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Seduciendo A Una Princesa Americana. Dawn BrowerЧитать онлайн книгу.

Seduciendo A Una Princesa Americana - Dawn Brower


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Hay damas que lo usan regularmente, y queremos garantizar su seguridad".

      Qué idea tan original… Ninguno de los parques de Londres estaba cerrado de esta manera. Intentaban mantener a los individuos indeseables fuera del parque y que solo la gente de clase alta pudiera su usarlo. ¿Qué posibilidades había de que alguien de la clase baja se aventurara a venir a esta parte de Manhattan? Parecía que la clase rica pululaba por esta zona. No había notado a nadie más. Ni siquiera un miembro de la clase trabajadora… ¿Tendrían una regla que no les permitía salir en público o algo así?

      "Gracias", dijo Julian lo más educadamente posible. Había crecido con privilegios, pero nunca antes se los habían restregado en la cara de esta manera, o quizás no lo había percibido antes. "¿Puede indicarme dónde está mi habitación?"."Suba las escaleras y gire a la derecha. La habitación está al final del lado izquierdo".

      "Mis baúles serán enviados desde la Estación Penn. Por favor, tráigalos a mi habitación cuando lleguen". Había contratado a alguien para que se ocupara de su equipaje cuando llegara. El único equipaje que tenía ahora era una pequeña maleta. Sosteniendo las llaves en una mano y su maleta en la otra, se dirigió en la dirección que el dependiente le indicó. No tardó mucho en llegar a su habitación. Deslizó la llave en la cerradura y la giró. Una vez que la cerradura se abrió, empujó la puerta y entró.

      Era una habitación lujosa. Cerca de la ventana había una silla y una mesa a juego. Había una chimenea frente a un pequeño sofá, y una mesa había sido colocada cerca de ella. En una habitación separada y más pequeña, había una cama de felpa con un cobertor granate bordeado de oro. Había otra pequeña mesa al lado de la cama. La luz iluminaba el área del dormitorio de dos puertas al estilo francés que daban a un balcón.

      No era tan grande como sus habitaciones en Londres, pero serviría. El hotel hizo un excelente trabajo al condensar los gustos más finos de los ricos. Todo debía encajar y eso dejó un sabor amargo en su boca. Julián puso su maleta en la cama y se acercó al lavabo situado en el lado opuesto de la habitación. Había agua en la jarra. Echó un poco en el cuenco correspondiente, se salpicó la cara y se secó con una toalla. Esto lo refrescó y le quitó algo de la mugre del viaje. Tal vez él daría un paseo por este Gramercy Park…

      Se guardó las llaves en el bolsillo y salió de su habitación, súbitamente inquieto. Podría caminar por la zona y tal vez encontrar un club de caballeros. Le vendría bien un trago o varios. A esta hora, le sería difícil conciliar el sueño. Julian salió del hotel silbando mientras se dirigía a la calle. El parque estaba bastante cerca, pero no quería explorarlo por el momento.

      "Julian", gritó un hombre.

      Detuvo su marcha. Nadie debería saber que había llegado o que estaba en Nueva York. Lentamente, se volvió hacia dónde provenía la voz y sintió un gran alivio. Por supuesto que William Collins lo buscaría. Lo había visto hablando con Brianne en la Estación Penn. Sonrió y saludó al otro hombre. "¿Te quedas por aquí?" No sabía qué más decirle.

      William asintió. "Sí, padre compró una casa a la vuelta de la esquina. Es el lugar de moda en Manhattan. Le gustaba la idea de un parque cerrado para que mamá y Brianne pudieran dar un paseo".

      Eso sería un beneficio extra para Gramercy Park. Si su hermana o su madre estuvieran aquí, se sentiría mejor sabiendo que estarían a salvo en un parque exclusivo. "Me hospedo en el Hotel Irving", Julian señaló el lugar que había dejado. "¿Cuánto tiempo estarás en la ciudad? ¿No es un tiempo muy atareado en la plantación?" No sabía casi nada sobre el trabajo que se requería hacer en Lilimar. Parecía una pregunta razonable.

      "Preferiría no estar aquí en absoluto", respondió William mirándolo fijamente. "Pero alguien tenía que acompañar a mi madre y a mi hermana. Mi padre estará aquí en un par de semanas, y luego volveré a casa. Siempre hay algo que hacer en Lilimar", dijo William inclinando la cabeza hacia un lado. "¿Qué te trae por aquí? ¿Aburrido de Inglaterra?".

      En cierto modo, era así y esto le dio la excusa perfecta para explorar lo que Estados Unidos tenía para ofrecerle. "He estado viajando por muchos lugares. Mi padre pensó que sería bueno para mí ver cómo funcionaban las cosas en este país", dijo Julian encogiéndose de hombros. "Aunque dudo que la experiencia me aporte algo de madurez a mi carácter". Su padre no sabía nada sobre su trabajo como espía, y Julian pretendía seguir ocultándoselo. Actuar como una especie de pícaro encajaba perfectamente en la imagen que quería mostrar al mundo. "¿Por casualidad conoces un buen club de caballeros por aquí?".

      "El Club de Jugadores está a la vuelta de la esquina en el 16 de Gramercy South", respondió William. "Es un club sólo para miembros".

      Julián entrecerró su mirada y preguntó: "¿Significa eso que no puedo entrar?" Parecía exactamente el lugar al que necesitaba entrar. Seguramente la élite de Nueva York se concentraría en un lugar como ese.

      William sonrió. "No exactamente". Hizo un gesto hacia el sendero que llevaría hacia el club. "Resulta que soy un miembro. Sígueme y te nominaré para que seas admitido. Aunque, debo advertirte, hay que pagar una suma bastante alta para ingresar, pero vale la pena si quieres algo de privacidad. Estaré en Nueva York más de lo que me gustaría, y unirme al club era necesario para mí", dijo William suspirando. "Iba hacia allá ahora mismo. Mi hermana colma mi paciencia. Tenía que escaparme por un rato".

      Eso parecía una oportunidad para hablar sobre las tendencias de Brianne. En su lugar, tomó un enfoque ligeramente diferente. "Entiendo. Mi propia hermana se pone difícil a veces". Se metió las manos en los bolsillos mientras caminaban. "Tuve un pequeño encuentro con la tuya en la Estación Penn. No quiso a aceptar mi ayuda".

      William puso los ojos en blanco y dijo en un tono de reproche: "Cree que lo sabe todo y no atiende a razones. Si tuviera los pies puestos en la tierra no se habría separado de nosotros al salir del tren. Tuvo suerte de que la encontráramos rápido".

      No la encontraron lo suficientemente rápido, pues ella tuvo el tiempo suficiente para encontrarse con Alice Paul… Él hablaría sobre esto con William más adelante. Por ahora, entraría en su club y lo exploraría. "Háblame del Club de Jugadores", le animó Julian.

      "Fue fundado en 1888 por Edwin Booth," comenzó William. "Quería usar el club como una forma de limpiar el manchado apellido de su familia. Su hermano menor era John Wilkes Booth".

      "Ah", respondió Julian. "El asesinato de un presidente haría que cualquier apellido fuera indeseable…". "No me hubiese gustado estar en sus zapatos. Si tuviera un hermano, y él hubiera hecho algo tan estúpido, y no hubiera sido localizado y abatido por los soldados de la Unión, creo que yo mismo le hubiese disparado".

      "Por suerte no tendrás que averiguarlo. Nadie puede ser de nuevo tan estúpido”, dijo Julian riéndose con ligereza. Él nunca intentaría asesinar a una multitud, pero podía comprender por qué alguien molesto con la persona a cargo podría ser tan tonto como para al menos intentarlo. "Aunque tu hermana podría ser la ruina de tu existencia".

      "Demasiado cierto", William estuvo de acuerdo. "La quiero, pero a veces actúa como una arpía".

      Doblaron la esquina y se dirigieron al Club de Jugadores. William abrió la puerta y le hizo un gesto para que entrara. La sala principal tenía una gran chimenea de mármol con un sofá de color burdeos como punto focal frente a ella. Dos sillas a juego la flanqueaban. Una escalera cercana estaba adornada con una alfombra roja de felpa. Lo que Julián presumía era un comedor estaba a la izquierda, más allá de la escalera. Una larga mesa con al menos veinte sillas. Varias piezas de arte colgaban de las paredes. "Este es un lugar muy lujoso…", dijo Julian y luego señaló un cuadro. "¿No es ese un…?" Señaló una pintura de brillantes flores rosadas y blancas en un jarrón blanco. Podría haber sido un Van Gogh o un Monet, pero no estaba seguro.

      William se encogió de hombros. "No sé mucho de arte. Aunque Mark Twain solía ser un visitante habitual aquí. Creo que uno de sus manuscritos originales está en exhibición. No he tenido la oportunidad de ver muchos de los artículos que exhiben aquí".

      Interesante… "¿Este es un club para artistas?".

      "En gran parte", confirmó William. "Hay otros que


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