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El Asesor Vidente. Juan Moisés De La SernaЧитать онлайн книгу.

El Asesor Vidente - Juan Moisés De La Serna


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fue uno de esos sueños buscados, en el que me habían dado toda la información posible sobre el caso, números de teléfono, nombres, e incluso el seguimiento que habían realizado al círculo más cercano para ver si alguno estaba implicado.

      A pesar de ello, yo no conseguía captar nada, y era la primera vez que me sucedía y así pasó una semana, y a diario me acercaba a la comisaría para informar de mi falta de conexión, y ellos me decían si había o no alguna novedad, tras lo cual me pasaba horas repasando aquella documentación en busca de esa conexión con la víctima, pero nada, pasaban los días y no tenía nada, así que un día me acerqué a la comisaría y con tono firme dije al comisario.

      ―No hay tal secuestro.

      ―¿Qué dice?

      ―Sí, no he visto nada, no veo a la víctima, y es la primera vez que me pasa, no creo que esté secuestrada.

      ―Pero ¿de qué habla?, ¿ha perdido la cabeza?

      ―No, estoy muy seguro de lo que digo, si se hubiese producido el secuestro hubiese captado algo, una conexión.

      ―Usted y sus cosas…, ¿seguro que le sigue funcionando eso que dice tener?

      Yo me quedé un momento pensando, dudando si podía haber algo mal en mí que me impidiese seguir usando mis poderes, pero no recordaba que hubiese hecho nada diferente a lo que solía hacer, ni una comida extraña ni nada, y tampoco había tenido algún síntoma que me dijese que pudiese estar enfermo y que eso justificase que no tuviese esa conexión, así que después de pensarlo afirmé:

      ―No soy yo, es la víctima, ella no se comunica, por lo que no creo que sea un secuestro.

      Aquel día fue uno de tantos que me echó el jefe de la policía de la comisaría con sus palabras salidas de tono, pareciendo olvidar todas las veces que había colaborado y que había sido de utilidad mi información, pero ahora pareciera que se molestaba porque no pudiese resolver un único caso.

      Bueno, yo con la conciencia muy tranquila me dirigí a mi casa y allí estuve unos días hasta que el jefe de policía llamó a la puerta.

      Aquello me extrañó pues normalmente me llamaba a la comisaría cuando quería decirme algo, pero bueno, allí estaba, y yo sin saber el motivo de su visita.

      ―Buenos días jefe, ¿quiere entrar?

      ―No, es una visita rápida, usted tenía razón.

      ―¿Sobre qué? ―pregunté sin saber a qué se refería

      ―La chica, la adolescente que la habían secuestrado, esa que no se comunicaba con usted había fingido su secuestro, bueno, nunca existió un secuestro, se fue con su novio a Las Vegas y cuando se le acabó el dinero entre los dos idearon decir que estaba secuestrada para que los padres mandasen dinero con el que seguir jugando. Y no, no me diga que ya me lo dijo.

      ―En absoluto, me alegra que el caso se hubiese resuelto.

      ―Sí, claro ―dijo mientras se retiraba de la puerta despidiéndose con un gesto de la mano.

      Desconozco el número de ocasiones en que tuvo que darme la razón y reconocer que mis capacidades estaban bien, pero aquella fue la primera, y por eso no se me olvidará.

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