Nieve De Colores. Juan Moisés De La SernaЧитать онлайн книгу.
y cubría.
Eché en falta sillas o mesas donde comer, y se lo comenté y ella me dijo,
–Me sorprende que digas que el piso es pequeño, este es de los más grandes de mi edificio, y además es sólo para mí, normalmente, en un piso como éste, y aún más chicos, conviven una familia de cinco o seis miembros.
»No creo que te puedas quejar, y con respecto a las sillas y mesas para comer, normalmente, lo hago en cerca del trabajo, y la cena la hago delante del televisor, pues no necesito más para ello.
Quizás era una respuesta muy simple pues más parecía un piso de estudiante que no en el que estuviese alguien todo el año, pero como ella decía, tenía todo lo necesario para vivir y de eso se trataba.
En una encimera sobre la televisión tenía un par de figuritas, y un trozo de madera tallado con forma de oso, era bastante rudimentario, pero me llamó la atención y la pregunté sobre lo que significaba.
–Es uno de los pocos recuerdos que tengo de mi casa, soy de una región próxima, del campo y para mí es muy especial por quien me lo hizo con sus propias manos.
»Además, me recuerda mis orígenes humildes y la suerte que he tenido de tener la vida que conoces, pues muchos quedarán allá en mi pueblo sin más futuro que el sobrevivir con las ayudas del gobierno.
En ella estaba descubriendo un sentimiento de ambivalencia, por una parte, se sentía unida a sus raíces, pero a la vez se sentía orgullosa de haber salido de allí y haberse labrado su propio futuro, pero a la vez se sentía triste por los que no lo pudieron hacer.
Notaba cuando hablaba de su gobierno, que por una parte parecía estar muy agradecida, sobre todo por las oportunidades que a ella se le habían brindado que mientras que por otra tenía un fuerte sentimiento de crítica por la situación económica de los trabajadores y gentes del campo.
Personalmente creo que en ningún país se le da el justo reconocimiento que tiene al sector primario, ya que la agricultura es el sustento y la base de cualquier economía, un sector que empleaba a gran parte de la población rural hasta que llegó la mecanización, así lo que antes hacía una veintena de braceros, ahora uno de ellos con una máquina hace el mismo trabajo en la mitad de tiempo, y con ello llegó el paro en los pueblos.
Esto ha creado grandes problemas sociales en algunas localidades, pues algunos gobiernos no han sabido qué hacer con esta población que tenía difícil dedicarse a otra actividad distinta a la que conocía y practicaba desde hace generaciones.
Así hay países que han resuelto estas dificultades subvencionando a los antiguos agricultores para que permanezcan en sus casas recibiendo alguna ayuda, asumiendo la dificultad de su reconversión.
Pensando en ello, la pregunté si podía utilizar el baño a lo que dijo que sí. Ella estuvo preparando algo de cena mientras me daba una ducha, para quedarme relajado antes de dormir.
Aunque al principio me había insistido a que permaneciese despierto para que me costase menos regular el sueño y acostumbrarme al nuevo horario, tenía demasiadas turbulencias y horas de asiento de avión en el cuerpo para pasar otras tantas horas más despierto.
Además, ¿qué podría hacer ahora?, si era de noche y todo estaba cerrado, quizás ver la televisión, pero si no entendí al idioma, ¿de qué me serviría hacerlo?
Muchas dudas para tan tarde, pues tras estar cenando con ella viendo la televisión, aún sin entender nada, la dije,
–Bueno, quisiera ahora terminar el día, dime ¿cuál es mi habitación?, por favor.
–Pues lo que has visto es todo lo que hay, siéntete como en tu casa, pero no hay más habitación que la mía.
–Entonces dormiré en el sillón, ¿te parece?
–¿Cómo tú elijas? ―me dijo con una sonrisa.
No sé si es que ella no sabía cómo decírmelo, pero esa sonrisa me había parecido de satisfacción por su parte, como si ya tuviese preparada la respuesta.
Aquella noche se me hizo muy corta, pues a las tres ya estaba despierto como si fuese medio día y no podía dormirme.
A pesar de lo cual procuré estar quieto para no despertar a mi anfitriona, pero no pude hacerlo por mucho tiempo pues me levanté y me fui al servicio a esperar pasar el tiempo a ver si con el aburrimiento me llegaba el sueño.
Tras ello me dirigí a la cocina para tomar algo frío que calmase mis nervios, encontré un poco de leche y me lo tomé, pero no parecía que me hiciese efecto.
Me dirigí hacia una ventana para mirar las estrellas, y al menos aprovechar el tiempo admirándolas, pero el cielo estaba gris y lleno de nubes que apenas dejaban ver un poco más allá del edificio.
No quería resignarme a quedarme quieto así que empecé a rebuscar entre mis cosas, sacando objeto por objeto de mi maleta, sin ningún interés más que el de hacer tiempo hasta que madrugase.
De repente encontré esa foto que me había enviado mi amiga, la cual había imprimido y apuntado por detrás de la misma la región a la que me dirigía. No sé si es que hice ruido porque se levantó mi anfitriona y me dijo,
–¿Qué pasa que no paras quieto?, ¿por qué no se duerme?
–Disculpa, pero es que estoy desvelado por el cambio de hora.
–Pues tome algo para dormir ―dijo señalándome la nevera.
–Ya he tomado leche, gracias.
–Si prefiere vodka en ese cajón de ahí hay una botella.
–No, gracias, no se moleste, y disculpe si la he despertado.
–Bueno, ahora que he perdido el sueño dígame, ¿de qué va todo esto?, pues lo que me ha dicho me parece demasiado increíble.
–Miré, esta es la foto de la que la hablé, es la única pista que tengo de la mujer a la que busco de la cual llevo sin saber de ella años, y creo que me lo ha enviado porque necesita ayuda.
–¿Y por qué no acudió a las autoridades?
–Eso no lo sé, lo primero que quiero es confirmar que ha entrado en el país, y que no sigue en la Antártida como afirma su director de tesis.
–¿Por qué le iba a mentir ese señor?, ¿qué gana con ello?
–Quizás ni siquiera él sepa donde se encuentra, si la embajada me confirma que ha entrado al país el siguiente paso es buscarla en el lugar que indica en el reverso de la foto.
Ella le dio la vuelta y preguntó sorprendida,
–Pero ¿sabe cuántos kilómetros tiene esta región?, es una gran llanura inhóspita que cubre la tercera parte de Siberia, sería muy difícil dar con ella y menos con las condiciones climáticas en que estamos, vuelva en verano, cuando haga menos frío y las nieves se hayan descongelado.
–Para entonces puede que esté muerta ―la dije mirándola directamente a los ojos.
–Debía de quererla usted mucho para venir hasta aquí tan rápidamente ―devolviéndome la mirada.
Bajé los ojos, para no confirmarla lo que la había querido y la seguía queriendo a pesar del tiempo, y de mis posteriores relaciones.
Me sorprendía de mis sentimientos, a medida que me acercaba al lugar desde donde podría encontrarme con ella, más y más nervioso me ponía.
Al principio lo había achacado al viaje, es cierto que, a pesar de gustarme mucho volar, para conocer nuevos lugares, a veces, sobre todo los viajes a largas distancias se me hacen pesados e incluso incómodos, habiendo sufrido en algún momento contratiempos como sudores o mucho frío, pero todos achacables a la temperatura con que mantienen adormilados a los pasajeros.
Quizás era demasiado prematuro confesarle esos sentimientos a mi anfitriona, aunque no lo tenía demasiado claro, no sé si se trataba simplemente de un viejo amor con el que, por supuesto siempre queda un cariño, o algo más, pero primero y ante todo tenía que localizarla, y luego el tiempo diría.
La