Casi Perdida. Блейк ПирсЧитать онлайн книгу.
madre, y Cassie esperó ansiosamente, observando a Madison para ver si el recuerdo la entristecía o si era una señal de que quería hablar del divorcio. Para su alivio, la niña parecía tranquila.
–Claro que sí. Es una linda idea.
Cassie agregó una bolsa a su canasto.
–Mira, ¡ahí tienen dulce de chocolate!
Madison señalaba con entusiasmo y Cassie supuso que el momento había pasado. Pero al haber mencionado a su madre una vez había roto el hielo, y quizás quisiera hablar de eso más tarde. Cassie se recordó estar atenta a cualquier señal. No quería dejar pasar la oportunidad de ayudar a los niños en ese momento difícil.
Las bolsas estaban en el mostrador que estaba cerca de la caja, junto con otros dulces. Había manzanas acarameladas, dulce de chocolate, caramelos de menta, bolsitas de delicias turcas e incluso bastones en miniatura.
–Dylan y Madison, ¿qué les gustaría? —les preguntó.
–Una manzana acaramelada, por favor. Y dulce de chocolate y uno de esos bastones —dijo Madison.
–Una manzana acaramelada, dos bastones, dulce de chocolate y delicias turcas —agregó Dylan.
–Creo que quizás dos dulces para cada uno es suficiente o les arruinará el almuerzo —dijo Cassie, recordando que en esta familia no se alentaba el exceso de dulces.
Tomó dos manzanas acarameladas y dos paquetes de dulce de chocolate del exhibidor.
–¿Crees que tu padre quiera algo?
Sintió una ráfaga de calor al hablar de Ryan.
–Le gustan los frutos secos —dijo Madison, y señaló unos anacardos asados en exhibición—. Esos son sus favoritos.
Cassie agregó una bolsa al canasto y se dirigió a la caja registradora.
–Buenas tardes —saludó a la vendedora, una joven rubia y regordeta con una etiqueta que decía “Tina”, quien le sonrió y saludó a Madison por el nombre.
–Hola, Madison. ¿Cómo está tu papá? ¿Ya salió del hospital?
Cassie miró con preocupación a Madison. ¿Se trataba de algo que no le habían contado? Pero Madison estaba confundida y con el ceño fruncido.
–No estuvo internado.
–Ah, lo siento, debe haber sido un malentendido. La última vez que estuvo aquí dijo…—empezó a explicar Tina.
Madison la interrumpió, mirando a la cajera con curiosidad mientras registraba las compras.
–Estás gorda.
Horrorizada por la falta de tacto del comentario, Cassie sintió que se ruborizaba tanto como Tina.
–Lo siento mucho —tartamudeó como disculpa.
–Está bien.
Cassie vio que Tina parecía abatida por el comentario. ¿Qué le había sucedido a Madison? ¿Es que no le habían enseñado a no decir esas cosas? ¿Era demasiado pequeña para darse cuenta de lo dolorosas que eran sus palabras?
Al ver que con más disculpas no rescatarían la situación, tomó su cambio y salió de la tienda a empujones con la niña, antes de que pudiera pensar en otra cosa personal y ofensiva para decir.
–No es amable decir cosas así —le explicó cuando nadie podía escucharlas.
–¿Por qué? —Preguntó Madison— Es la verdad. Está mucho más gorda que cuando la vi en las vacaciones de agosto.
–Siempre es mejor no decir nada cuando notas algo así, sobre todo si hay otras personas escuchando. Podría tener un…un problema glandular o estar tomando medicación que la haga engordar, como la cortisona. O podría estar embarazada y no querer que nadie lo sepa aún.
Echó un vistazo a su izquierda, en donde estaba Dylan, para ver si él estaba escuchando, pero estaba hurgando en sus bolsillos y parecía preocupado.
Madison frunció el ceño mientras pensaba.
–Está bien —dijo—. Lo recordaré la próxima vez.
Cassie soltó un suspiro de alivio al ver que había entendido su razonamiento.
–¿Quieres una manzana acaramelada?
Cassie le alcanzó a Madison su manzana acaramelada, quien la puso en el bolsillo, y le extendió la otra a Dylan. Pero cuando se la ofreció, él la rechazó haciendo un gesto con la mano.
Cassie lo observó incrédula y vio que desenvolvía uno de los bastones de la tienda que acababan de visitar.
–Dylan… —empezó.
–Ay no, yo quería uno de esos —se quejó Madison.
–Te conseguí uno.
Dylan buscó en el bolsillo más profundo de su saco y, para el horror de Cassie, sacó varios más.
–Aquí tienes—dijo él, y le dio uno.
–¡Dylan!
De pronto, Cassie se sintió sin aliento, y su voz era aguda y nerviosa. Tenía la mente acelerada, mientras se esforzaba por entender lo que acababa de ocurrir. ¿Había malinterpretado la situación?
No. No había manera de que Dylan hubiese comprado los dulces. Luego del comentario bochornoso de Madison, los había sacado a empujones de la tienda. No había habido tiempo para que Dylan pagara, y además la vendedora no era muy hábil manejando la anticuada caja registradora.
–¿Sí? —le preguntó él inquisitivamente, y Cassie sintió un escalofrío al ver que no había rastro de emoción en sus pálidos ojos azules.
–Creo…creo que quizás te hayas olvidado de pagar eso.
–No pagué —dijo con indiferencia.
Cassie se lo quedó mirando, conmocionada y sin palabras.
Dylan acababa de admitir fríamente que había robado mercadería.
Nunca se hubiese imaginado que el hijo de Ryan hiciera algo así. Esto superaba el alcance de su experiencia y no sabía cómo debía reaccionar. Estaba conmovida porque su impresión de una familia perfecta, en la que había creído, estaba muy lejos de la realidad. ¿Cómo podía haber estado tan equivocada?
El hijo de Ryan acababa de cometer un delito. Peor aún, no demostraba nada de remordimiento, ni vergüenza, ni siquiera una señal de que entendía la dimensión de sus acciones. Él la observaba con calma, aparentemente despreocupado por lo que había hecho.
CAPÍTULO SEIS
Mientras Cassie estaba paralizada por la sorpresa y sin saber cómo manejar el robo de Dylan, se dio cuenta de que Madison ya se había decidido.
–No voy a comer un dulce robado —anunció la niña—. Te lo devuelvo.
Le extendió el bastón a Dylan.
–¿Por qué me lo devuelves? Lo tomé para ti porque querías un bastón y en la primera tienda no había, y luego Cassie fue muy tacaña y no te quiso comprar uno.
Dylan hablaba en tono ofendido, como si esperara que le agradecieran por salvarlas de un apuro.
–Sí, pero no quiero uno robado.
Madison se lo devolvió y se cruzó de brazos.
–Si no lo quieres, no te lo volveré a ofrecer.
–Dije que no.
Con el mentón hacia afuera, Madison se alejó.
–Estás conmigo o estás en mi contra. Tú sabes lo que siempre dice mamá —le gritó Dylan.
Cassie sintió preocupación ante la mención de la madre y detectó más que un indicio de amenaza en su tono de voz.
–Bueno, ya es suficiente.
Se apresuró unos pasos y tomó a Madison del brazo, volviendo hacia atrás para que todos estuviesen enfrentados en