El Protector. Hilton AureliaЧитать онлайн книгу.
Una caliente y tórrida novela corta de Aurelia Hilton Libro 27
Por Aurelia Hilton
Traducido por Roberto Rojas
Edtorial Tektime
Tabla de Contenidos
Capítulo Dos: El Camino a Casa
Capítulo Seis: Una Noche de Diversión
Capítulo Siete: La Mañana Siguiente
Capítulo Ocho: Su Última Noche
© 2019 Aurelia Hilton
Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación de la autora o se usan de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, empresas, compañías, eventos o locales es pura coincidencia.
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Capítulo Uno: La Cafetería
Ava
Una ráfaga de aire cálido envolvió mi cuerpo cuando abrí la puerta de cristal hacia la cafetería. El maravilloso olor a café y varios productos horneados atacó mis sentidos y me detuve por un momento dejándolo sumergirse.
“¡Ava! ¡Por acá!” Volteé para ver a Emily saludándome desde una pequeña mesa al fondo de la tiendita. Sonreí suavemente, moviendo mi largo cabello castaño y ondulado sobre mi hombro mientras caminaba hacia ella, pasando por las mesas de café tipo hípster.
“Hola, Emily” saludé aun sonriendo; Me deslicé en la silla frente a ella oliendo su latte desde el otro lado de la mesa. Café, mi única debilidad. Me decía a mí misma mientras contemplaba lo que ordenaría. Tenía una larga historia de tomar demasiado café, pero con mi reciente oferta de trabajo para el Ballet de Nueva York, decidí intentar dejarlo. Tomar demasiado café me hace más difícil permanecer en el cuerpo de baile principal. Bien, que sea té entonces. Decidí antes de ponerme de pie.
“Voy por un poco de té” murmuré mientras me levantaba y me dirigía al mostrador. Cuando me acerqué a la barista, ella no levantó la vista de la registradora.
“¿Qué le sirvo?”, Preguntó con clara molestia.
“Sólo tomaré un té chai sencillo y un bagel de trigo integral, por favor”. Sonreí después de hacerle mi pedido; ella asintió y marcó algunos números antes de tomar mi tarjeta e imprimir el recibo.
“Saldrá pronto”, afirmó mientras me entregaba el recibo, asentí y volví a mi asiento.
“¡Uf! No mires ahora a Ava, pero me temo que tenemos un bombón nivel diez con uniforme directamente detrás de ti”. Me reí entre dientes ante la horrible descripción de Emily antes de voltear a ver al supuesto “Bombón nivel diez”. Aunque exagerada, Emily no estaba equivocada. El hombre estaba de pie en el mostrador con un uniforme del Departamento de Policía de Nueva York, de manga corta a pesar de las bajas temperaturas afuera. Su cabello era oscuro y recortado cerca de su cabeza. Pude ver tatuajes de buen gusto mirando justo debajo de las mangas de su camisa, que claramente se tensaron contra sus bíceps. Bajé la mirada y tragué torpemente al ver su hermoso trasero esculpido. Años de duro entrenamiento y supongo que militar, habían convertido a éste hombre en un hermoso espécimen. Volteó y nuestros ojos se encontraron, me giré rápidamente en mi silla para mirar a Emily, con las mejillas ardiendo.
“¡Oh, él te atrapó totalmente! Cielos, espera un segundo mientras robo rápidamente un ponquecito muy para que así él pueda arrestarme”. Emily me guiñó, entonces puse los ojos en blanco y tomé un sorbo de mi té.
“Sabes que es de mala educación mirar fijamente”. Una voz profunda y retumbante vino burlonamente detrás de mí. Volteé lentamente y el sonrojo en mi rostro se intensificó cuando me encontré cara a cara con la parte delantera del hombre uniformado que había admirado tan descaradamente antes. Ahora frente a frente, pude ver que la parte delantera de su cabello estaba ligeramente despeinada; Tenía una sombra de las cinco en punto que era claramente el resultado de largas noches capturando criminales. Sus ojos grises de acero me miraron fijamente, podía imaginar esos ojos mirando a un hombre malvado y asustándolo. Para mí, simplemente me hicieron desearlo más. Me congelé por un momento, sin saber qué decir.
“Oh, oh, lo siento...” Bajé tímidamente la vista mientras él miraba expectante.
“David. Me llamo David y ustedes, señoritas, será mejor que sean cuidadosas al hablar de robar. Los otros oficiales del Departamento de Policía de Nueva York no son tan indulgentes como yo”. Me guiñó un ojo y sentí que me encogía. Con esa declaración final, se dio la vuelta y se alejó. Emily y yo lo vimos irse con miradas de asombro en nuestros rostros.
“¡Oh Dios mío, Ava! ¡Estaba muy interesado en ti!” Expresó Emily, fruncí el ceño con incredulidad y sacudí mi cabeza.
“No... no, Emily, no lo estaba. Estábamos actuando súper raras”. Agité mi mano para descartar su emoción.
“Mm... está bien, Ava lo que tú digas. Todo lo que digo es que, con un poco de suerte, nos encontraremos nuevamente con “David””. Le respondí poniendo los ojos en blanco.
No me malinterpreten, el tipo era ciertamente atractivo y me encantaría volver a verlo, pero no tengo tiempo para una relación en éste momento. El Ballet de la Ciudad de Nueva York es una compañía muy exigente que Emily debería conocer muy bien.
“Oh, ¿Podrías mirar la hora? Tenemos que ir a ensayar ", le dije mientras miraba mi reloj. Emily asintió y entonces reunimos nuestras cosas para irnos.
David
Suspiré mientras tomaba mi café. Otra cafetería independiente con otro barista de café poco entusiasta, pensé. Mientras esperaba que el barista terminara mi café, no pude evitar escuchar el final de algunos chismes claros sobre el único policía en toda la tienda, yo. Curioso por escuchar más, volteé sobre mi hombro sólo para hacer contacto visual con un ángel. Me congelé en seco y perdí el aliento ante la mirada en sus ojos. Tan pronto como la vi, ella se dio la vuelta con clara vergüenza. Su increíblemente largo cabello castaño oscuro le siguió en una respuesta tardía. Dios, era ella hermosa. Simplemente sentada en una silla en esta cafetería deprimente, aun podía decir que había algo diferente en ella. La forma en que parecía sostenerse era diferente de una persona promedio. Tenía una especie de elegancia y gracia que parecía emanar de ella. Me sentí como un Hulk al acecho sólo por estar en su mera presencia. Al notar su vergüenza, decidí divertirme un poco, tratar de atravesar ese elegante exterior lo mejor que pudiera.
“Sabes que es de mala educación mirar fijamente”, dije, y agregué un gruñido falso para tratar de molestarlas un poco. Volteó rápidamente, claramente sorprendida y boquiabierta por un momento mientras buscaba una respuesta adecuada. Tartamudeó rápidamente y