Lunes por la tarde 20. José KentenichЧитать онлайн книгу.
quiero llegar a ser algo grande, un santo, mi espiritualidad laical me exige, en mi condición de padre de familia, estar ante todo para ella.
* Espiritualidad laical y vida conyugal
Esto no vale sólo para la vida familiar sino también para la vida conyugal, para nosotros en nuestra condición de esposo y esposa, para nuestra mutua relación. Nuestra vida conyugal no es un añadido, sino parte de mi ser, de mi esencia. No digamos que queremos ser esposos y cultivar nuestra vida conyugal como algo accesorio. No; todo eso debe ser para nosotros un camino hacia Dios. Incluso el acto conyugal no tiene que ser cualquier cosa, algo accidental, no; él es un camino hacia Dios.
Ustedes advierten que ésta es una espiritualidad específicamente laical, más aun, que se trata de una espiritualidad específicamente conyugal y familiar.
Por supuesto, si tengo el prejuicio de que la " auténtica" espiritualidad es la de los religiosos...Pero ocurre que no puedo tomar mucho de ella. Si considero que la espiritualidad conventual es el ideal, entonces las consecuencias serán, por ejemplo, o no tener relaciones conyugales, o a lo sumo consumarlas en tales y cuales tiempos y modos. Y finalmente la consigna será la de renunciar todo lo posible a ellas. Sólo se las " tolerará" con la creencia de que no tienen nada que ver con espiritualidad ni santidad.
Por otra parte leemos y escuchamos que Jesús no sólo santificó la vida familiar sino también la específicamente conyugal.
Retomemos a la vida familiar y meditemos sobre el hecho de que el Señor permaneció treinta años en el seno de su familia. El católico activo de hoy no puede entenderlo. ¡Por favor! ¡Cuántas cosas podría haber hecho a lo largo de esos años! ¡Hubiese podido cambiar la faz del mundo! Quizás se habría podido quedar algunos años en casa... ¡pero treinta!
Dejemos por ahora el tema y volvamos a enfocar la vida específicamente conyugal, a la que Jesús en el evangelio de ayer ponía especialmente en primer plano. En este punto sería oportuno comentarles brevemente el contexto cultural de la boda de aquellos tiempos. Pero lo haré más tarde. Espero hacerlo, siempre y cuando no me olvide.
* El matrimonio es un sacramento
Lo que me interesa destacar más en esta tarde ya que comenzamos tocando ese tema- es estudiar la espiritualidad específicamente laical en relación con la vida específicamente conyugal. La vida conyugal no debe ser una trampa para mí. La familia no es un sacramento, pero el matrimonio sí. Por lo tanto tengo que aprender a aprovechar mi vida específicamente conyugal para sumergirme más hondo en Dios.
Permítanme preguntarles qué entienden ustedes por sentido y finalidad del matrimonio. ¿Cuál es el sentido y el fin, "the reason the sense5" no de la familia sino del matrimonio? Dejemos por ahora a la familia de lado.
Recordemos lo que sabemos al respecto. ¿Qué hemos aprendido ya sobre este tema? ¿Logramos integrar ese saber en el contexto de la problemática actual en torno del matrimonio? Siempre se nos dijo que el matrimonio, la vida conyugal, tenía tres fines. Los citaré primeramente en su versión latina y añadiré la interpretación pertinente:
* Fines del matrimonio
Los fines del matrimonio son: procreatio prolis, la generación y educación de los hijos; mutuum adiutorium, el apoyo mutuo de los cónyuges; y el apaciguamiento del instinto6.
Valdría la pena detenerse para distinguir en qué relación se encuentran estos fines entre sí. Por ahora no me abocaré a este problema, sino que apuntaré a otros que hoy nos están quemando en las manos.
Contemplen el panorama actual que ofrece el tema matrimonial. ¡Cuántas corrientes distintas giran en torno de lo que es el matrimonio! Existe en primer lugar " el matrimonio a prueba". ¿Somos compatibles o no? Si no lo somos, ¡adiós! ¡Si te he visto no me acuerdo! O bien el divorcio...Ustedes saben mejor que yo cuantos divorcios hay hoy en día. Y luego el punto del control de la natalidad. ¿Qué significa todo esto? Son golpes que se le asestan al matrimonio.
Todas estas tendencias de la actualidad suscitan en cada católico y en el ámbito de los dirigentes de Iglesia, el siguiente interrogante: ¿Cómo es exactamente el perfil del matrimonio católico? ¿Cuál es su sentido? Para estar en sintonía con los planteos de hoy, creo que deberíamos poner en primer plano el segundo fin del matrimonio que hemos mencionado más arriba: mutuum adiutorium, vale decir, ayuda mutua. Pensamiento que me gusta volcar en la siguiente formulación: el matrimonio es una comunidad de amor y de vida lo más profunda y duradera posible. Recalco que sobre todo es una comunidad de amor.
Por ejemplo, supongamos que padecemos un problema de fertilidad y no podemos tener hijos. ¿Qué nos queda entonces? La comunidad de amor del matrimonio. Más aun, una comunidad de amor permanente.
Naturalmente mantiene su vigencia el otro fin, el de la satisfacción del instinto. También aquí existe entre los católicos la sensación de que la satisfacción del instinto es una mera concesión a la debilidad humana. Observen que se trata nuevamente del desprecio de los valores de la naturaleza ‘misuse’7 (mal uso). En la satisfacción de la apetencia sexual subyace también un valor. Y en el matrimonio nos concedemos un derecho mutuo a ello. Desarrollemos una nueva visión de estas cosas.
Les he presentado así toda una serie de problemas de actualidad. ¿Cuál será nuestra respuesta? Se nos está acabando el tiempo de esta conferencia. Continuaremos la próxima semana. Es una lástima, porque ya estábamos motivados y receptivos para el tema.
No importa; al menos trataré de destacar dos puntos. En primer lugar, el hombre es imagen del Dios Trino: y en segundo lugar, en el plan de Dios está consignado que ambos sexos se complementen mutuamente.
Es necesario analizar estos dos pensamientos para comprender mejor el contexto en el cual se enmarca nuestra comunidad de amor y el sentido que tiene el hecho de que consumemos el acto conyugal, considerando que somos imagen del Dios Trino.
* Carácter personal del acto conyugal.
Integración de las distintas formas de amor
Imagen del Dios Trino...Tres personas y un sólo Dios. Algo similar ocurre aquí: en el matrimonio debo conservar el carácter personal - the value of the personality8 —y al mismo tiempo ser con el cónyuge una sola carne. Vale decir que también en el acto conyugal-intercourse9 — debo cultivar mi carácter personal.
Arribados a este punto, creo que sería oportuno traer a colación los siguientes términos: sexus, eros, amor, cáritas10, agápe.
Naturalmente, primero hay que explicarlos, ¿verdad? Fíjense que todas estas formas del amor tienen que estar integradas en el acto conyugal. A ustedes, en su calidad de esposos, no necesito exponerles que es el amor sexual. Padre y madre, vale decir, esposo y esposa, tienen derecho al acto sexual y con ello al placer sexual. Pero para que esta unión no se convierta en un acto animal debo realizarlo como persona. ¿Qué significa eso?
- Eros
El eros opera como una protección del amor sexual. No me extenderé mucho sobre el tema. Hoy el término " erótico" se emplea de muchas maneras hasta el punto de que uno no sabe a qué se refiere el autor con él. Unos entienden tal cosa y otros tal otra. Yo les digo sólo lo que me gustaría que entendiésemos de ahora en adelante con esa palabra: la mutua complacencia que siente el uno por el otro.
That is mutual pleasure, the result of the feeling. Do you understand, what that is? It is not only spiritually; it is very naturally. It is a feeling. Do you understand what I want to say?11
Les hago un pequeño comentario a modo de ilustración. Ayer me visito una joven pareja de novios que pronto se van a casar. Pueden imaginarse cómo se comportaban. ¡Si hubieran visto sus miradas! ¿Qué cómo eran? Tal cual la de ustedes cuando estaban en esa misma situación. La mirada de cada uno era como un sol que iluminaba al otro. ¡Con qué afecto se daban la mano y se abrazaban! Después me enteré de que aquel muchacho antes de su noviazgo no sabía nada de gestos de ternura. ¿Se dan cuenta? Éste es el amor de eros al que me refería hace un momento. Es la fascinación ante la belleza del otro.