Seduciendo A Una Princesa Americana. Dawn BrowerЧитать онлайн книгу.
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Seduciendo a una Princesa Americana: Los Descendientes de Marsden
Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares y situaciones son producto de la imaginación de la autora o se utilizan de manera ficticia y no deben interpretarse como reales. Cualquier parecido con locales, organizaciones o personas reales, vivas o muertas, es mera casualidad.
Seduciendo a una Princesa Americana 2019 Copyright © Dawn Brower
Arte de portada y Edición por Victoria Miller
Todos los derechos reservados. Este libro no puede ser reproducido de ninguna forma o por ningún medio electrónico o mecánico, incluyendo sistemas de almacenamiento y recuperación de información, sin permiso escrito del autor, excepto para el uso de breves citas en una reseña del libro.
Publicado por Tektime
AGRADECIMIENTOS
Gracias a los que me ayudaron a pulir este libro. Elizabeth, eres increíble. Eres la mejor. También gracias una vez más a mi maravillosa editora, Victoria Miller. Cada día me ayudas a ser una mejor escritora y sin ti no estaría donde estoy hoy. Este libro es mucho más asombroso porque me empujaste cuando quise sepultar mis cicatrices y ser terca. En mi mente este libro era perfecto y no podía comprender que necesitaba algo extra para hacerlo aún más especial. Así que no puedo agradecerte lo suficiente por darme la patada en el trasero que necesitaba.
Los personajes de este libro pasan por tantos desafíos que es increíble que no se rindan, que sigan luchando. Al principio parecen casi superficiales y sus preocupaciones un tanto ridículas, pero de alguna manera todos vivimos esos momentos. En los que dudamos, nos cuestionamos, y simplemente miramos fijamente a nuestras vidas y sentimos como si algo faltara. Entonces nos enfrentamos a tiempos difíciles y no tenemos tiempo de compadecernos. Simplemente sobrevivimos. Si tomas algo de este libro, toma esto: Ama tu vida incluso en los instantes más difíciles porque nunca sabes cuándo encontrarás esa chispa de felicidad en el mar de la miseria.
Este libro es para todos los que necesitan algo de alegría en su vida. Mientras que los personajes viven momentos de tristeza y melancolía, al final lo hacen; encuentran un camino hacia su propia felicidad. De otra manera no sería un romance. Tal vez este libro les ayude a todos a encontrar una manera de ver la posibilidad de vivir su propia historia de amor.
CAPÍTULO UNO
Nueva York, 1911
El silbido de un tren resonaba en el túnel, anunciando su llegada a la estación de Penn. El chirrido de los frenos se dejó escuchar poco después, mientras se detenía cerca de la plataforma de salida. Brianne Collins miró por la ventana y respiró hondo. Habían llegado, y ella no podía esperar a explorar todo lo que la ciudad tenía para ofrecerle. Incluso la estación parecía poseer algo nuevo y emocionante. La estación de Penn era brillante, con mármol rosa en todas partes. Estaba recién estrenada, había abierto oficialmente en noviembre, hace apenas seis meses. Con la llegada de la primavera, sus padres finalmente acordaron permitirle venir a Nueva York y experimentar la vida social disponible en la ciudad.
"No te apresures a salir del tren", dijo su madre, Lilliana Collins, con severidad mientras ponía un mechón de cabello rebelde detrás de su oreja. "Todo el mundo tendrá prisa, y podrías perderte en la confusión. Nos bajaremos después de que la mayoría de los ocupantes hayan salido".
Brianne frunció la nariz en señal de disgusto, pero permaneció sentada, a pesar de que estaba ansiosa por salir y moverse. Daba por hecho que su madre le arruinaría toda la diversión. Su hermano, William, se paró y miró por la ventana. "Hay mucha gente ahí fuera. No me gusta”, dijo pasándose una mano por su cabello oscuro. Sus ojos azules, del mismo tono que los de su madre, tenían una chispa de inquietud en ellos.
"No te gusta nada aparte de Lilimar". Su renombrada casa, herencia de su madre, era una de las pocas plantaciones que quedaban en funcionamiento en Carolina del Sur. Lilimar era una combinación del nombre de su madre, Lilliana Marsden, antes de que se casara con el padre de Brianne, Randall Collins. "Por favor, abstente de enumerar la virtudes del campo. Estamos en Nueva York, y tengo la intención de disfrutarlo". Brianne le mostró a William una sonrisa optimista. "Anímate querido hermano. Una vez que papá se nos una, podrás volver a Lilimar y respirar tranquilo".
William hubiese preferido quedarse en la plantación y ayudar con el manejo de la finca. Si no se hubiera necesitado a su padre en Carolina del Sur, William se habría quedado en casa. El otro negocio familiar era el de los barcos. Se había fusionado con la naviera Marsden hace años, pero su padre seguía siendo el jefe de la compañía. También era propiedad a medias de su tío Liam Marsden, el vizconde Torrington.
Un porcentaje de la compañía naviera era parte de la dote de Brianne. Lilimar era la herencia de William, y un día él sería el dueño absoluto. Brianne sospechaba que su madre le firmaría la escritura pronto. Dedicaba más tiempo que nadie a la plantación. "Me gusta pasar tiempo contigo y con mi madre", dijo William en tono petulante.
"Estoy segura de que así es, querido", le dijo Lilliana.
Su padre había ordenado a William que las acompañara en el viaje a Nueva York. A Randall Collins no le gustaba la idea de que su esposa e hija viajaran a los peligros de la ciudad sin una compañía masculina. "No debería alabarlo, madre", dijo Brianne poniendo los ojos en blanco. "Le alienta a actuar como un niño petulante".
William la miró fijamente. "En este vagón de tren la única que actúa como una niña eres tú. No entiendo por qué te has empeñado en pasar una temporada en Nueva York ¿Acaso no pudiste encontrar a alguien que se casara contigo en Carolina del Sur?".
Su hermano no la entendía. Se trataba de algo más que de solo encontrar el hombre adecuado con el que pasaría el resto de sus días. Se sentía tan… inquieta. Brianne quería algo más.-. Había estado en Inglaterra varias veces visitando a su familia, pero sentía que había sido muy sobreprotegida. Un hombre no era lo que necesitaba. Solo había sido una excusa para obtener el permiso de sus padres para viajar a Nueva York. Se presentaría en sociedad y conocería a nuevas personas. Anhelaba emoción y encontrar un propósito. Brianne esperaba hallar ambas cosas en la ciudad, y si no lo hacía, bueno entonces, podría viajar a otro lugar. "Lo que necesito no está en Carolina del Sur", respondió.
"¿Y crees que lo encontrarás aquí?", dijo William sacudiendo la cabeza, con una expresión exasperada en su rostro. "De alguna manera, dudo que ese sea tu único propósito. ¿Qué estás tramando?".
"Ya basta", ordenó Lilliana Collins. "Recojan sus pertenencias; es hora de salir del tren". Se puso de pie y agarró su bolso de mano. No dijo ni una palabra más mientras se dirigía a la puerta.
William y Brianne se miraron el uno al otro durante unos segundos y luego la siguieron. Todavía había mucha gente deambulando por la estación de tren, pero el ajetreo por salir había cesado tal como su madre había predicho. Brianne estaba fascinada por el esplendor de Penn Station. Se había fijado antes en el mármol rosa, pero ahora se deleitaba en observar las amplias escaleras y las majestuosas columnas. No había nada parecido a esto en Charleston. Tenían algunos edificios elegantes, y para ser sinceros la plantación era un lugar muy hermoso. Lilimar era una casa que representaba su época con enormes pilares, un majestuoso balcón y grandes ventanas. Incluso tenía exuberantes jardines y paisajes que aumentaban su atractivo. Lilimar era su hogar, pero Brianne estaba ansiosa por escapar de él.
Había crecido entre mimos y privilegios, consciente de quién era y de su lugar en el mundo. Penn Station le hizo sentir ese lujo y se sintió renovada. Su vida se abría a muchas posibilidades y tendría la oportunidad de ir a lugares en los que nunca había estado. Estaba tan entretenida observando el lugar que se desplazó por la estación, sin prestar atención a dónde se dirigía. Brianne se tropezó con alguien que casi derriba al suelo. "Mis disculpas…" Casi había derribado a una dama de cabello oscuro y serenos ojos azules, quién pese a la claridad de su mirada tenía una expresión severa en su rostro. Si Brianne tuviese que adivinar, seguramente era unos años mayor que ella.
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