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Bahía Kismet. Dawn BrowerЧитать онлайн книгу.

Bahía Kismet - Dawn Brower


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más de una semana para que pareciera más festivo. Las luces estaban apagadas en la tienda y solo las pequeñas luces iluminaban. "¿Esme?", llamó ella. No hubo respuesta. Holly se adentró en la cafetería y gritó cuando una gran sombra apareció frente a ella.

      "No quise asustarte". Nicholas se acercó a ella. "Quería que esto fuera una buena sorpresa".

      ¿Tristan y su prima lo habían arreglado? ¿Cómo sabían que estaba interesada en Nicholas? Eso no importaba, pero los cuestionaría la próxima vez que los viera. Había estado deseando pasar la noche con Nicholas y ahora podía. La pregunta era ¿cuánto quería que él fuera consciente de ese deseo? "Todo está bien. Esperaba encontrar a mi prima aquí y fue un pequeño impacto que no fueras Esmeralda".

      "Perdóname", dijo. "Pero necesitaba verte de nuevo y parecía una buena idea en ese momento".

      Holly se tomó el tiempo de revisar lo que había preparado. Sus flores favoritas: lirios rosados y blancos estaban en un florero en el centro de una de las mesas. Un Riesling blanco estaba puesto a un lado con dos copas de vino vacías. Había tapas sobre dos platos, tal vez para mantener la comida caliente. Si él presentaba todas sus cosas favoritas, ¿cuáles serían las posibilidades de que también tuviera su comida favorita? Holly volvió su atención hacia él. Nicholas se había quitado la camisa manchada de café y la había reemplazado por una azul que era un poco más clara que sus ojos. Su corbata combinaba por completo. Su traje oscuro lo hacía parecer tan elegante que quería arrojarse a sus brazos.

      "¿Y bien?". Él levantó una ceja. "¿Todo tiene tu aprobación?".

      Ella inclinó sus labios hacia arriba en una sonrisa sensual. "Hasta ahora, sí". Holly se quitó el abrigo de invierno y lo colocó en un gancho cercano, luego volvió su atención hacia él. "Dime qué preparaste para la cena y decidiré si es perfecto".

      "Pollo Marsala con pasta integral". Su boca se hizo agua de inmediato. Había descubierto su comida favorita. Nicholas estaba resultando ser el hombre perfecto y eso la asustaba un poco.

      "¿Cómo pudiste…?".

      "¿Arreglar esto?". Terminó su oración. "Tus familiares fueron muy útiles. Tal vez deberías discutir con ellos los peligros de compartir cosas con personas que no conocen tan bien".

      Solo había una razón por la que todos lo habían ayudado. La bahía Kismet estaba haciendo su magia. [Nota de la traductora: Kismet, significa en español ‘destino’]. Nicholas había sido brusco e irritable cuando se encontraron por primera vez. La ciudad no se llamaba Kismet por casualidad. Los fundadores, sus antepasados, habían creído en el destino. Habían sido salvados cuando su barco había llegado ileso a la bahía. Desde ese momento, el área había parecido mágica, y una de las cosas que les atrajo, había sido el amor. Había más en el destino que encontrar un alma gemela, pero una vez que te cruzabas con tu único amor verdadero, no era ignorado. Esa era parte de la razón por la que Ivy estaba tan melancólica todo el tiempo. Gabriel era para ella. Sin él, le faltaba un pedazo de sí misma. ¿Holly era la otra mitad de Nicholas? Su familia parecía creerlo, y Holly también estaba comenzando a hacerlo. Ella sintió un tirón instantáneo hacia él que no podía ignorar. También debió sentirlo un poco para perseguirla tan ansiosamente.

      "Los Strange siempre confían en su intuición. No te habrían ayudado si no creyeran que era lo correcto". Ella no quería asustarlo hablando sobre el destino y la magia. Sin embargo, Holly quería hacer una cosa antes de tomar cualquier decisión. Cerró la distancia entre ellos y envolvió sus brazos alrededor de su cuello. "Bésame", exigió ella.

      No hacía falta que le dijeran a Nicholas dos veces. Se inclinó y presionó sus labios contra los de ella. Esa magia en la que había estado pensando los envolvió y provocó una mecha que los llevó a ambos a profundizar el beso. Su lengua se enredó con la de ella y ella estaba impregnada de su sabor, como la canela y el chocolate. Los dos ingredientes principales para su cocoa …, Holly gimió cuando su deseo aumentó y quiso desnudarlos a ambos y ver si eran compatibles en todos los sentidos. Aunque se contuvo. Era demasiado pronto para ser tan íntima con él. Holly dio un paso atrás antes de ir por un camino del que podría arrepentirse.

      "Eso…".

      "Lo sé", le dijo.

      Sacudió la cabeza. "Quiero más contigo".

      Holly le sonrió y lo suavizó un poco. Nicholas podría llegar a significar más para ella que su propia felicidad. Él podría ser su felicidad. Mantuvo a su hermana Ivy en mente y avanzó con cuidado. "Me gustaría tener tiempo de averiguar qué es esto. ¿Cómo podemos hacerlo cuando vives en la ciudad?".

      "No sé", respondió con sinceridad. "Pero quiero intentarlo si estás dispuesta".

      Holly asintió con la cabeza. "Lo estoy".

      Nicholas la atrajo hacia sus brazos y la abrazó con fuerza. "Nunca esperé encontrarte cuando llegué a la ciudad con Gabriel, pero me alegro de haberlo hecho. Más tarde, le diré que no quiero irme con él. Me voy a quedar en la bahía Kismet para las vacaciones. El resto, lo resolveremos a medida que avancemos".

      Holly le devolvió el abrazo y cerró los ojos. Había conseguido su mayor deseo y no iba a desperdiciarlo. Las historias tenían que comenzar en alguna parte y esta era para ella y para Nicholas su: érase una vez una Navidad

      REVELACIÓN DEL AÑO NUEVO

      Libro DOS

DAWN BROWER

      CAPÍTULO UNO

      El viento frío sopló sobre Nash King y se deslizaba a través de su chaqueta de cuero como si esta no existiera. Se frotó las manos en un esfuerzo por extender algo de calor a través de las extremidades, casi congeladas. Su destino no estaba mucho más lejos. Unos cuantos metros más y estaría en la bodega de vinos Grape Flavors Winery y podría pasar unos momentos preciosos con el amor de su vida: Leilia Strange.

      Habían sido mejores amigos desde la primaria. Nash siempre la había amado, pero desafortunadamente, ella siempre lo había visto como un amigo y nada más. Algunos días le incomodaba más de lo que jamás admitiría. Otras veces estaba agradecido de poder ser parte de su vida. Hoy esperaba ser lo suficientemente valiente como para finalmente admitirle que la amaba.

      Abrió la puerta de la bodega y entró. Nash amaba lo que Leilia y su hermana, Caprecia, habían hecho con la bodega. Cada tipo de vino se clasificaba por tipo y se colocaba en estantes repartidos por la tienda. Incluso tenían una sección llena de varios quesos, galletas saladas y panes. Era a la vez cómodo y acogedor. Poseían un viñedo en las afueras de la ciudad con su otra hermana, Ophelia. Cada una jugaba un papel en el viñedo, pero Ophelia no tenía nada que ver con la bodega. Ella prefería trabajar con su prima Amadea en Blooms of Destiny. La familia Strange tenía mucho que ver con muchos de los negocios y actividades de la ciudad. Sus antepasados habían sido los que habían fundado la ciudad, hacía más de doscientos años.

      Nash se adentró más en la bodega y se dirigió hacia el mostrador trasero, donde esperaba encontrar a Leilia. No tenía una buena excusa para visitarla, pero entraba a la bodega con la frecuencia suficiente. Ni Caprecia ni Leilia cuestionarían su presencia. Cuando dobló la esquina, la vio. Sus largos mechones de medianoche se derramaban sobre su hombro en olas gloriosas. Desde donde estaba parado no podía ver sus ojos, pero no necesitaba hacerlo. El tono azul cobalto se había fundido en su memoria. Todo sobre Leilia estaba allí dentro de su cabeza. No podía olvidarla si lo intentaba, y ciertamente no quería hacerlo. Debería cerrar la distancia entre ellos y hablar con ella. Nash estaba a punto de hacerlo cuando Caprecia salió de la trastienda y chocó con Leilia.

      "¿Qué sigues haciendo aquí?", preguntó Caprecia. "Ve a casa y prepárate para tu cita".

      Nash se congeló en su lugar. ¿Qué cita? Leilia no le había mencionado nada acerca de tener planes para el Año Nuevo. Pensaba que se contaban todo … Había una manera bastante fácil de averiguarlo. Todo lo que tenía que hacer era caminar hacia ella y entablar una conversación. El resto saldría bastante fácil. Pero no podía mover sus pies y el dolor que se extendía por su corazón


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