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La Nueva Era de la Humanidad. Jay TatsayЧитать онлайн книгу.

La Nueva Era de la Humanidad - Jay Tatsay


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de los verdaderos seres humanos (ni yo mismo creo lo que escribo).

      La buena: sigan durmiendo, prometo no hacer más ruido; la mala: ya les dirá lo que tienen que hacer la voz de sus amos.

      Se arrepintió casi de inmediato de lo escrito, por ofensivo e innecesario, e intentó borrarlo, pero no pudo, quedó en su memoria inscrito para siempre, para que así pudiera reflexionar antes de expresarse por escrito.

      También quedó inscrita en su memoria la Historia de la Humanidad, una historia quizá un poco diferente a la que publica la academia occidental, y tal vez un poco diferente a lo que narraría cualquier otro ser, porque cada quien tiene su perspectiva sobre lo que ve, siente, oye y percibe:

      La Historia de la Humanidad según Plin

      Al principio no había de todo, pero había mucho.

      El planeta estaba al rojo vivo, con volcanes, humo, rayos, ácido y tormentas de aire que cambiaban su fisonomía a cada momento.

      Dentro de ese impresionante y hermoso caos, algunas moléculas empezaron a organizarse. Hubieran preferido seguir su viaje por el espacio, pero la fuerza de la gravedad se lo impedía.

      Entonces formaron cadenas de aminoácidos con adenina, timina, guanina y citosina, sin una gota de agua y en condiciones extremas, y sin tener ni idea que de esas cadenas nacería lo que los humanos conocen como vida.

      Así nació el primer Nuevo Orden Mundial en el planeta de ácido, fuego y relámpagos que más tarde sería llamado Tierra, a pesar de su superficie mayoritaria es agua.

      La Tierra, un planeta curioso que tardó tres mil millones de años en que apareciera la primera célula.

      Con todo no es el planeta más curioso que haya visitado. Willmac, en lo que aquí llaman Alfa Centauro, es un planeta donde sus habitantes son de gas, pero como no son conscientes de su naturaleza gaseosa, “compran” gas a una montaña gaseosa, y a cambio de ese gas le dan su propio gas, que no ven como gas, sino como una emanación del alma. No necesitan el gas de la montaña gaseosa, porque con el suyo tienen más que suficiente para llevar una vida decorosa, pero no lo saben ni lo quieren saber. Cuando intenté explicárselo a un grupo de Willmacnitas, me ignoraron y me arrojaron gases perniciosos… quizá la Tierra y Willmac sí tienen algo en común: la inconsciencia.

      Volvamos a la Tierra a donde llegó el agua, una formada por la misma Tierra, y otra y congelada, venida a bordo de un cometa gigante junto con ciertos elementos que ayudaron a que se formaran las primeras células con ADN, comportamiento y reproducción asexual, que son las madres de toda la vida biótica en la Tierra, como de las plantas, los árboles, los trilobites, las bacterias, los hongos y los exosomas, que más tarde se convirtieron en virus y en priones; hasta de los dinosaurios y de los seres humanos.

      Estos seres llevan miles de millones de años habitando la Tierra, pero los humanos, tan sofisticados e inteligentes, no los descubrieron hasta hace unos pocos años, y en lugar de mejorar la relación y la simbiosis, porque dentro de los seres humanos viven miles de millones de estos seres, prefirieron considerarlos como enemigos, males y enfermedades a superar o a destruir, en lugar de dialogar con ellos y tenerlos como hermanos.

      El Segundo Orden Mundial vino con la aparición de seres cada vez más grandes y complejos, algas, musgo, arbustos, larvas, gusanos y otros más, cuya reproducción ya era sexual, incluso sin pareja, como algunos nematelmintos que tenían sexo consigo mismos para reproducirse. Las medusas y las anémonas siguieron otro camino, se hicieron inmortales y alguna de ellas se reprodujeron a la antigua usanza, por partición.

      Hasta hace ciento veinticinco millones de años sobre la faz de la Tierra solo había árboles, algunos animales y peces, pequeños lagartos y anfibios en las aguas y los océanos, pero ningún ave, ninguna flor y ningún insecto.

      De pronto todo empezó a crecer, aparecieron las flores y los insectos, las aves y los pequeños saurios, y con ellos vino el Tercer Orden Mundial, que duró unos cuantos millones de años.

      Algunos de los animales que habían salido del agua volvieron a ella, la mayoría nacía por huevos, pero los pequeños mamíferos empezaron con la moda del sexo, el nacimiento del vientre y el uso de bolsas, marsupios, para terminar de criar a sus retoños.

      No se lo vayan a decir a nadie, porque nadie les va a creer, pero hace unos sesenta millones de años hubo un camada de humanos que fueron evacuados, junto a muchas otras especies, cuando hubo la Gran Extinción, los cuales regresaron hace unos doscientos cincuenta mil años, cuando en el planeta pululaban los neandertales, y a los que hoy en día llaman cromañones.

      El cuarto Orden Mundial llenó la Tierra de mamíferos, pero los grandes saurios no desaparecieron del todo, sobre todo los que volaban, dragones creo que les llaman, si bien se escondían en altas montañas de lo que hoy es China, porque entre los mamíferos había depredadores listos y sanguinarios, que cazaban todo lo que se movía y respiraba, por grande o pequeño que fuera, y la carne de dinosaurio, muy parecida en sabor a la de gallinas y pollos, era muy solicitada.

      Después vino, no se sabe de dónde, otra Gran Extinción, con cambio climático, deshielo, nuevo helamiento terrible, inundaciones, volcanes, terremotos y toda clase de catástrofes, nada nuevas para el planeta que ya las había padecido antes, pero sí del todo nuevas y terribles para las especies que ahora poblaban la Tierra.

      El quinto Orden Mundial empezó a emerger hace dos o tres millones de años, con nuevas especies, sobre todo de primates, que fueron evolucionando por todo el planeta, no solo en África, como dicen los libros oficiales, hasta formar a los primeros seres humanos, afarensis, pekinensis, australianos, y muchos otros de los que ya no se tiene memoria, y los neandertales europeos, por supuesto, que al desaparecer o mezclarse con los cromañones, marcaron el final de toda una Era.

      El sexto Orden Mundial tiene solo doscientos cincuenta mil años de antigüedad, cuando “aparecen” los cromañones, el ser humano moderno moreno de diversas especies, algunas de ellas con recuerdos de dinosaurios, pues fueron evacuados de la Tierra por aquellas épocas, algunos fueron colocados fuera del tiempo y el espacio en planetas como Marte, otros fueron guardados o hibernados, y otros se convirtieron en mascotas de seres más avanzados, hasta que fueron reimplantados en la Tierra, donde se mezclaron unos con otros, neandertales incluidos, y dieron lugar a un extenso mestizaje que se coartó en cuanto los grupos errantes y trashumantes, nómadas y seminómadas se hicieron sedentarios, cultivaron, crearon granjas, construyeron poblados muy rudimentarios y empezaron con envidias, recelos, acumulaciones, conflictos, pleitos y escaramuzas con sus vecinos y con otros pueblos, para volver al nomadismo una y otra vez.

      El nomadismo dura hasta nuestros días, y el sedentarismo multitudinario que se conoce hoy en día apenas se fundó hace doce mil años, aunque hubo muchos otros dentro de esos doscientos cincuenta mil años de andanzas humanas, de los que hoy en día solo se habla en textos esotéricos, como si únicamente fueran mitos y leyendas de la imaginación humana.

      Mu, Lemuria, la Atlántida, Shangri-La, Itzá fueron tan reales como el mundo actual, y acabaron sus días como puede acabar el mundo presente, porque la inconsciencia y la vanidad humana es la misma.

      En el Sexto Orden Mundial los “dioses” y otras especies visitaban la Tierra, sobre todo después de la Gran Guerra Estelar, hasta que cada quien se fue para su hogar cuando se firmó la paz en la galaxia, y cada quien siguió su propio camino evolutivo.

      En la Tierra, por desgracia, los caminos evolutivos de los diferentes seres humanos eran muy dispares, ya que algunos contaban con una muy avanzada tecnología por su contacto con los “dioses”, mientras que otros apenas si dominaban el fuego y la agricultura.

      Vimanas, las casas voladoras de los dioses

      Hace doce mil años hubo una Gran Guerra en la Tierra, con vimanas y armas nucleares (astras), que casi extinguió a la humanidad, que alejó para siempre a todos los “dioses”, y que convirtió en desiertos a los edenes y vergeles del Sahara, el Gobi y Atacama, dejando con vida, curiosamente, a los pueblos más primitivos


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