Obras de Howard Phillips Lovecraft. Howard Phillips LovecraftЧитать онлайн книгу.
a la esposa loca y cambió de tema. "¿Nabby? Está aquí, desde luego...", fue la sorprendida respuesta del pobre Nahum, y Ammi no tardó en darse cuenta de que tendría que investigar por sí mismo. Dejando al inofensivo granjero en su catre, cogió las llaves que estaban colgadas detrás de la puerta y subió los chirriantes escalones que conducían al ático. La parte alta de la casa estaba completamente silenciosa y no se oía el menor ruido en ninguna dirección. De las cuatro puertas a la vista, sólo una estaba cerrada, y en ella probó Ammi varias llaves del manojo que había cogido. A la tercera tentativa la cerradura giró, y Ammi empujó la puerta pintada de blanco.
El interior de la habitación estaba completamente a oscuras, ya que la ventana era muy pequeña y estaba medio tapada por las rejas de hierro; y Ammi no pudo ver absolutamente nada. El aire estaba muy viciado, y antes de seguir adelante tuvo que entrar en otra habitación y llenarse los pulmones de aire respirable. Cuando volvió a entrar vio algo oscuro en un rincón, y al acercarse no pudo evitar un grito de espanto. Mientras gritaba creyó que una nube momentánea había tapado la escasa claridad que penetraba por la ventana, y un segundo después se sintió rozado por una espantosa corriente de vapor. Unos extraños colores danzaron ante sus ojos; y si el horror que experimentaba en aquellos momentos no le hubiera impedido coordinar sus ideas hubiera recordado el glóbulo que el martillo de geólogo había aplastado en el interior del meteorito, y la malsana vegetación que habla crecido durante la primavera. Pero, en el estado en que se hallaba, sólo pudo pensar en la horrible monstruosidad que tenía enfrente, y que sin duda alguna había compartido la desconocida suerte del joven Thaddeus y del ganado. Pero lo más terrible de todo era que aquel horror se movía lenta y visiblemente mientras continuaba desmenuzándose.
Ammi no me dio más detalles de aquella escena, pero la forma del rincón no reapareció en su relato como un objeto movible. Hay cosas que no pueden ser mencionadas, y lo que se hace por humanidad es a veces cruelmente juzgado por la ley. Comprendí que en aquella habitación del ático no quedó nada que se moviera, y que no dejar allí nada capaz de moverse debió de ser algo horripilante y capaz de acarrear un tormento eterno. Cualquiera, no tratándose de un estólido granjero, se hubiera desmayado o enloquecido, pero Ammi volvió a cruzar el umbral de la puerta pintada de blanco y encerró el espantoso secreto detrás de él. Ahora debía ocuparse de Nahum; éste tenía que ser alimentado y atendido, y trasladado a algún lugar donde pudieran cuidarlo.
Cuando empezaba a bajar la oscura escalera, Ammi oyó un estrépito debajo de él. Incluso le pareció haber oído un grito, y recordó nerviosamente la corriente de vapor que lo había rozado mientras se hallaba en la habitación del ático. Oprimido por un vago temor, oyó más ruidos debajo suyo. Indudablemente estaban arrastrando algo pesado, y al mismo tiempo se oía un sonido todavía más desagradable, como el que produciría una fuerte succión. Sintiendo aumentar su terror, pensó en lo que había visto en el ático. ¡Santo cielo! ¿En qué fantástico mundo de pesadilla había penetrado? No se atrevió a avanzar ni a retroceder, y permaneció inmóvil, temblando, en la negra curva del rellano de la escalera. Cada detalle de la escena estallaba de nuevo en su cerebro.
De repente se oyó un frenético relincho proferido por el caballo de Ammi, seguido inmediatamente por un ruido de cascos que hablaba de una precipitada fuga. Al cabo de un instante, caballo y calesa estaban fuera del alcance del oído, dejando al asustado Ammi, inmóvil en la oscura escalera, la tarea de conjeturar qué podía haberlos impulsado a desaparecer tan repentinamente. Pero aquello no fue todo. Se produjo otro ruido fuera de la casa. Una especie de chapoteo en el agua..., debió de haber sido en el pozo. Ammi había dejado a Hero desatado cerca del pozo, y algún animalito debió meterse entre sus patas, asustándolo, y dejándose caer después en el pozo. Y la casa seguía brillando con una pálida fosforescencia. ¡Dios mío! ¡Qué antigua era la casa! La mayor parte de ella edificada antes de 1670, y el tejado holandés más tarde de 1730.
En aquel momento se oyó el ruido de algo que se arrastraba por el suelo de la planta baja, y Ammi aferró con fuerza el palo que había cogido en el ático sin ningún propósito determinado. Procurando dominar sus nervios, terminó su descenso y se dirigió a la cocina. Pero no llegó a ella, ya que lo que buscaba no estaba ya allí. Había salido a su encuentro, y hasta cierto punto estaba aún vivo. Si se había arrastrado o si había sido arrastrado por fuerzas externas, es cosa que Ammi no hubiera podido decir; pero la muerte había tomado parte en ello. Todo había ocurrido durante la última media hora, pero el proceso de desintegración estaba ya muy avanzado. Había allí una horrible fragilidad, debida a lo quebradizo de la materia, y del cuerpo se desprendían fragmentos secos. Ammi no pudo tocarlo, limitándose a contemplar horrorizado la retorcida caricatura de lo que había sido un rostro. "¿Qué ha pasado, Nahum..., qué ha pasado?", susurró, y los agrietados y tumefactos labios apenas pudieron murmurar una respuesta final.
"Nada..., nada...; el color... quema...; frío y húmedo, pero quema...; vive en el pozo..., lo he visto..., una especie de humo... igual que las flores de la pasada primavera...; el pozo brilla por la noche... Se llevó a Thad, y a Merwin, y a Zenas..., todas las cosas vivas...; sorbe la vida de todas las cosas...; en aquella piedra tuvo que llegar en aquella piedra...; la aplastaron...; era el mismo color..., el mismo, como las flores y las plantas...; tiene que haber más...; crecieron..., lo he visto esta semana...; tuvo que darle fuerte a Zenas...; era un chico fuerte, lleno de vida...; le golpea a uno la mente y luego se apodera de él...; quema mucho...; en el agua del pozo...; no pueden sacarlo de allí..., ahogarlo... Se ha llevado también a Zenas...; tenías razón...; el agua está embrujada... ¿Cómo está Nabby, Ammi?... Mi cabeza no funciona...; no sé cuánto hace que no le he subido comida...; la cosa la atacó también a ella...; el color...; su rostro tiene el mismo color por las noches..., y el color quema y sorbe; procede de algún lugar donde las cosas no son como aquí...; uno de los profesores lo dijo...; tenía razón, mira, Ammi, está sorbiendo más..., sorbiendo la vida..."
Pero eso fue todo. La cosa que había hablado no podía hablar más porque se había encogido completamente. Ammi lo cubrió con un mantel a cuadros blancos y rojos y salió de la casa por la puerta trasera. Trepó por la ladera que conducía a las tierras altas y regresó a su hogar por el camino del Norte y los bosques. No pudo pasar junto al pozo desde el cual había huido su caballo. Miró hacia el pozo a través de una ventana y recordó el chapoteo que había oído..., el chapoteo de algo que se había sumergido en el pozo después de lo que había hecho con el desdichado Nahum...
Cuando Ammi llegó a su casa se encontró con que el caballo y la calesa lo habían precedido; su esposa lo aguardaba llena de ansiedad. Después de tranquilizarla, sin darle ninguna explicación, se dirigió a Arkham y notificó a las autoridades que la familia Gardner ya no existía. No entró en detalles, limitándose a hablar de las muertes de Nahum y de Nabby; la de Thaddeus era ya conocida, y dijo que la causa de la muerte parecía ser la misma extraña dolencia que había atacado al ganado. También dijo que Merwin y Zenas habían desaparecido. En la jefatura de policía lo interrogaron ampliamente, y al final se vio obligado a acompañar a tres agentes a la granja de Gardner, juntamente con el fiscal, el médico forense y el veterinario que había atendido a los animales enfermos. Ammi fue con ellos de muy mala gana, ya que la tarde estaba muy avanzada y temía que la noche lo cogiera en aquel lugar maldito, aunque era un consuelo saber que iba a estar acompañado de tantos hombres.
Los seis hombres montaron en un carro, siguiendo a la calesa de Ammi, y llegaron a la granja alrededor de las cuatro. A pesar de que los agentes estaban acostumbrados a presenciar espectáculos horripilantes, todos se estremecieron a la vista de lo que fue encontrado debajo del mantel a cuadros rojos y blancos, y en la habitación del ático. El aspecto de la granja, con su desolación gris, era ya bastante terrible, pero aquellos dos retorcidos objetos sobrepasaban toda medida de horror. Nadie pudo contemplarlos más allá de un par de segundos, e incluso el médico forense admitió que allí había muy poco que examinar. Podían analizarse unas muestras, desde luego, de modo que él mismo se encargó de agenciárselas..., y al parecer aquellas muestras provocaron el más inextricable rompecabezas con que se enfrentara nunca el laboratorio de la Universidad. Bajo el espectroscopio, las muestras revelaron un espectro desconocido, muchas de cuyas bandas eran iguales que las que había revelado el extraño meteoro al ser analizado. La propiedad de emitir aquel espectro se desvaneció en un mes,