buenos amigos que lo ayudaron en su empresa”169.
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